Cooperaci¨®n latina
ES POSIBLE que haya que modificar los criterios para la concesi¨®n de ayudas a la cooperaci¨®n de nuestras universidades con las de Am¨¦rica Latina; o quiz¨¢ haya que a?adir simplemente nuevas modalidades a las que ya estaban en vigor y han rendido en el pasado reciente un servicio que, como todo en esta vida, es mejorable. Decidirlo corresponde a las autoridades de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional (AECI), encargada de distribuir y evaluar esas ayudas, junto con los rectores, cuyas universidades ponen en pr¨¢ctica los programas de cooperaci¨®n. Lo que resulta poco discutible es la necesidad de aumentar el esfuerzo en cooperaci¨®n con Am¨¦rica Latina en lugar de disminuirlo, como parecen indicar los presupuestos dedicados a este cap¨ªtulo en los ¨²ltimos a?os.En un momento en el que la presencia espa?ola en el mundo empresarial est¨¢ creciendo de forma notable, en clara demostraci¨®n de la confianza en el porvenir de los pa¨ªses de habla hispana y de la ventaja comparativa asociada a compartir el idioma, lo m¨¢s sensato, y hasta inevitable, ser¨ªa incrementar igualmente el ritmo de cooperaci¨®n entre las universidades y otras instituciones de ense?anza e investigaci¨®n. No s¨®lo porque es el ¨¢mbito natural de influencia mutua, al existir una identidad b¨¢sica entre nuestras culturas, sino tambi¨¦n porque, a la larga, las relaciones anudadas en el terreno acad¨¦mico acaban por extenderse a la sociedad entera. Eso lo saben perfectamente otros pa¨ªses que cuidan con esmero las comunidades ling¨¹¨ªsticas y culturales en la confianza de que lo que se consiga en este terreno repercutir¨¢ en todos los dem¨¢s ¨®rdenes de la vida social y econ¨®mica.
Para mentalidades poco propensas a pensar en t¨¦rminos de intereses a largo plazo, puede parecer que los recursos destinados a propiciar el intercambio de estudiantes, profesores e investigadores a ambos lados del Atl¨¢ntico es tiempo y dinero perdidos en turismo cultural. La realidad es la contraria, lo cual no empece para que se extreme el rigor en la concesi¨®n de ayudas que se cubren con cargo al contribuyente, que se haga un seguimiento exhaustivo de las mismas y que se racionalice su administraci¨®n tanto como sea posible. Pero en ning¨²n caso debemos dejar que al tirar el agua sucia se nos vaya el ni?o, y con ¨¦l, una actividad de nuestras instituciones docentes que interesa a toda la sociedad.
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