La Celsa se despide
los vecinos m¨¢s veteranos del poblado est¨¢n de acuerdo con el plan regional de derribar sus casetas y trasladarles a pisos
Los vecinos m¨¢s veteranos de La Celsa se enteraron por la televisi¨®n de que en 12 meses desaparecer¨¢ del mapa esta barriada del Puente de Vallecas donde algunos viven desde hace casi cuatro d¨¦cadas. Pero no se muestran muy apenados por esta decisi¨®n del presidente regional, Alberto Ruiz-Gallard¨®n. M¨¢s bien lo contrario, porque el poblado, consolidado como hipermercado de la droga, es un lugar inh¨®spito del que s¨®lo sacan partido los que se hacen de oro con las papelinas. Centenares de toxic¨®manos, muchos muy enfermos, acuden a diario a por sus dosis a esta amalgama de casas de hormig¨®n con aspecto de b¨²nker pintadas de azul y situadas en la carretera de Villaverde a Vallecas, cerca del barrio del Pozo del T¨ªo Raimundo. En calles con nombres como Fandangos o Buler¨ªas, los numerosos ni?os del campamento juegan en medio de un constante mercadeo y consumo de tranquis y caballo.
Alfonso Santiago, al que todos conocen como T¨ªo Aquilino, reconoce que a sus 74 a?os prefiere vivir en una casa baja que en un bloque de pisos. "Pero aqu¨ª no podemos seguir porque la droga ha destrozado este barrio, ya no hay respeto, ni ley gitana ni nada; eso s¨ª, algunos han hecho mucho dinero, pero los menos. Tenemos que irnos porque ya nos toman a todos por traficantes", dice.
Si no fuera por ese problema, este hombre preferir¨ªa seguir en su casa baja porque en un piso se siente "encarcelado". Hace cuatro a?os fue realojado en un bloque de Palomeras y pidi¨® el retorno a La Celsa porque no aguantaba "aquello tan cerrado" y porque los gastos de alquiler y comunidad eran mayores.
El T¨ªo Aquilino lleg¨® a La Celsa hace un cuarto de siglo al conocer a su esposa, Rosa Escudero, de 69 a?os. Ella lleva 32 a?os en la barriada. "Yo viv¨ªa con otros gitanos en la zona de Ventas y un buen d¨ªa nos dijeron que cogi¨¦semos nuestros b¨¢rtulos porque nos iban a dar casa", asegura esta madre de siete hijos.
"Vinimos tan contentos y nos encontramos con que nos tra¨ªan a un vertedero donde s¨®lo hab¨ªa unas casas destartaladas que usaban los basureros, sin agua, luz ni nada", a?ade Escudero.
En los setenta, una riada devast¨® el asentamiento y las instituciones instalaron prefabricados, ya dotados de agua, luz y retrete. Esas construcciones han estado en pie, aunque ya muy cochambrosas, hasta que en 1995 se entregaron las actuales casas bajas. Poco a poco llegaron otras familias extreme?as que levantaron sus chabolas. Hace diez a?os el campamento ten¨ªa ya 200 favelas.
Con los a?os ochenta, la hero¨ªna entr¨® a saco en la barriada. "Nos hab¨ªamos buscado siempre la vida vendiendo telas y ajos por los mercadillos y recogiendo chatarra y cart¨®n, pero la Polic¨ªa Municipal empez¨® a requisarnos el g¨¦nero", explica el T¨ªo Aquilino. "Algunos empezaron a vender droga porque no sab¨ªan c¨®mo alimentar a su familia; si iban a buscar trabajo, los payos no se fiaban de ellos. Las consecuencias han sido muy malas", apostilla. "De todas las familias de La Celsa no hay una que se haya librado de tener un miembro drogadicto, yo mismo he sufrido la muerte de siete sobrinos. La droga ha sido una epidemia para nosotros, algunos han hecho mucho dinero, pero para la mayor¨ªa ha supuesto c¨¢rcel, muerte y enfermedad", concluye este hombre de respeto que se reuni¨® con el Rey cuando ¨¦ste visit¨® el barrio en diciembre de 1994.
Juana Gabarre, con 38 a?os y 10 hijos, no acaba de creerse las palabras de Ruiz-Gallard¨®n. "?Ser¨¢ verdad que nos van a sacar de aqu¨ª?", se pregunta esta mujer que lleg¨® a La Celsa con cinco a?os desde Medina del Campo. Su marido, Pedro Barrull, de 44 a?os, conserje en el Museo Municipal y antes en una escuela del Pozo, forma parte de uno de los clanes hist¨®ricos de la barriada.
"Yo me marchar¨ªa ma?ana mismo. No quiero que mis hijos vean todo lo que est¨¢n viendo", asegura Gabarre rodeada de su revoltosa prole. "Quiero que mis ni?os se cr¨ªen tambi¨¦n con payos, no s¨®lo con gitanos", matiza.
Isidoro Saavedra, m¨¢s conocido como el T¨ªo Isidoro, tambi¨¦n est¨¢ conforme con el realojamiento en pisos, aunque ¨¦l solicit¨® el traslado a La Celsa desde la vivienda de M¨®stoles donde hab¨ªa sido realojado cuando se demolieron las chabolas. "Estaba triste lejos de mis hijos, as¨ª que volv¨ª", asegura. "Acabar con los barrios de casas bajas puede ayudar a que no haya tanta droga", concluye este extreme?o de 63 a?os que levant¨® su chabola en La Celsa hace treinta a?os.
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