Alan Sokal relata las imposturas cient¨ªficas de algunos fil¨®sofos
Alan Sokal, profesor de F¨ªsica en la Universidad de Nueva York, dio ayer una conferencia en el Museo de la Ciencia de Barcelona. Se titulaba: Cient¨ªficos, ?charlatanes o impostores? Llen¨®. Y es que el ¨¦xito de p¨²blico acompa?a a este profesor desde que, en 1996, public¨® un art¨ªculo sobre el pensamiento contempor¨¢neo donde hablaba de las imposturas de autores como Jacques Lacan, Julia Kristeva, Gilles Deleuze o Paul Virilio. Un mes m¨¢s tarde, un segundo texto precisaba que su uso de estos autores era una parodia y que, en realidad, en sus textos la confusi¨®n encubr¨ªa la ignorancia, la vaciedad o las dos cosas. El New York Times crey¨® el hecho tan relevante que public¨® la pol¨¦mica en portada. No menor ha sido el efecto en Francia. Aquellos art¨ªculos crecieron y dieron lugar a un libro (Imposturas intelectuales, Paid¨®s), escrito en colaboraci¨®n con Jean Bricmont. Sokal explicaba ayer la g¨¦nesis de la obra: "M¨¢s o menos tropec¨¦ con esos textos y as¨ª lleg¨® la parodia. Unos amigos que trabajan en el campo de las ciencias humanas me convencieron. Me dijeron que hab¨ªa pillado a esta gente con las manos en la masa y que ten¨ªa la obligaci¨®n de hacerlo p¨²blico".
Deshonestidad intelectual
Sokal reconoce un primer impulso ¨¦tico en su obra: "Criticar la deshonestidad intelectual tiene una motivaci¨®n en parte moral. Me siento ofendido por alguien que defrauda a otro o alguien que se hace pasar por experto en un campo en el que no lo es. Pero aunque la motivaci¨®n para la cr¨ªtica sea moral, la cr¨ªtica no lo es".
Explica: "Nuestro libro es la uni¨®n de dos libros muy distintos. La parte principal, los cap¨ªtulos con autores citados, es la dedicada a las imposturas propiamente dichas. La segunda parte incluye unas consideraciones filos¨®ficas sobre el relativismo cognitivo y un cap¨ªtulo breve sobre la teor¨ªa del caos. ?sta es mucho m¨¢s delicada y el lector tiene pleno derecho a decir que est¨¢ de acuerdo con nosotros en una y no en otra. En la segunda parte no acusamos a nadie de imposturas. Si acaso, de ambig¨¹edad en el lenguaje, de razonar mal".
En la primera parte, asegura, cree que la obra demuestra, "casi sin lugar a dudas, que en los textos que nosotros citamos hay o deshonestidad intelectual, o incompetencia grosera, o el autor se presenta como teniendo un conocimiento que sabe que no tiene, o se enga?a a s¨ª mismo creyendo tener una competencia que no tiene".
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