Conociendo a Crist¨®bal Col¨®n
En los tres d¨ªas que lleva en Mollina (M¨¢laga) ha jugado al baloncesto, al tenis de mesa y al f¨²tbol. Pero Visar, uno de los 235 albanokosovares que llegaron el viernes a nuestro pa¨ªs, tambi¨¦n ha encontrado tiempo para estudiar. "Estoy leyendo un libro sobre Espa?a", chapurrea este joven de 13 a?os en ingl¨¦s a trav¨¦s de la verja que le separa de la calle a la vez que deja caer un nombre t¨ªpicamente hispano: el de Crist¨®bal Col¨®n. "Spain is good", dice este joven que llevaba un mes en un campo de refugiados en Macedonia antes de que un DC-10 de Iberia le trajera junto a sus padres y sus tres hermanos a la Espa?a de la que tan bien habla. Lo dice a pesar de que lo ¨²nico que ha visto son, a trav¨¦s de la ventana de un autob¨²s, los m¨¢s de 50 kil¨®metros que separan el aeropuerto de M¨¢laga del Centro Eurolatinoamericano de Juventud (Ceulaj): las instalaciones del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales en Mollina, donde est¨¢n alojadas estas 36 familias. "No nos ha llegado ni una sola petici¨®n para salir del centro", comenta su director Ignacio Perell¨®. "Arrastran una inercia de miedo y es l¨®gico que prefieran quedarse aqu¨ª. Adem¨¢s, aunque esto sea lo de menos, si saliesen ir¨ªan indocumentados". No por mucho tiempo m¨¢s. Un equipo del Ministerio de Interior se traslad¨® ayer al centro donde ha comenzado el papeleo para regularizar su situaci¨®n. "Van a convertirse en ciudadanos de primera", asegura Perell¨® en referencia a que el Gobierno les va a proporcionar la c¨¦dula de inscripci¨®n, el permiso de trabajo y de residencia. No se han olvidado del lenguaje. "Se les ha ense?ado las palabras claves de nuestro idioma". ?Cu¨¢les? "Pues, hola, quiero comer, estoy contento". Visar a?ade algunas m¨¢s, con un acento bastante menos correcto que el de Perell¨®: "Gracias, buenos d¨ªas, buenas noches". Los cursos de espa?ol no comenzar¨¢n hasta dentro de unos d¨ªas, seg¨²n el director. El objetivo es claro: "Que sean muchos los instrumentos que tengan para su integraci¨®n". Todo indica que lo est¨¢n consiguiendo. El murmullo de los ni?os en una guarder¨ªa improvisada y los gritos de los j¨®venes jugando en el polideportivo son los ¨²nicos elementos que rompen con la tranquilidad que hay en el centro. Las parejas paseando sin apenas tocar el suelo por el jard¨ªn y un chavalito rubio de un palmo de alto haciendo pis contra el muro de uno de los m¨®dulos no daba sino m¨¢s sensaci¨®n de normalidad. "Las camareras llegan a las habitaciones y se encuentran las camas perfectamente hechas y el suelo impoluto", dice Perell¨®. "Tienen muy claro donde empieza su ¨¢mbito de privacidad". De hecho, a trav¨¦s de las cabezas de familia han comunicado su ganas de cooperar. "Son tantas que se puede hablar de cogesti¨®n", seg¨²n el director. Eso s¨ª, acorde con el modelo tradicional: "El marido, cuando lo hay, es el que representa a todos sus miembros, la mujer es la que lleva el control de los asuntos internos". Son familias compuestas por gente del campo, universitarios, abogados. Y hasta por trabajadores de la construcci¨®n, como los padres de Agim, un joven de 14 a?os, que en este tiempo se ha hecho un buen amigo de Visar. "Macedonia no me gustaba. Los campos no ten¨ªan casas como el de aqu¨ª", asegura este joven que ya ha cambiado su ropa de abrigo por un ch¨¢ndal. No s¨®lo casas: Tambi¨¦n se ha habilitado una peque?a mezquita, tel¨¦fonos para hablar con sus familias y un sistema para que se puedan comunicar a trav¨¦s de Internet.
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