Ni torres ni blancas
Juan Huarte, constructor y mecenas de artistas como Chillida, Palazuelo u Oteiza, encarg¨® hace m¨¢s de treinta a?os al arquitecto navarro Francisco Javier S¨¢enz de Oiza erigir un edificio singular y en hormig¨®n. Ten¨ªa un solo fin, cuenta el arquitecto tres d¨¦cadas despu¨¦s: "Hacer un objeto de arte m¨¢s que de especulaci¨®n". La pureza de intenciones que dio nombre al edificio, Torres Blancas, se ha convertido con el tiempo en una paradoja: el plural es singular y los malos humos de la avenida de Am¨¦rica han ennegrecido su c¨¢scara. Lo que no han podido los a?os ha sido arrebatarle su singularidad arquitect¨®nica."La torre m¨¢s baja del mundo", como en su d¨ªa la calific¨® un cr¨ªtico, naci¨® vulnerando las reglas de la l¨®gica. La b¨²squeda del arte alej¨® al mecenas de la realidad y oblig¨® al arquitecto a quebrantar una de sus m¨¢ximas: dise?ar en funci¨®n del entorno.
Su primera disertaci¨®n fue concebir un edificio en dos fases. En la primera se construir¨ªa la estructura arb¨®rea en la que se insertar¨ªan las viviendas, realizadas en un segundo momento para dar libertad a los ocupantes de adecuarlas a sus necesidades. La capacidad de comprensi¨®n del promotor ten¨ªa l¨ªmites y S¨¢enz de Oiza recibi¨®, seg¨²n cuenta, un sonoro tortazo en forma de telegrama remitido por Huarte desde Par¨ªs. "Querido amigo", me dec¨ªa, "la verdadera libertad es hacer un buen proyecto". La bofetada me hizo invertir los t¨¦rminos. Proyect¨¦ un edificio muy consolidado que diera satisfacci¨®n a las necesidades del cliente". ?l, que se declara contradictorio por su b¨²squeda constante de la verdad, logr¨® imprimir ese sello a la torre. Contemplarla desde fuera es llevar inexorablemente el ojo al enga?o. Nadie puede imaginar que ese mastodonte, en palabras de su autor, renegrido, sin aristas ni ventanas, derroche en su interior pureza de l¨ªneas y luz. Ventanales, imperceptibles desde el exterior, circundan las habitaciones y vierten luz en las terrazas semicirculares que las camuflan a los ojos del transe¨²nte y a¨ªslan del mundanal ruido. Es un islote entre tanto ladrillo y aluminio.
En su d¨ªa fue una revoluci¨®n y un lujo. Del l¨¢piz del arquitecto salieron hasta los ¨²ltimos detalles: persianillas de madera, barandillas, indicadores de los pisos... En el reinado del terrazo, S¨¢enz de Oiza sol¨® con tarima el interior y pizarra las terrazas; en lugar del serigrafiado de moda, opt¨® por teselas de dos por dos para alicatar los ba?os blancos "como deben ser, higi¨¦nicos". S¨®lo hab¨ªa un pero: las cocinas. "Salieron angostas. Toda m¨¢quina", se justifica, "tiene un punto d¨¦bil". Para compensar la estrechez, las dot¨® con un montaplatos que supuestamente estar¨ªa conectado a la cafeter¨ªa proyectada en el ¨²ltimo piso. As¨ª se podr¨ªa evitar cocinar. "Me equivoqu¨¦ al plantear una necesidad que no exist¨ªa" dice ahora. Jam¨¢s se utilizaron, como tampoco la cafeter¨ªa. No ocurri¨® as¨ª con la piscina o el restaurante, el Ruperto de Nola, que durante a?os presumi¨® de ser el m¨¢s alto de la capital.
El arquitecto fij¨® la altura, 24 plantas, pero no el n¨²mero de viviendas. "Concebimos pisos grandes entre 240 y 300 metros que, en cualquier momento, pudieran dividirse en dos de mediano tama?o o en cuatro peque?os para ganar movilidad. Por eso, en la solicitud de licencia de construcci¨®n no especificamos n¨²mero". La demanda puso los l¨ªmites. En total, 102 viviendas -incluidas la del portero y la del encargado de mantenimiento- de 90, 120, 212, y 400 metros, estas ¨²ltimas d¨²plex. Mientras que Huarte consegu¨ªa el solar, "el Ayuntamiento se negaba a dar la licencia", recuerda S¨¢enz de Oiza. Tanta singularidad les descolocaba y sugirieron que las excentricidades, a pares. "Nos propusieron hacer dos torres iguales a ambos lados de la avenida. Pero el terreno era el que era". Huarte decidi¨® entonces ofrecer al consistorio realidad virtual. "Contrat¨® a un dibujante que cubri¨® mi edificio con una cascada de plantas y flores y pint¨® muchos coches por debajo. Entonces dijeron: "Esto es otra cosa" y nos dieron la licencia".
El arquitecto, al aceptar como parte del pago un amplio d¨²plex, dej¨® su modesto piso del Hogar del Empleado en la Puerta del ?ngel, donde se gestaron los planos de la torre. S¨¢enz de Oiza se hab¨ªa trasladado all¨ª a?os antes por coherencia: si hab¨ªa de edificar para el suburbio quer¨ªa vivir en el suburbio. Ahora, al cambiar el paseo de Extremadura por la avenida de Am¨¦rica, viv¨ªa por primera y ¨²nica vez la experiencia de residir en una de sus obras.
Cuando, a?os despu¨¦s, diversos problemas le obligaron de nuevo a la mudanza, "fue un desgarro", asegura. Cogi¨® entonces una c¨¢mara de fotos y retrat¨® cada rinc¨®n. Hoy, al ver aquellas fotos, no puede evitar exclamar: "Era preciosa".
El 22 de abril de 1969, Ferm¨ªn -el cauteloso portero que se niega a dar su apellido- aterrizaba a toda prisa con familia y enseres en la torre. Ten¨ªa 32 a?os y ven¨ªa a tomar posesi¨®n de la porter¨ªa porque el edificio ten¨ªa ya un vecino. "Era un belga y no se pod¨ªa correr el riesgo de que se quedara encerrado en el ascensor sin que hubiera nadie para rescatarle". Ferm¨ªn fue hace treinta a?os el segundo hu¨¦sped. Hoy es el m¨¢s antiguo. De memoria y de corrido enumera la galer¨ªa de personajes que a lo largo de treinta a?os desfilaron frente a su porter¨ªa: el mismo Oiza, Cela, Pajares, y el pintor Antonio L¨®pez, que aunque nunca residi¨® en la finca, tarde tras tarde se encaramaba a la azotea para plasmar las puestas de sol. No obstante, los vecinos, reconoce, no se conocen mucho entre s¨ª. "Es una casa muy independiente, pero muy viva", dice dejando entrever la indignaci¨®n que le produce escuchar que las oficinas han tomado el inmueble. "Mire los buzones y d¨ªgame cu¨¢ntas ve. Con los dedos de una mano se pueden contar las empresas. Esto es un edificio de viviendas", insiste machaconamente. ?Ni?os? "Claro que los hay. No es que sea como un barrio nuevo donde van los reci¨¦n casados, pero viven ni?os".
En estas casas, cuyos precios hoy oscilan entre los 45 y los 78 millones de pesetas, "todo el que vive le gusta". Lo dice aportando cifras. "M¨¢s del 50% de los vecinos vinieron en aquella ¨¦poca. Les ha pasado lo que a m¨ª, que vinieron j¨®venes y ahora ya no lo son tanto".
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