Juegos
Si el mundo cabe en un pa?uelo, unos juegos mediterr¨¢neos caben en una servilleta. En una servilleta de papel del bar Bah¨ªa de Palma almeriense. Las mejores ideas y ocurrencias municipales siempre ocurren en los bares apoyados en las inmediaciones de nuestros ayuntamientos. Que se lo pregunten si no a Rogelio Trif¨®n, el de la Flor del Toranzo. Con los Juegos del Mediterr¨¢neo de Almer¨ªa se ha cumplido este principio. En ese bar almeriense, frontero con su Ayuntamiento, charlaban un periodista y un edil del PP. El periodista no era otro que Jos¨¦ Mar¨ªa Granados; el concejal, Antonio Saenz Lozano. Ambos estaban hambrientos de orgullo local. En Sevilla, en Granada, en Barcelona se viv¨ªan aquellos momentos con el entusiasmo de sus ambiciosos retos: una Expo, un Mundial de Esqu¨ª, unas Olimpiadas. En Almer¨ªa faltaba la idea, el sue?o, la fantas¨ªa. Y fue precisamente en el bar Bah¨ªa de Palma donde surgi¨®. Una aut¨¦ntica locura. Una bendita majaroner¨ªa. Del mismo calibre que lo de Sevilla, Granada o Barcelona. Fue Granados quien le dijo a Saenz: "?Y por qu¨¦ no luchamos todos juntos por los Juegos del Mediterr¨¢neo?". Saenz alarg¨® el trago de su cerveza, le brillaron las pajarillas de los ojos y se apunt¨® la f¨®rmula del entusiasmo en una servilleta de papel. All¨ª estaba la fibra ¨®ptica de la isla del tesoro de la bendita idea almeriense. Una propuesta que secundaron todos los partidos pol¨ªticos municipales del Ayuntamiento de Santiago Mart¨ªnez. Todos a una, para cruzar muchos a?os despu¨¦s, en T¨²nez, la misma meta. Desde el pasado mi¨¦rcoles Almer¨ªa es mucho m¨¢s feliz. Y su felicidad est¨¢ cosida con los hilos de colores de los sue?os que se hacen posibles. S¨®lo desde la embriaguez que provoca el entusiasmo y algunas copas de m¨¢s puede uno entender la inocente inquietud de un almeriense de raz¨®n y coraz¨®n: "Y ahora terminar¨¢n la autov¨ªa, ?no?". Esa es la duda. Con qu¨¦ acabaremos antes, ?con la A92-2005 o con el ministro de fomento del caos a¨¦reo? Si todos los caminos llevan a Roma, ninguno de los citados acaban, como deben, en sus destinos. A Almer¨ªa se llega con trabajo. A Jerez o a Sevilla, por culpa de Iberia y el ministro del caos, se les ha escapado el trabajo de congresos que ten¨ªan. En esos juegos perdemos siempre los andaluces.
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