Re¨ªrse de todo el pa¨ªs
SI ALGO no se le puede negar al ministro de Fomento es perseverancia en la b¨²squeda de culpables del caos a¨¦reo. Al margen de la herencia socialista, a la que apel¨® ayer por en¨¦sima vez, el ministro ha quemado ya a seis altos cargos de su departamento como chivos expiatorios sin que le tiemble el pulso, y sin que en ning¨²n momento se haya planteado que el problema es ¨¦l. Impasible el adem¨¢n, ayer sostuvo por tres veces en el pleno del Senado que ser¨ªa "absolutamente rid¨ªculo" que se responsabilizara de la huelga de pilotos del SEPLA o del exceso de programaci¨®n de vuelos de las compa?¨ªas a¨¦reas, causas, en su opini¨®n, del desastre a¨¦reo espa?ol. En realidad, lo ¨²nico rid¨ªculo fue su intervenci¨®n: ofensiva para los ciudadanos que han perdido el tiempo y el dinero secuestrados en los aeropuertos a la espera de vuelos que nunca despegan; insultante para los empresarios tur¨ªsticos, que exigen soluciones urgentes para evitar los efectos que va a provocar el recorte del tr¨¢fico a¨¦reo, y sencillamente estomagante por su enfermiza insistencia en culpar al Gobierno anterior de la situaci¨®n de cat¨¢strofe permanente en que viven los aeropuertos espa?oles. Arias- Salgado volvi¨® a re¨ªrse ayer del pa¨ªs en el Parlamento. El ministro tiene en su propia gesti¨®n la medida de lo rid¨ªculo: lo fue su propuesta, tan r¨¢pidamente lanzada como escondida luego, de utilizar Torrej¨®n como segundo aeropuerto de Madrid; es rid¨ªculo que se pierdan 15.000 maletas en las instalaciones de Barajas o que se cierre total o parcialmente un aeropuerto porque una perforadora destroza el cableado neur¨¢lgico de las pistas; o que durante tres a?os no exista un proyecto solvente para el tr¨¢fico a¨¦reo de Madrid; es rid¨ªculo, en fin, que un pa¨ªs en el que el turismo equivale al 10% de su PIB tenga sus aeropuertos permanentemente en estado de excepci¨®n. El ministro deber¨ªa ser m¨¢s cuidadoso al elegir los adjetivos. Para rid¨ªculo, el suyo.
Ansioso por eludir responsabilidades, Arias-Salgado tuvo a bien explicar ayer que su competencia administrativa se limita a garantizar el buen funcionamiento de los aeropuertos. Precisamente tal evidencia es la principal pieza acusatoria en su contra; porque los aeropuertos espa?oles funcionan de forma p¨¦sima o no funcionan, y una de las razones es la incapacidad del ministro para hacer frente al problema de los controladores. Para explicar por qu¨¦ no hay suficientes controladores dice Arias-Salgado que su formaci¨®n requiere entre 20 y 28 meses. Pues bien, ya lleva 36 meses en su poltrona y pod¨ªa haber formado los 700 que, al parecer, hacen falta.
Est¨¢ bien que el ministro analice las causas de la insuficiencia de profesionales, pero lo que los ciudadanos esperan de ¨¦l es que solucione el problema. En tres a?os ha tenido tiempo suficiente para prever la evoluci¨®n del tr¨¢fico de Barajas y proyectar sus necesidades a medio plazo. Al parecer, el Gobierno tampoco es capaz de evitar la confusi¨®n cuando trata de explicar su plan de choque contra el caos a¨¦reo. Arias-Salgado sorprendi¨® ayer diciendo que no habr¨¢ reducci¨®n de vuelos de Iberia, sino no aplicaci¨®n del aumento previsto, y que, con todo, habr¨¢ un crecimiento real del 3,5% de los vuelos. No es lo que se entendi¨® -un¨¢nimemente- al presidente de Iberia y al secretario de Estado de Infraestructuras cuando informaron oficialmente de las medidas. En todo caso, el ministro ha tardado una semana en aclararlo.
Arias intent¨® desviar la culpa del desastre a¨¦reo hacia Iberia y sus pilotos. Pero en la permanente actuaci¨®n del Sindicato de Pilotos de L¨ªneas A¨¦reas (SEPLA), experto en organizar desastres en los periodos de vacaciones a costa de los viajeros, tiene mucho que ver la inhibici¨®n de Iberia y, por lo tanto, del Ministerio de Industria, para enfrentarse al delirio creciente del monopolio de pilotos civiles. Arias-Salgado no puede eludir su cuota de responsabilidad por la descoordinaci¨®n y negligencia de su departamento y el del se?or Piqu¨¦ para poner fin al problema de los pilotos y de los controladores, acabar con el martirio de los viajeros y con la inquietud de las empresas.
A despecho de su incompetencia, a¨²n se permite el ministro hacer chistes de mal gusto sobre el escaso n¨²mero de firmas que pidieron su dimisi¨®n en Barajas. Es imposible que le quede alguna duda de que la sociedad espa?ola levanta un aut¨¦ntico clamor para que se vaya. Este hombre -que cada vez que echa la culpa a otro se r¨ªe de los ciudadanos- es una ruina, y cuanto antes lo entiendan as¨ª ¨¦l y el presidente del Gobierno ser¨¢ mejor para todos.
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