Despu¨¦s de la guerra
Los tiempos de guerra no son tiempos de palabras, por muy inteligentes que ¨¦stas sean. Si se est¨¢ en contra de la guerra yugoslava, uno puede manifestarse, firmar llamamientos, escribir a los miembros del Parlamento. Si se est¨¢ a favor, uno puede tener la esperanza de que concluya de modo razonable. Los grandes debates tendr¨¢n que empezar despu¨¦s, no ahora, cuando el escenario cambia cada d¨ªa. Por eso soy reacio a decir gran cosa en este momento. Las notas que siguen a continuaci¨®n son poco m¨¢s que apuntes para futuros debates.****
El proceso sistem¨¢tico de "purificaci¨®n" de los ciudadanos no- serbios, a veces visible y a veces invisible, en grandes ¨¢reas de la antigua Yugoslavia y el establecimiento de una tiran¨ªa serbia "pura" han sido, desde el principio, inaceptables e insoportables desde el punto de vista humano. Occidente lo toler¨® primero al reconocer nuevos Estados ¨¦tnicamente "limpios", como Croacia, y luego al intentar imponer un orden multi¨¦tnico viable en Bosnia-Herzegovina (mediante los acuerdos de Dayton). S¨®lo quedaba la cuesti¨®n de Kosovo. Cuando el r¨¦gimen de Milosevic comenz¨® a masacrar a albaneses para "purificar" toda la provincia, se lleg¨® a un punto en el que tuvimos que decir: "Basta ya". No me cabe la menor duda de que si Occidente, y Europa dentro de ¨¦l, significa algo, ese "basta ya" era necesario y estaba justificado.
La cuesti¨®n de la relaci¨®n entre los fines y los medios de la guerra de Yugoslavia es una de esas cosas que ahora no tiene sentido discutir. A su debido tiempo sabremos la respuesta. Algunos creen saberla ahora, quiz¨¢ quieran poder decir "ya os lo dije" cuando se sepan los resultados. Como ¨¦se no es mi deseo, no tengo necesidad de pronunciarme sobre el tema.
La guerra de Yugoslavia se ha denominado la primera guerra de la izquierda. Es cierto que los objetivos de la guerra no tienen ning¨²n parecido con los objetivos tradicionales de una intervenci¨®n. La seguridad de Europa no se ve directamente amenazada por el asesinato en masa y la expulsi¨®n de personas de los Balcanes, y ni la OTAN ni ninguno de sus miembros tiene la m¨¢s m¨ªnima ambici¨®n de conquista. En t¨¦rminos geopol¨ªticos, la guerra no tiene mucho sentido. Por lo tanto, no resulta sorprendente que gran parte de la oposici¨®n a la guerra provenga de la derecha pol¨ªtica. Para la escuela de pensamiento de Kissinger, es una guerra equivocada. Uno duda si utilizar la palabra "humanitaria" a la hora de referirse a una guerra, sea de la clase que sea, pero el objetivo de la guerra de Yugoslavia es claramente la seguridad y la supervivencia de unos seres humanos que se ven amenazados por un nacionalismo agresivo.
La guerra de Yugoslavia nos dice mucho sobre Europa. Cabe la sospecha de que sin la OTAN, es decir, sin los Estados Unidos del presidente Clinton, Europa habr¨ªa llegado hasta un l¨ªmite, pero no habr¨ªa ido m¨¢s all¨¢. Ahora que Europa lo ha hecho, ha ocurrido algo de trascendental importancia que tiene mucho que ver con la propia definici¨®n de lo que es Europa. La cuesti¨®n de d¨®nde comienza y termina Europa ha sido muchas veces de naturaleza casi metaf¨ªsica. ?Qui¨¦nes son los aut¨¦nticos europeos? ?Son europeos los eslavos? ?Y los musulmanes? Son interrogantes que carecen de sentido. Probablemente es cierto que nos podemos defender con una definici¨®n vagamente geogr¨¢fica de Europa, pero necesitamos una definici¨®n estrictamente pol¨ªtica. Europa incluye a todos los pa¨ªses del Viejo Continente que abrazan los principios del liberalismo pol¨ªtico, el gobierno de la ley, la democracia, un comportamiento civilizado. En este sentido, el Consejo de Europa ha dibujado sus fronteras con enorme generosidad, mientras la Uni¨®n Europea lo ha hecho de un modo un tanto restringido. Uno de los efectos de la guerra va a ser que los pa¨ªses de los Balcanes, Serbia incluida, van a ser definidos como pertenecientes a Europa, a pesar del hecho de que les queda un largo trecho por recorrer antes de que honestamente pueda decirse que cumplen los principios del liberalismo pol¨ªtico. El compromiso de Europa es como m¨ªnimo una promesa de futura pertenencia a la Uni¨®n de toda la regi¨®n que media entre Austria y Grecia.
