Un volc¨¢n de valor y torer¨ªa
Una conmoci¨®n fue El Juli; un volc¨¢n de valor y torer¨ªa, que acab¨® pagando con sangre. La cogida -que se ve¨ªa venir-, lleg¨® cuando muleteaba al sexto toro en medio de un imenso clamor. Lleg¨® la cogida, aparatosa, tremenda; y la cornada, que afortunadamente no result¨® tan grave como se tem¨ªa. El toro le enganch¨® al porfiar un pase de pecho y apenas ca¨ªa al suelo le volte¨® otra vez con peor sa?a. El roto sanguinolento de la taleguilla delataba la herida, que El Juli ni se mir¨®. Y volvi¨® a la cara del toro. Y le lig¨® pases en redondo impecables. Y le cuadr¨® r¨¢pido para tumbarlo de una estocada hasta la bola.
Los tendidos de la Maestranza se cuajaron entonces de pa?uelos, las dos orejas que concedi¨® el presidente parec¨ªan insuficientes y parte del p¨²blico ped¨ªa el rabo tambi¨¦n. Hubo gritos de "?Torero!", mientras las asistencias levantaban a El Juli en brazos y se lo llevaban apresuradamente a la enfermer¨ªa. La Puerta del Pr¨ªncipe estaba abierta de par en par.
Jandilla/ Romero, Ponce, Juli
Toros de Jandilla, sin trap¨ªo -varios impresentables-, flojos, descastados. Curro Romero: pinchazo pescuecero, rueda de peones, estocada atravesad¨ªsima que asoma por la paletilla, tres descabellos y se echa el toro (silencio); golletazo (silencio). Enrique Ponce: estocada ladeada (silencio); estocada (silencio). El Juli: pinchazo y estocada (oreja); estocada (dos orejas); cogido en la faena de muleta, pas¨® a la enfermer¨ªa y no pudo salir por la Puerta del Pr¨ªncipe, que ten¨ªa abierta. Enfermer¨ªa: Intervenido El Juli de cornada menos grave en un muslo.Plaza de la Maestranza, 23 de abril (tarde). 15? corrida de feria. Lleno.Un volc¨¢n de valor y torer¨ªa
La Puerta del Pr¨ªncipe era el s¨ªmbolo del honor y la gloria que hab¨ªa ganado el torero lance a lance, pase a pase, con su generosa entrega, con su valor sin cuento, con su acendrada torer¨ªa.
Dio la sensaci¨®n de que El Juli se hab¨ªa llegado a la Maestranza a merendar. Enti¨¦ndase la met¨¢fora: a merendarse las figuras. Y -?am, ?am- se las engull¨® enteras, las hizo desaparecer del mapa. Qu¨¦ bochorno, las dos figuras; qu¨¦ exhibici¨®n de incompetencia. Digamos de Curro Romero que dio un sainete; digamos de Enrique Ponce que intent¨® colar de matute su desaforado pegapasismo y acab¨® sumido en el mayor de los rid¨ªculos.
Curro, que andaba por la gloria, baj¨® para hacerse el humano y acab¨® ofreciendo una versi¨®n lamentable de las limitaciones y las miserias propias del ser terrenal. Precavido, azaroso, perdida la compostura y ajeno a la dignidad torera, trapace¨® sin decoro y mat¨® de infamantes pu?aladas.
El primer toro de poco le atrapa en pleno trapacear y escap¨® del achuch¨®n mediante un descontrolado perneo. Luego lo atraves¨® de parte a parte. Al cuarto, que era una piltrafa, le fingi¨® unos someros apuntes de toreo fino y lo tumb¨® de cruel golletazo. Son modos absolutamente intolerables, por supuesto, que en cualquier plaza habr¨ªan provocado un conflicto de orden p¨²blico, pero la Maestranza prefiri¨® callar y se marc¨® una de disimulo.
Tampoco le manifestaron a Enrique Ponce el rechazo que produc¨ªa su toreo adocenado y ventajista. Alg¨²n pitido aislado, alg¨²n murmullo... y despu¨¦s el silencio. Quiz¨¢ el silencio sea lo peor, si -como era el caso- expresa indiferencia o desd¨¦n. Y no era para menos. A un torillo que sac¨® cierta viveza Enrique Ponce le quiso dar los derechazos y pudo apreciarse que no pod¨ªa con ¨¦l. Hablando en plata: al genio del toro correspond¨ªa poniendo pies en polvorosa. Al quinto de la tarde, de hermosa cabeza pero asardinado palmito y aborregado temperamento, le peg¨® corriendo los derechazos, sin mando los naturales, y vistas las capacidades del artista parte del p¨²blico le pidi¨® que terminara de una vez, por favor.
Ven¨ªa a continuaci¨®n El Juli, otra disposici¨®n, otro concepto del arte de torear. El Juli lance¨® a la ver¨®nica, entr¨® a quites, se emple¨® a fondo en las faenas de muleta, y cada una de sus intervenciones constitu¨ªa un motivo de asombro, un sobresalto, un desgarrado grito de angustia por la hondura con que ejecutaba las suertes, por la espontaneidad con que resolv¨ªa las situaciones comprometidas, por el aguante con que se pasaba los pitones rozando los alamares, por la serenidad con que consent¨ªa los derrotes.
Banderille¨® al sexto toro El Juli y lo hizo r¨¢pido y seguro: tres pares distintos, bien reunidos y ejecutados. Su actuaci¨®n en la Maestranza iba de alarde. Decimos como un volc¨¢n, y acaso no haya otra forma de expresar la intensidad con que derramaba el valor y la torer¨ªa.
Una exposici¨®n acabada del toreo en sus variadas gamas pretend¨ªa desgranar El Juli, no importaba si hab¨ªa de ser atropellando la raz¨®n. Hubo naturales extraordinarios en su primera faena, redondos de similar factura en la segunda. Impresionantes estatuarios en ambas, que pusieron boca abajo la plaza. Trincherilas a derechas o a izquierdas. Molinetes improvisados. Recursos toreros vistos rara vez, que hab¨ªa sacado de las tauromaquias a?ejas.
Y, naturalmente, los pases de pecho cl¨¢sicos, fuera o no oportuna su ejecuci¨®n. El sexto toro se quedaba en la suerte y ante la tenaz porf¨ªa de El Juli tiraba derrotes traicioneros. Quedaba con ellos avisado el diestro, qu¨¦ duda cabe; pero volvi¨® a insistir, y en una de esas fue cuando el toro le volte¨® con espeluznante sa?a.
No se crea que le arredr¨®: dolorido, cojeando, lig¨® pases de nuevo, entr¨® a matar en corto y por derecho; y s¨®lo cuando vio doblar al toro accedi¨® a que se lo llevaran las asistencias. Una prueba de valent¨ªa, un gesto de pundonor propio de los toreros aut¨¦nticos.
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