De camino hacia la integraci¨®n
Si la ausencia de noticias es sin¨®nimo de normalidad, la situaci¨®n del importante colectivo de inmigrantes magreb¨ªes en Viladecans (Baix Llobregat), de unas 800 personas censadas, se ha normalizado. La estampa tercermundista de corrillos de inmigrantes norteafricanos -mayoritariamente marroqu¨ªes- esperando en una plaza de la ciudad a ser recogidos por el cami¨®n de un pay¨¦s para probar suerte y trabajar ese d¨ªa, hace tiempo que desapareci¨®. Los ¨²ltimos incidentes de los que fueron v¨ªctimas los inmigrantes datan de hace tres a?os. Tampoco trascienden episodios de marroqu¨ªes hacinados en una pensi¨®n ilegal. Hasta del ¨²ltimo campamento de chabolas -cuyos ocupantes desaparecieron de la noche a la ma?ana cuando adquiri¨® los terrenos una empresa municipal- no queda vestigio alguno. Esta normalizaci¨®n del fen¨®meno de la inmigraci¨®n ya tiene una traducci¨®n: la reagrupaci¨®n familiar empieza a cobrar forma. Viladecans ha ido borrando la fina l¨ªnea que separaba a los ciudadanos aut¨®ctonos de los norteafricanos. A los inmigrantes se les nota con ganas de echar ra¨ªces, aunque todav¨ªa sea de una manera incipiente. La idea primigenia de instalarse provisionalmente para ganar el dinero suficiente para volver a su pa¨ªs va perdiendo fuerza en cuanto el inmigrante logra cierta estabilidad. Una estabilidad que da, sin duda, el empleo. Y que es a la vez el pilar fundamental de esa normalizaci¨®n y el principal obst¨¢culo. En materia laboral, la situaci¨®n actual no difiere demasiado de la que dibuj¨® el antrop¨®logo Luis Miguel Narbona a principios de los noventa en su libro Marroqu¨ªes en Viladecans: "Los marroqu¨ªes ocupan, b¨¢sicamente, el espacio del que huyeron los jornaleros del campo desde el inicio del ¨¦xodo rural. Los menos acceden a subempleos en la construcci¨®n y una ¨ªnfima parte a la industria y los servicios. El com¨²n denominador de los empleos, afortunadamente no de todos, es de una extrema inestabilidad y una falta de promoci¨®n". Ante las posibilidades crecientes de reagrupaci¨®n familiar, los que consiguen estabilizarse laboralmente -los menos- llegan incluso a comprar una vivienda. Esta evoluci¨®n ha permitido que los inmigrantes se hayan distribuido f¨ªsicamente por la ciudad y, por tanto, no concentren su residencia en una sola zona: el barrio Sales. Hoy en d¨ªa s¨®lo alrededor de una tercera parte de los inmigrantes magreb¨ªes de Viladecans vive en ese barrio, aunque la imagen preconcebida que tienen muchos ciudadanos aut¨®ctonos tarde en desaparecer, como todos los estereotipos. A la distribuci¨®n territorial homog¨¦nea de los inmigrantes ha contribuido en buena medida el programa que hace casi dos a?os pusieron en marcha conjuntamente el Ayuntamiento y la Generalitat. Se constituy¨® una bolsa de pisos de alquiler para inmigrantes y las administraciones ejerc¨ªan el papel de avalistas para diluir los recelos de los propietarios. Aunque los inicios fueron renqueantes, bastantes inmigrantes han conseguido en este tiempo acceder a un piso de alquiler. Tambi¨¦n ha ayudado el hecho de que Viladecans, que acogi¨® en su momento un gran aluvi¨®n de ciudadanos procedentes de otras zonas de Espa?a, cuenta con una cifra importante de viviendas a bajo precio, pero no hay un barrio concreto con precios m¨¢s bajos que cualquier otro. "Esto ha evitado la generaci¨®n de un gueto", se?ala Narbona. Esta distribuci¨®n de los marroqu¨ªes por los diferentes barrios favorece la integraci¨®n, o la inserci¨®n social, t¨¦rmino que prefiere utilizar el antrop¨®logo. Una encuesta municipal realizada hace algunos a?os revelaba que el contacto con los inmigrantes -por trabajo, domicilio, amistad o parentesco- potenciaba la imagen favorable de ¨¦stos que ten¨ªan los aut¨®ctonos. Cierto es tambi¨¦n que buena parte de los inmigrantes siguen relacion¨¢ndose entre s¨ª. Acuden a unos bares en concreto, regentados por paisanos que han dado un paso m¨¢s, y se re¨²nen en los mismos sitios. Incluso se han abierto carnicer¨ªas con animales sacrificados siguiendo los preceptos musulmanes y que se encargan de abastecer al colectivo. Pero esto tambi¨¦n ocurre con los inmigrantes procedentes de otros lugares de Espa?a, que tienen sus casas regionales. "Son centros afectivos y es incluso sano", indica Narbona. El fen¨®meno creciente de reunificaci¨®n familiar y la aparici¨®n de la segunda generaci¨®n de inmigrantes contribuir¨¢ a derribar las ¨²ltimas barreras. Los ni?os y los j¨®venes, como en tantos aspectos de la vida, son el futuro. En este sentido, los menores inmigrantes entran en contacto con los dem¨¢s ni?os desde el primer momento a trav¨¦s del colegio. Entre ellos no hay diferencias. Pr¨¢cticamente todos los hijos de inmigrantes marroqu¨ªes est¨¢n escolarizados y se mueven en los m¨¢rgenes habituales de fracaso escolar. El problema se da m¨¢s en casos concretos: ni?os que llegan con 10 a?os y a mitad de curso, que desconocen el idioma. Para ellos, el Ayuntamiento puso en marcha hace dos a?os un programa de inserci¨®n escolar en el que se imparten clases de castellano y catal¨¢n. El tema de la atenci¨®n sanitaria es m¨¢s problem¨¢tico. "Si acuden de urgencias al hospital de Viladecans, no tienen problemas en ser atendidos", indica Narbona. Otro cantar es la atenci¨®n ambulatoria. "Es un asunto pendiente de resolver", indica el antrop¨®logo. Con todo, el camino hacia la normalidad parece que no tiene vuelta atr¨¢s. Sin embargo, Ibn Jaldun, una asociaci¨®n de inmigrantes de Viladecans, advierte que la integraci¨®n "tiene que venir dada por una igualdad en todos los ¨¢mbitos. Mientras no se nos permita acceder al mercado laboral, a la sanidad, a la vivienda y a la educaci¨®n en las mismas condiciones que los ciudadanos no puede hablarse de integraci¨®n real".
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