Hambres mellizas
DE PASADAEmbobados y con las canillas machacadas de tanto re¨ªr y escuchar se quedaron 300 y pico personas el s¨¢bado por la noche en M¨¢laga en el Centro Cultural de Diputaci¨®n. Delante de ellos, Chano Lobato, creciendo cuanto m¨¢s se desmitificaba delante de todos. Nadie se alarme: vuelve el 8 de junio para La Moraga anual que organiza la Pe?a Juan Breva. Vino acompa?ado de la guitarra de su hijo Juan Ram¨ªrez, y de las palabras escritas por el periodista Miguel Mora y narradas por ¨¦l y el promotor Juan Verd¨². El espect¨¢culo, creado para que el cantaor vaya eclipsando a los narradores, forma, divierte y emociona, pero, sobre todo, abre puertas. Los j¨®venes que se acercaban por primera vez al flamenco, encontraron una br¨²jula en el lenguaje, las buler¨ªas o las an¨¦cdotas de Chano. Muchos preguntar¨¢n ahora por Ignacio Espeleta, por Peric¨®n de C¨¢diz, por Macand¨¦, Rancapino o Enrique El Mellizo. Muchos entender¨¢n ahora de d¨®nde viene un Chiquito, o qu¨¦ categor¨ªa tiene en C¨¢diz el embuste entendido como una de las bellas artes. Modesto desde su genialidad comunicadora, Chano ratifica que el flamenco es de todos y ninguno. ?l es testigo imprescindible de los tiempos donde tuvo que sortear el hambre a base de ingenio y facultades. Y ah¨ª est¨¢, ri¨¦ndose del hambre pasada, delante de un p¨²blico al que se le saltan las l¨¢grimas. Las hambres mellizas, esas hambres que te dejan un vac¨ªo doble en el est¨®mago, que dec¨ªa Juan El Camas, otro sabio necesario. ?De qu¨¦ nos re¨ªmos? De que un hombre sea capaz de minimizar la carencia con humor e inteligencia. Que alguien sea capaz de desnudarte la impostura cantando y contando como nadie; en flamenco, la humildad es grandeza. Sin darnos cuenta, entre alegr¨ªas, tangos, colombianas, tanguillos, sole¨¢s o unas buler¨ªas marca de la casa que ensartan como una brocheta cualquier canci¨®n de cualquier parte y las somete -las libera- a comp¨¢s, este hombre que se r¨ªe de su sombra nos ha contado c¨®mo ese arte suyo y colectivo naci¨® de la supervivencia. A los 71 a?os y diab¨¦tico a toda honra, a¨²n apela al chav¨® list¨ªsimo que las pillaba al vuelo. Acaba el concierto con paradoja. "Mi muj¨¦ me dice no tomes esto o aquello; y yo pienso: tantos a?os pasando hambre y, ahora que ya no hay necesidad, me tengo que priv¨¢ de t¨®". El hombre crece sobre el artista. La gente se le acerca y le da la mano.
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