Doble ¨¦tica fiscal
ANT?N COSTAS Una persona que desarrolla sus actividades en la esfera privada y utiliza todas las posibilidades legales que le permite el actual sistema fiscal para pagar la menor cantidad de impuestos posibles, ?pierde la legitimidad para desempe?ar cargos p¨²blicos? La pregunta me surge a la vista de lo que le est¨¢ sucediendo al ministro Piqu¨¦ y lo que le puede suceder al ministro Arias-Salgado y a otros pol¨ªticos, tanto del Gobierno como de la oposici¨®n, que est¨¦n en circunstancias fiscales similares. En el debate pol¨ªtico alrededor de esta cuesti¨®n la oposici¨®n parece sostener la idea de que quienes hayan optimizado las posibilidades del sistema fiscal para pagar legalmente los menores impuestos posibles no deber¨ªan ocupar cargos p¨²blicos. Surgir¨ªa as¨ª una doble ¨¦tica fiscal: una, laxa, aplicable a los ciudadanos privados que renuncien a participar en la vida p¨²blica, y otra m¨¢s exigente aplicable a los que se quieran dedicar a ella. Si admitimos esa doble ¨¦tica fiscal, pueden surgir algunos efectos no deseados sobre el funcionamiento de la vida p¨²blica. Uno de esos efectos puede ser la introducci¨®n de una sutil barrera de entrada a la pol¨ªtica, que acabe haciendo de la vida p¨²blica un monopolio de los pol¨ªticos de carrera. El motivo ser¨ªa claro: aquellos que se hayan dedicado o se dediquen a la vida empresarial o profesional y que hayan utilizado las opciones que ofrece el sistema fiscal han de olvidarse de la vida p¨²blica. Como en esa situaci¨®n est¨¢ un gran n¨²mero de personas capaces, que potencialmente podr¨ªan tener la oportunidad, el deseo, la voluntad o la ambici¨®n leg¨ªtima de dedicarse en alg¨²n momento a la cosa p¨²blica, el criterio de la doble ¨¦tica act¨²a como una barrera que impide de por vida que muchos ciudadanos puedan en alg¨²n momento dedicar sus esfuerzos y capacidades a contribuir a resolver los problemas p¨²blicos. ?Qui¨¦n sale beneficiado de esta restricci¨®n a la competencia en la vida p¨²blica? ?Los intereses generales o los intereses particulares de los pol¨ªticos de carrera? Sin duda, los ¨²ltimos. Quiz¨¢ sea esta una consecuencia no querida del ataque al ministro Piqu¨¦. Pero, en cualquier caso, no deja de ser por ello menos real. ?De que se acusa al ministro Piqu¨¦? No de haber utilizado el sistema fiscal de la manera m¨¢s favorable a sus intereses, porque eso es legal. De lo que se le acusa es de que habi¨¦ndolo hecho haya tenido la osad¨ªa de entrar en la vida p¨²blica. Mientras ocup¨® el Ministerio de Industria y Energ¨ªa fue considerado un tecn¨®crata eficaz, nada peligroso para los pol¨ªticos profesionales. Es al ser nombrado portavoz del Gobierno, quiz¨¢ intuyendo el presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar las capacidades que inmediatamente mostrar¨ªa Piqu¨¦ para introducir un nuevo estilo de hacer pol¨ªtica y para cambiar las viejas esencias con sabor a rancio y a naftalina del PP y del mismo Gobierno, cuando los celos y el miedo al intruso contribuyen a explicar el hostigamiento pol¨ªtico a Piqu¨¦. No creo que la reacci¨®n contra Piqu¨¦ se deba s¨®lo a la idea de que derrib¨¢ndolo se debilita a Aznar. Intuyo en ese comportamiento pol¨ªtico, de la oposici¨®n y de compa?eros de partido, un fuerte sentimiento, aunque sea inconsciente, de reacci¨®n gremialista a la competencia y a la innovaci¨®n que viene de fuera del sistema. En todo caso, sea acertada o no esta intuici¨®n, el efecto que surge de esta historia es un claro aviso para potenciales navegantes en las aguas de la pol¨ªtica: o te dedicas a la vida privada y no ponemos en cuesti¨®n tu comportamiento fiscal, o si pretendes entrar en la vida p¨²blica compitiendo con los pol¨ªticos de carrera, entonces atente a las consecuencias. No encuentro razones para justificar esta doble conducta. El sistema fiscal tiene que ser el mismo para todos los ciudadanos, y las posibilidades de utilizar una u otra figura impositiva no pueden depender de si uno decide dedicarse a la vida privada o a la p¨²blica. Lo que a m¨ª parece mal no es que algunas personas, o m¨¢s bien muchas, se acojan a modalidades de tributaci¨®n que les permiten pagar menos impuestos y que, sin embargo, no podemos utilizar los que tenemos que pagar por IRPF. No. Lo que no me parece moralmente aceptable es la existencia misma de esas figuras tributarias, al menos en su actual dise?o t¨¦cnico, que permite que muchos empresarios, aut¨®nomos y los profesionales liberales puedan deducir m¨²ltiples gastos y pagar menos impuestos que los que paga la mayor parte de los asalariados de este pa¨ªs. Los ricos no tributan por IRPF. Pero la soluci¨®n no est¨¢ en la utilizaci¨®n del sistema fiscal con fines pol¨ªticos, para sacar de la pol¨ªtica o impedir que entren en ella personas que han actuado legalmente. La soluci¨®n est¨¢, en todo caso, en reformar el sistema para impedir que contin¨²e la injusta discriminaci¨®n actual contra las rentas del trabajo personal. Los socialistas lo pudieron hacer mientras estuvieron en el poder. Y ahora lo pueden conseguir desde la oposici¨®n.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB y vocal del C¨ªrculo de Econom¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.