Naturaleza y principio
En el Cap¨ªtulo I del Libro III Del Esp¨ªritu de las Leyes distingue Montesquieu entre la "naturaleza" y el "principio" de las formas pol¨ªticas, definiendo la primera como "aquello que la hace ser tal" y al segundo como "aquello que las mueve a actuar". Tal distinci¨®n, a?ade Montesquieu, es "de suma importancia" y de ella hay que extraer "muchas consecuencias, porque es la clave de infinidad de leyes". El conocimiento de la naturaleza de cualquier forma pol¨ªtica es importante. Es lo que define su anatom¨ªa y lo que permite, en consecuencia, identificarla como perteneciente a un determinado tipo, por ejemplo, al Estado democr¨¢tico. Pero la naturaleza dice relativamente poco sobre como opera dicha forma pol¨ªtica, sobre como opera dicho Estado democr¨¢tico. Para ello el principio resulta absolutamente indispensable.
Es evidente que para conocer un sistema pol¨ªtico no se puede prescindir del texto constitucional. Pero no lo es menos que con el texto constitucional no basta. Tan importantes como las normas escritas, que definen su naturaleza, son las normas no escritas, que expresan su principio, y que aunque no poseen fuerza normativa, no deber¨ªan tener menos fuerza vinculante que aquellas que formalmente la tienen.
En realidad son estas ¨²ltimas las que acaban suministrando la informaci¨®n m¨¢s relevante sobre el sistema pol¨ªtico construido a partir de la Constituci¨®n. Son los usos y convenciones que se van construyendo a partir del texto constitucional los que acaban definiendo el Estado democr¨¢tico "realmente existente". Y cuanto m¨¢s democr¨¢tico es el Estado, m¨¢s. Pues la democracia es una forma pol¨ªtica que se caracteriza por tener muy poca naturaleza y mucho principio. Con la misma constituci¨®n las trece colonias inglesas de finales del sigloXVIII se han convertido en los Estados Unidos de hoy. Casi sin constituci¨®n Inglaterra es lo que es.
Quiere decirse que es perfectamente posible erosionar un sistema pol¨ªtico sin tocar pr¨¢cticamente para nada su "naturaleza", alterando simplemente su "principio". Formalmente el sistema pol¨ªtico sigue siendo el mismo. Materialmente se lo va convirtiendo en algo distinto.
Algo de esto es lo que viene intentando el Gobierno y la mayor¨ªa parlamentaria del PP desde que empez¨® la legislatura. La ofensiva en el ¨¢mbito de los medios de comunicaci¨®n, "premiando a los buenos y castigando a los malos", ha sido sin duda su forma de manifestaci¨®n m¨¢s extrema. Pero no ha sido la ¨²nica. La negativa a responder sistem¨¢ticamente de su gesti¨®n con el argumento de que la oposici¨®n carece de legitimidad para exigir ning¨²n tipo de explicaciones, ha vaciado de contenido el debate parlamentario. La utilizaci¨®n abusiva del decreto-ley incluso para aprobar tratados internacionales para los que se exige la "previa" autorizaci¨®n de las Cortes Generales, es algo que no se ha producido ni en los peores momentos de la experiencia italiana. La perversi¨®n del procedimiento legislativo a trav¨¦s de un uso ventajista del Senado. La no celebraci¨®n de debates, como el que ten¨ªa lugar en el oto?o en el Senado sobre el Estado de las Autonom¨ªas, por razones puramente partidistas. La posposici¨®n de debates en funci¨®n de intereses electorales, como se pretende hacer este a?o con el debate sobre el estado de la naci¨®n, que el Gobierno quiere que se celebre tras las elecciones de junio. ?Se dejar¨¢ tambi¨¦n para entonces la comparecencia parlamentaria del presidente para informar de la guerra con Serbia? El listado es puramente ejemplificativo. Y eso con mayor¨ªa relativa.
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