Un nuevo testigo inculpa directamente a Fernando Garro en la 'operaci¨®n locales'
Con escasos recursos, la defensa del ex director general s¨®lo busca crear confusi¨®n
La defensa de Fernando Garro, tranquila hasta ahora, dej¨® toda la carga de la prueba en manos de las acusaciones, evitando atizar el fuego, pero en las primeras pruebas de fuerza se ha advertido una estrategia pobre: confundir, confundir y confundir. Ayer, tras una declaraci¨®n favorable a los intereses de Garro de su secretaria, Esther Zald¨ªvar, la comparecencia de Antonio Vidal, ex jefe de obras de Banesto durante varias d¨¦cadas, termin¨® con la confusi¨®n. Fue Garro quien tras proyectarla dio la orden a sus subordinados para materializar la presunta estafa de locales.
Si la defensa de Mario Conde, mejor dicho, si Mario Conde, sigue el principio que el abogado novelista John Grisham consagr¨® en su libro La tapadera, la de Garro ha introducido una nueva. All¨ª d¨®nde uno de los personajes de Grisham recomendaba en derecho penal "negar, negar y negar", el abogado Javier S¨¢enz de Pipa¨®n pondr¨ªa: "Estar agazapado y confundir, confundir y confundir".Mientras desfilaban "los testigos de minuto por cabeza", es decir aquellas personas que recibieron cheques bancarios al portador del Banco de Comercio entregados por Tom¨¢s Allende (y Mil¨¢ns del Bosch, como subray¨® un testigo ayer, completando el nombre), S¨¢enz de Pipa¨®n, al pregunt¨¢rsele si ten¨ªa preguntas, siempre contestaba que no.
Ayer, una se?ora rubia, menuda, de aspecto muy juvenil, declar¨® que cuando la visit¨® la pol¨ªcia judicial, en 1995, estaba muy nerviosa. Se trata de Esther Zald¨ªvar, que fuera secretaria de Garro en Banesto. "Me dijeron que Garro era un chorizo y que probablemente ir¨ªa a la c¨¢rcel". El fiscal le record¨® su declaraci¨®n ante el juez y le pregunt¨® si tambi¨¦n en esa ocasi¨®n estaba nerviosa. La testigo dijo que no, pero que no se dio cuenta de que pod¨ªa rectificar sus afirmaciones anteriores
El hecho es que la defensa de Garro pregunt¨® a la testigo si las seis propuestas de compras de naves y locales, firmadas por Garro, llevaban el sello de entrada del entonces director general. La testigo mir¨® los papeles y dijo que no. Asunto liquidado. Toda la culpa es de Enrique Garde, subordinado de Garro, y de otros
Pero no. Luego vino Antonio Molina. Varias d¨¦cadas en el departamento de Obras del banco. No llevaban el sello de entrada sencillamente porque Garde, como sol¨ªa hacerlo desde la ¨¦poca de Pablo Garnica, llevaba personalmente las propuestas. Una vez aprobados por su superior, en este caso Garro, le pon¨ªa el sello del director general. Vidal fue demoledor.
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