Tarragona m"esborrona ISABEL OLESTI
Hace ya algunos a?os apareci¨® un cartel en el inicio de la carretera que une Reus con Tarragona. Dec¨ªa: "A dotze quil¨°metres, ru?nes romanes". Lo cierto es que las animadversiones o supuestas rivalidades entre estas dos ciudades, tan cercanas y muchas veces tan lejanas, se remontan a la noche de los tiempos. Igual que les ocurre a Figueres y Girona, Madrid y Barcelona, Matar¨® y Sant Pol de Mar... Reus y Tarragona han mantenido un pique que, por ser ya ancestral, nadie se ha planteado nunca desmentir, sino que se ha alimentado con bromas que van pasando de generaci¨®n en generaci¨®n. An¨¦cdotas como la del cartel a la salida de Reus hay un mont¨®n, algunas m¨¢s divertidas y acertadas que otras. Mientras que Reus -otra cosa no tendr¨¢- siempre tuvo fama de capital cultural, Tarragona parec¨ªa dormirse en los laureles, y en la ¨¦poca franquista a quien quer¨ªa ver teatro no le tocaba otro remedio que desplazarse a otra ciudad porque su programaci¨®n se limitaba a los Festivales de Espa?a del Camp de Mart de los veranos. Adem¨¢s de todas las ruinas romanas que se destrozaron sin ning¨²n criterio y que ahora tratan de recuperar. Franco consigui¨® dar ese tono gris a todas las ciudades de su imperio, y Tarragona, con un potencial de belleza incre¨ªble, fue una de las m¨¢s perjudicadas. Desde hace unos a?os la tortilla ha dado la vuelta y Tarragona brilla, en muchos aspectos, mucho m¨¢s que su vecina Reus, que, eso s¨ª, conserva la fama. Ahora son muchos los de esta ciudad que los fines de semana cogen el coche y se dan un paseo por la antigua Tarraco. Y es que sus posibilidades son infinitas, especialmente por la noche. Si Salou fue durante a?os el punto de encuentro de infinidad de j¨®venes de las comarcas meridionales, ahora le toca el turno a Tarragona. Cualquier s¨¢bado a altas horas de la madrugada -y muy especialmente en tiempos de calor-, la zona del puerto, llamada tambi¨¦n zona de los pubs, se convierte en un r¨ªo humano que se desborda por todos los rincones. El fen¨®meno se prolonga hasta las calles adyacentes, donde se han aprovechado antiguos almacenes o f¨¢bricas desmanteladas para abrir locales de m¨²sica y copas. Cuando el interior rebosa, la gente contin¨²a la juerga en medio de la calle. Uno de los locales m¨¢s conocidos se llama La Vaqueria, abierto hace tres a?os y punto de encuentro de noct¨¢mbulos que buscan algo m¨¢s que decibelios. Josep Marqu¨¦s, Mosco para todo el mundo, ha hecho una combinaci¨®n perfecta de lo que es un bar de copas con lo que se entiende por cultura: recitales de poes¨ªa, sesiones de jazz, tertulias, exposiciones, teatro... Cada mes Mosco saca la programaci¨®n de actividades y dif¨ªcilmente existe una noche sin una actuaci¨®n. La Vaqueria, hace 30 a?os, estaba llena de vacas lecheras. M¨¢s tarde se convirti¨® en un almac¨¦n que hac¨ªa a la vez de aparcamiento, pero la arquitectura del local sigue manteniendo el estado primitivo, con las paredes de piedra vista, los arcos, la cisterna y hasta hace poco el abrevadero, que finalmente taparon porque se llenaba de suciedad. Mosco ha montado un escenario en uno de los rincones de la sala. All¨ª se ha podido escuchar a Pau Riba, Pi de la Serra, Jarabe de Palo... y sobre todo las Jazz Jam Sessions que se organizan todas las semanas y que calientan el ambiente hasta cotas insospechadas. Ya ten¨ªan raz¨®n los Pets, en una de sus primeras canciones, Tarragona m"esborrona. La segunda parte, Constant¨ª em fa patir, es otra historia que alg¨²n d¨ªa tambi¨¦n contaremos.
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