Una promesa no f¨¢cil de cumplir. Hablar de un Plan Marshall es tan tentador como equ¨ªvoco. La magnitud de los recursos que habr¨ªa que poner en marcha son igualmente dif¨ªciles de allegar. Estados Unidos le dio a Europa el 2% de su PIB cuando se puso en marcha el Plan Marshall. Recordemos que el costo total de la Uni¨®n Europea se encuentra un 1,2% por debajo del PIB de sus miembros. Cuando termine la guerra se necesitar¨¢ una ayuda gigantesca de todo tipo. Se materializar¨¢ en forma de un programa de reconstrucci¨®n para Serbia, y un programa de desarrollo para otras partes de la antigua Yugoslavia, incluyendo Kosovo. ?sta ser¨¢ la aut¨¦ntica prueba de que Europa tiene voluntad de defender sus valores. No estar¨ªa mal que una de las primeras medidas del nuevo presidente de la Comisi¨®n fuera nombrar un comisario con responsabilidad especial sobre los Balcanes. (Con esto demostrar¨ªa adem¨¢s que lo que pretende es presidir una Comisi¨®n m¨¢s centrada en el trabajo que en cuestiones puramente burocr¨¢ticas).
Hay un tema que resulta especialmente perturbador para un defensor del liberalismo pol¨ªtico. El liberalismo es aquel sistema seg¨²n el cual individuos de distintas orientaciones pol¨ªticas, or¨ªgenes y lealtades viven juntos en paz bajo el imperio de la ley y la democracia. En principio, todos los reg¨ªmenes liberales reconocen y se benefician de la heterogeneidad de su ciudadan¨ªa. En el caso de Bosnia se ha hecho un intento de enraizar estos principios, aunque se nos debe permitir dudar sobre los resultados. ?C¨®mo vamos a justificar la posibilidad de fomentar la homogeneidad ¨¦tnica en cualquier parte, y particularmente en Kosovo? ?Va Europa a aceptar la creaci¨®n de una provincia o un pa¨ªs deliberadamente homog¨¦neo? ?Vamos a ser nosotros, los liberales europeos, protectores de la "limpieza" ¨¦tnica? De momento es una pregunta hipot¨¦tica. Pero podr¨ªa plantearse, e incluso alg¨²n aspecto de la misma est¨¢ impl¨ªcito en cualquier afirmaci¨®n sobre los objetivos de la guerra. La respuesta probablemente sea afirmativa: que eso es lo que pretendemos. Pero qu¨¦ respuesta tan inquietante.
Los lectores no dejar¨¢n de advertir que estos comentarios esquivan deliberadamente las cuestiones m¨¢s candentes que hoy se discuten en los hogares y lugares de trabajo de toda Europa. Lo he hecho adrede. No creo realmente que vayamos a ganar nada con dedicarnos a especulaciones intelectuales sobre lo que toca hacer a continuaci¨®n. Pero hay un sombr¨ªo comentario final perfectamente acorde con todas estas reflexiones. Se ha dicho con frecuencia que el proceso de integraci¨®n europea tiene, al menos, un logro indiscutible: ya no es posible la guerra en Europa. Jam¨¢s he dicho semejante cosa ni creo que eso sea as¨ª. Hay que tener mucho cuidado con el uso de la palabra "imposible" al hablar de temas humanos. Muy pocas cosas que hayan sido posibles en el pasado son hoy imposibles. Por lo tanto, es important¨ªsimo que no demos nada por hecho y construyamos una Europa preparada para todas las contingencias. El liberalismo pol¨ªtico siempre se encuentra amenazado y, sin embargo, es nuestra mejor esperanza.
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