El Juli, un respeto
El Juli, primera parte, qued¨® en simple toma de contacto. Hoy ser¨¢ la segunda. Se present¨® el Juli en la Maestranza, hizo lo que los malos toros le permitieron hacer y se gan¨® un respeto. Tra¨ªa fama de diestro alegre y popular, y la afici¨®n maestrante se encontr¨® con un torero serio, pundonoroso y valiente que sabe de qu¨¦ va la vaina.
Los toros resultaron dif¨ªciles y les present¨® batalla en todos los frentes hasta sacarles partido. La verdad es que poco partido ten¨ªan. Toros sin trap¨ªo, sin fuerza, sin casta, sin boyant¨ªa, sin embestida, mejor es convertirlos en estofado. Uno, si ganadera (supuesto harto imposible por el t¨ªtulo y por el palmito, evidentemente) ya los habr¨ªa puesto de oferta en la carnicer¨ªa. Claro que con con las trazas que se daban y lo feos que eran, a lo mejor los morcillos sal¨ªan hechos suela.
Camacho / Espartaco, Rivera, Juli
Toros de Mar¨ªa del Carmen Camacho (cuatro fueron rechazados en el reconocimiento), los tres ¨²ltimos de discreta presencia, los tres primeros anovillados e impresentables; flojos, descastados, de feo estilo.Espartaco: pinchazo, otro hondo y descabello (silencio); pinchazo y estocada ladeada (silencio). Rivera Ord¨®?ez: seis pinchazos y descabello (silencio); estocada, rueda de peones y descabello (silencio). El Juli: pinchazo perdiendo la muleta y estocada corta tendida muy trasera (ovaci¨®n y salida a los medios); tres pinchazos y cinco descabellos (silencio). Plaza de la Maestranza, 22 de abril. 13? corrida de feria. Lleno.
Hubo toros que parec¨ªan muebles. Fue el caso de los que correspondieron a Rivera Ord¨®?ez. O sea que Rivera Ord¨®?ez ensayaba el lance o el pase y era como si se lo diese a un armario. Hubo toros, en especial los de Espartaco, que parec¨ªan tener el colmillo retorcido. Es decir, que Espartaco intentaba endilgarles el derechazo o el natural y los toros reaccionaban enfurecidos, golpeaban o enganchaban el enga?o, persegu¨ªan al torero.
Hubo toros que parec¨ªan deseosos de embestir, y estos le salieron a El Juli. De manera que llegaban a tomar capote o muleta, seg¨²n correspondiera; segu¨ªan el recorrido del instrumento toricida a duras penas -o a trancas y barrancas-, hasta que rend¨ªan el ¨¢nimo, y se paraban cariacontenidos y fatigosos, hechos unos marmolillos.
Quiz¨¢ podr¨ªa decirse al rev¨¦s. Quiz¨¢ todos los toros fueran iguales en realidad. Y si manifestaban su burrer¨ªa de diferente forma se deb¨ªa s¨®lo al peculiar trato que les daba cada torero.
No est¨¢ mal vista la cosa, con perd¨®n. Un atento observador se apercibir¨ªa -por ejemplo- de que Espartaco anduvo desconfiado, falto de recursos y en el momento de faenar no pod¨ªa contener sus crispaciones. Los animales en general y los toros en particular son muy sensibles a los estados an¨ªmicos de las personas y en cuanto les huelen la subida de la adrenalina se ponen hechos un basilisco.
Se apercibir¨ªa asimismo el atento observador de que Rivera Ord¨®?ez, pese al alarde aquel de recibir al quinto toro con tres largas cambiadas a porta gayola, pretend¨ªa aplicar insistentemente el derechazo incoloro, adocenado y superficial, finalmente pervertido por la indecorosa utilizaci¨®n del pico de la muleta. Son unos modos y unas formas que aburren a las ovejas, cu¨¢nto m¨¢s a la b¨®vida grey aborregada y tullida. Y en tales circunstancias a los toros no les daba la gana embestir, se pon¨ªan dignos y hac¨ªan caso omiso de las provocaciones.
Si el atento observador no se durmi¨® le llamar¨ªa la atenci¨®n que El Juli consintiera acosones y tarascadas, que diera lances a distancias inveros¨ªmiles, que entrara a quites y con manifiesta temeridad ci?ese gaoneras, que galleara chicuelinas procurando encelar en los vuelos del capote la casta asnal, que midiera distancias, que mudara terrenos, que combinara t¨¦cnicas para torear por naturales.
?Torear por naturales! Parec¨ªa vana pretensi¨®n -una entelequia, loca utop¨ªa- sacar naturales al pedazo de carne aquel, dura suela. Y sin embargo El Juli los sac¨®, ora en los medios, ora en el tercio; bien cargando la suerte, bien juntando las zapatillas; unas veces de frente total, otras colocado de perfil. Y ni se inmut¨® cuando, en los pases de pecho, el toro derrotaba hasta rebasarle con los pitones las puntas del flequillo.
Al toro sexto le intent¨® igualmente dominar El Juli y no es que no lo consiguiera sino que el toro nada ten¨ªa que ver ni con la casta brava, ni con el arte de torear, ni con el albero de la Maestranza y se le notaba la intenci¨®n de darse a la fuga. Si se hubiera tratado del Roc¨ªo ser¨ªa distinta cuesti¨®n: tirando de una carreta se sentir¨ªa plenamente realizado. Hay vocaciones que duran hasta la muerte.
Coches, autocares, Ave, llegaron abarrotados de entusiastas seguidores de El Juli y no pudieron satisfacer su apasionado partidismo pidi¨¦ndole orejas y aclam¨¢ndole "to-re-ro, to-re-ro". Llegaron a su vez aficionados conspicuos que no quer¨ªan perderse la presentaci¨®n de El Juli en la Maestranza, saber de primera mano si hab¨ªa dado la talla; y no pudieron reunir datos suficientes para llegar a una conclusi¨®n. A los aficionados maestrantes les pas¨® lo mismo. Y todo hubo de quedar en un comp¨¢s de espera; hasta hoy, en que tendr¨¢ lugar la prueba definitiva de las capacidades de El Juli en competencia con dos figuras y componiendo el cartel de mayor expectaci¨®n de la Feria. Pero no defraud¨®. Y se gan¨® el respeto de los aficionados, quienes apreciaron su valent¨ªa y fundamento torero, y comprendieron que con aquella corralada no pod¨ªa lus¨ª.
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