La expresi¨®n de un fracaso mayor
El cuadro cl¨ªnico del Real Madrid presenta las peores constantes posibles. Las caracter¨ªsticas de la derrota en Bala¨ªdos s¨®lo pueden entenderse desde una degradaci¨®n imparable del equipo, viciado desde lo m¨¢s profundo. Pocas veces se ha visto un ejercicio de tanta dejadez, de un desapego tan abrumador hacia la profesi¨®n. Todos los signos abundaron en la idea que se tiene del Madrid actual: un equipo sin convicciones, sin identidad, desunido, perezoso e inmaduro. S¨®lo as¨ª se explica que esta colecci¨®n de vedettes haya recibido 49 tantos (2? equipo m¨¢s goleado de la Liga) y que los fracasos se acumulen en las grandes ocasiones, cuando se mide la verdadera fibra de los equipos. No hace dos meses, el Madrid pas¨® como un espectro por el Camp Nou. El Barcelona le trat¨® con una indulgencia que ray¨® en la provocaci¨®n. La derrota fue m¨¢s significativa por la capitulaci¨®n de los jugadores, que aceptaron con agradecimiento el trato que les dio el Barcelona. No hubo un gesto de rebeld¨ªa o coraje ante la humillaci¨®n.Lo mismo sucedi¨® ayer en Bala¨ªdos, en un partido que despide al equipo del t¨ªtulo. Y una vez m¨¢s, lo hace sin honor, con una desidia que s¨®lo es tolerable en un club acostumbrado a buscar excusas a lo inexcusable. Pero as¨ª funciona el Madrid, entre conflictos constantes a los que no se dan respuestas. El club ha entrado en una crisis de autoridad que se manifiesta en todos los sectores. En la directiva, los enfrentamientos alcanzan niveles insensatos; algo parecido ocurre entre los jugadores, enfermos de vanidad y desinter¨¦s real por su profesi¨®n.
Pocas im¨¢genes dicen tanto de la actitud de unos futbolistas como las de Roberto Carlos e Iv¨¢n Campo en el grader¨ªo de Bala¨ªdos. Abrazados, telefono en mano, en una actitud tontaina, parec¨ªan marcianos. Les importaba muy poco el revolc¨®n que sufr¨ªa su equipo, humillado por un rival que representaba todos los ideales que le son ajenos al Madrid: el buen juego, por supuesto, pero tambi¨¦n un alt¨ªsimo grado de profesionalidad, un equipo adulto que dej¨® en evidencia los rasgos infantiloides de los madridistas. En el juego y en el comportamiento. Su colaboraci¨®n en los goles del Celta s¨®lo se explica por la desgana que preside las actuaciones de los jugadores del Madrid. En las sustituciones, Guti, Mijatovic y Seedorf se fueron a paso cansino, sin ning¨²n pudor, acostumbrados a un modelo de comportamiento que se ha generalizado en la plantilla. El bobalic¨®n jolgorio de Iv¨¢n Campo y Roberto Carlos se inscribe en la misma l¨ªnea, consentida por un club cuyo ¨²nico principio de autoridad consiste en despedir a entrenadores por falta de autoridad.
Los entrenadores se han convertido en la excusa perfecta. Vienen y van, pero el Madrid no cambia. Ahora le ha llegado el momento a Toshack, un hombre con fama de duro, seg¨²n los t¨®picos que circulan por el f¨²tbol. Quiz¨¢ lo sea, aunque de momento s¨®lo se le ha visto interpretar el papel de un ir¨®nico de vuelta de todo. Al d¨ªa de hoy, nada ha cambiado con Toshack. El equipo ha demostrado la misma inutilidad que en las ¨¦pocas de Hiddink y Heinckes, quiz¨¢ porque los problemas del Madrid rebasan la figura de tal o cual entrenador.
La crisis se relaciona con un estilo. O con la falta de estilo. Nada define al Madrid en estos momentos. El club se deja llevar desde hace mucho tiempo por las urgencias. No hay perspectiva en el funcionamiento, ni en las decisiones. Por ese lado se explican los bandazos que han llevado a la contrataci¨®n de una multitud de entrenadores en esta d¨¦cada, y por ah¨ª se interpreta la ausencia de respuestas convincentes (o simplemente respuestas) a situaciones como las que atraviesa el equipo en la actualidad.
El Madrid no necesita m¨¢s excusas, necesita un dise?o y un sello que se impregne en todos sus estamentos. El club ha permanecido ajeno al cambio de los tiempos. Al Madrid le sostiene el enorme prestigio de su historia, pero su estructura resulta inapropiada. Por un lado, est¨¢ esclerotizada, sumida en una elefantiasis donde todo se disuelve, donde no hay manera de depurar responsabilidades, donde los signos de par¨¢lisis se hacen cada vez m¨¢s evidentes. Por otro, el presidente Sanz no ha conseguido, o no ha pretendido, dotar al club de un estilo de actuaci¨®n. El Madrid se ha movido entre el paternalismo o la angustia de lo cotidiano, pero nunca ha conseguido transmitir la sensaci¨®n de apoyarse en un proyecto firme. Parece un club que se mueve como una enorme pompa de jab¨®n. No hay sustancia, y sin sustancia la credibilidad resulta muy dif¨ªcil. Y como es natural, este car¨¢cter ins¨ªpido de la instituci¨®n no se termina en las oficinas. Se transmite a todos los estamentos. Al equipo, especialmente. Su descalabro en Bala¨ªdos o en el Camp Nou, durante toda la temporada en general, funciona como expresi¨®n de un fracaso mayor: el de un club que no acierta a salir de su desorientaci¨®n.
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