Toro sentado
El tercer toro se sent¨® durante la faena de muleta porque le dio la gana. En Am¨¦rica le habr¨ªan llamado Sitting Bull. No es lo malo que un toro se siente si le da la gana. Lo preocupante, y lo raro, es que para levantarlo le tiraran del rabo y no reaccionara para nada ni pusiera reparo alguno. A buenas horas si a usted le tiran del rabo se iba a quedar tan tranquilo. A Sitting Bull -sin ir m¨¢s lejos- un pe¨®n le tira del rabo y se l¨ªa a guantazos. Un toro que se deja tirar del rabo no es de la Naturaleza. Un toro que se deja tirar del rabo acaso sea producto de laboratorio, imagen virtual, pero no toro de la vida. Los toros de la vida ser¨¢n nobles, boyantes, si se quiere tontos de remate, pero no les tira del rabo ni Dios, dicho sea con perd¨®n.
Dom¨ªnguez / Finito, Moreno, Bejarano
Toros de Mar¨ªa Luisa Dom¨ªnguez P¨¦rez de Vargas, en general bien presentados, 5? grande; inv¨¢lidos, cumplieron en varas, mayor¨ªa aborregados y mortecinos en la muleta. Finito de C¨®rdoba: cinco pinchazos, descabello -aviso con retraso- y descabello (silencio); pinchazo -aviso con retraso-, media atravesad¨ªsima, rueda de peones y descabello (silencio). Jos¨¦ Luis Moreno: estocada delantera, rueda insistente de peones y descabello (escasa petici¨®n y vuelta); dos pinchazos, rueda de peones, pinchazo muy bajo y tres descabellos (silencio). Vicente Bejarano: estocada ladeada y tres descabellos (silencio); estocada ca¨ªda (oreja con escasa petici¨®n). Plaza de la Maestranza, 26 de abril. 19? y ¨²ltima corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Est¨¢n saliendo a los ruedos unos toros muy raros. Toros que se caen, que se sientan, que se dejan meter mano por donde lo del d¨ªa de la boda. Se esperaba -y con esa ilusi¨®n acudieron los aficionados a la Maestranza- que los Guardiola, hierro Mar¨ªa Luisa Dom¨ªnguez, ser¨ªan distinta cuesti¨®n. Y, efectivamente, aparecieron lustrosos; mas a los pocos trancos se comportaban igual que todos.
Sometidos a la prueba del caballo, no es que hicieran el rid¨ªculo, pero tampoco sirvi¨® para demostrar la bravura propia de su encaste. En realidad la prueba qued¨® convertida en una bochornosa ficci¨®n. Los toreros, al parecer incompetentes en materia lidiadora, ni siquiera pon¨ªan en suerte a los toros pues se les iban del percal para acudir a los caballos al relance. Luego ven¨ªan los individuos del castore?o, met¨ªan ca?a a los toros someti¨¦ndoles a la sanguinaria carioca, tap¨¢ndoles la salida, y no hab¨ªa forma de medirles ni la bravura, ni la fijeza.
Los aficionados se desga?itaban: "?Ponedlos de largo!". Y si quieres arroz: los pon¨ªan de corto. Hubo toro al que se oblig¨® a tomar una vara partiendo de las puras tablas mientras el picador, que ya le hab¨ªa cerrado el paso, le echaba el caballo encima.
De manera que los toros sal¨ªan de la prueba del caballo no picados sino debelados, como en la guerra. Y apenas los sacaban de all¨¢, se ca¨ªan de bruces. En otras palabras: que los dejaban para el arrastre.
Ahora bien, no ven¨ªa el arrastre sino el tercio de banderillas, despu¨¦s las faenas de muleta, interminables y espesas. El orden de la lidia se sigue con puntillosa minuciosidad, as¨ª se d¨¦ patadas con la l¨®gica. Y los toreros, fieles a este ritual esot¨¦rico, se ponen a pegar pases como si en vez de un toro moribundo les hubiesen puesto delante al famoso Jaquet¨®n; aquel toro paradigma de la bravura que despu¨¦s de sufrir docenas de puyazos, moler las costillas a los picadores y haber sacado las tripas a un mont¨®n de caballos, con un pulm¨®n reventado (seg¨²n descubri¨® la autopsia) a¨²n segu¨ªa embistiendo.
La afici¨®n se malicia, sin embargo, que si los toros salieran al estilo del Jaquet¨®n, con la ind¨®mita pujanza propia de su especie, los toreros actuales no ser¨ªan capaces de soportar ni un minuto sus fogosas embestidas.
Los de la llamada Corrida de Resaca eran -seguramente qued¨® sobreentendido- el caso opuesto y la terna no par¨® de pegarles los derechazos. Finito de C¨®rdoba los peg¨® huidizo a su primero; corajudo y acelerado -medio tumbado y fuera cacho tambi¨¦n- al cuarto, y aquellas formas nada ten¨ªan que ver con las exquisiteces interpretativas que le dieron merecida fama de artista. Claro que es de Sabadell y alguna vez se le ten¨ªa que notar.
Valiente estuvo Jos¨¦ Luis Moreno, sac¨® dos estimables tandas de derechazos al tercero, le intent¨® los naturales poni¨¦ndolo todo de su parte y de poco corta una oreja. Pech¨® luego con las intemperancias del quinto, un cuajado ejemplar acucharao de 610 kilos, que se quedaba en la suerte, y ya ten¨ªa ganado el t¨ªtulo de diestro arrojado y pundonoroso cuando a la hora de matar se lo pens¨® dos veces y se echaba fuera.
Arte es lo que intent¨® aportar a toda costa Vicente Bejarano y tuvo esa ocasi¨®n con el sexto guardiola que, pese a su invalidez, acept¨® el reto del torero y embisti¨®. Hubo naturales de gala, m¨¦rito exclusivo del diestro, que encel¨® al borrego mediante la t¨¦cnica de parar, templar y mandar, y a¨²n se permiti¨® el lujo de a?adir los muletazos de frente juntas las zapatillas.
?se no era el toro que se sent¨®. El toro que se sent¨® fue el anterior de Vicente Bejarano. Y cuando lo levant¨® el pe¨®n le dio dos kikirik¨ªes. La verdad es que a un toro que se deja tirar del rabo lo mismo se le puede dar el kikirik¨ª por delante que el salto del capullo por detr¨¢s. A gusto del consumidor.
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