La Feria lejos de ella
LORNA SCOTT FOX Hoy me obsequio el no ir a la Feria hasta la noche. Desde la normalidad de coches, tiendas, actividades productivas y gente vestida en la forma gris de todos los d¨ªas -entre los cuales la que va por ah¨ª de gitana parece un guacamayo extraviado entre palomas-, desde Sevilla vivo la no-feria, limbo que se palpa a trav¨¦s de ruidos y silencios ins¨®litos. Con el supuesto de que la poblaci¨®n entera se ha mudado al Real, la cervecer¨ªa de debajo de mi casa no abre en toda la semana, lo que nos trae una paz bendita; en cambio, se est¨¢n haciendo obras callejeras de noche debajo de la ventana de un amigo, con el mismo pretexto y el efecto contrario. Tengo tiempo para indagar un poco en las proyecciones que la Feria hace de s¨ª misma. Leo un manual para visitantes, entro en la p¨¢gina web de una caseta. Mala idea -aparte de la carcajada al aprender del manual que "las sevillanas son normalmente enlatadas"-. Llega el momento inevitable de la irritaci¨®n del forastero contra el sevillanismo a ultranza. Una cosa es tener costumbres en la propia tribu y otra es publicitarlas a los cuatro vientos y hacer gala de identidad con juegos de inclusi¨®n-exclusi¨®n. Por ejemplo, en el web de esa pe?a afirman que nadie puede sentirse extranjero en la Feria, a la vista de las circunstancias que acompa?aron a su propia invenci¨®n. Acto seguido, ofrecen no una, sino dos r¨²bricas tituladas Consejos para no hacer el rid¨ªculo en la Feria. Te pone nerviosa cuando en todas partes el evento se presenta erizado de peligros y prohibiciones. Muchas conciernen al vocabulario. No decir jam¨¢s las ferias o el traje de faralaes "porque los sevillanos van a notar a chorros que no sois precisamente paisanos de Curro Romero". ?Verg¨¹enza insuperable! En la fiesta (nunca jolgorio) no hay borrachos, ni "miles de muertos" como en el Carnaval de R¨ªo, donde no saben beber: "Aqu¨ª s¨®lo hay papas simp¨¢ticas". Ser¨¢ porque la obligaci¨®n mayor del socio, despu¨¦s de pagar, es la de controlar a sus invitados; si no, el alcalde de la caseta tomar¨¢ "medidas disciplinarias" contra ellos. Vaya fiesta. Supongo que el peculiar andamiaje de elementos p¨²blicos y privados, abiertos y cerrados, que conforma el espacio y la experiencia feriales s¨®lo se sostiene gracias a la regimentaci¨®n de los contenidos, desde el lenguaje hasta la decoraci¨®n interior. El Real es un lugar f¨ªsico que expresa algo imaginario -"el esp¨ªritu de Sevilla"- donde se imponen extra?as reglas culturales y se cultiva el miedo al rid¨ªculo, como en toda sociedad antinatural. Tal imaginario, fr¨¢gil como una ciudad de toldo y cart¨®n, puede venirse abajo si no se defiende contra la diferencia. Es comprensible aunque inc¨®modo, desde aqu¨ª, en casa, tan lejos de la acci¨®n. Pero esta noche salgo. Ya s¨¦ que no debo calzar mis botas camperas, de cow-boy mexicano, con el traje que probablemente no me atreva a vestir. Pero bailar¨¦, y me divertir¨¦, me lo pasar¨¦ bomba a pesar del manual y de los bur¨®cratas del sevillanismo. Todos los dem¨¢s lo est¨¢n haciendo.
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