La guerra, a la vuelta de la esquina
El conflicto en Yugoslavia se ve con frialdad desde Rota y Mor¨®n, a pesar de la cercan¨ªa de las bases estadounidenses
Seg¨²n pasan los d¨ªas (y van 51), las noticias de los bombardeos de la OTAN sobre Serbia se van alejando de lo monstruoso para acomodarse en el magma de lo molesto pero cotidiano. Espa?a tiene varios aviones, barcos y personal de tierra en la zona, pero la guerra en Yugoslavia tambi¨¦n se vive en territorio espa?ol de forma palpable: las bases de Rota y Mor¨®n de la Frontera est¨¢n en la punta de la lanza de la estrategia estadounidense en Europa.Pero para muchos espa?oles este estado de guerra no es novedad. Los vecinos de Rota est¨¢n acostumbrados a servir de albergue a la VI Flota estadounidense desde los primeros a?os 50, y los intensos bombardeos sobre Serbia ni siquiera suponen uno de los momentos de mayor tensi¨®n o de m¨¢s movimiento de buques y aeronaves.
La Guerra del Golfo, en 1991, s¨ª fue algo que se recuerda como especial. El cielo estaba lleno del ruido de los grandes reactores y en las calles del pueblo hab¨ªa centenares de marineros comiendo -y sobre todo bebiendo- en su escala camino del P¨¦rsico. A fuerza de costumbre, los vecinos de Rota relativizan las guerras. Al fin y al cabo, es el oficio de un vecino ejemplar y dadivoso, al que le deben gran parte de lo que son y, especialmente, de lo que tienen.
En este pueblo de 25.000 habitantes, alrededor de 2.000 familias -entre trabajadores fijos y contratas- comen gracias a los estadounidenses. "Es como si te tocara la Primitiva todos los d¨ªas", asegura el alt¨ªsimo camarero del mes¨®n El Marinero. Los lugare?os que consiguen un puesto con los norteamericanos tienen jornadas m¨¢s largas que los que lo hacen con la Marina espa?ola, pero cobran m¨¢s y, lo m¨¢s importante, seg¨²n se?alan entre risas varios de ellos, trabajan mucho menos: "Es muy f¨¢cil perderse por entre los ¨¢rboles, que la base es muy grande".
El beneficio que aportan los militares estadounidenses a Rota no se limita al trabajo asalariado en la base. Varios centenares de ellos viven en el pueblo o en los alrededores en casas alquiladas. Aunque no salen demasiado, algunos restaurantes, como El Pesebre, est¨¢n acostumbrados a llenar de chuletas de ?vila y cerveza los est¨®magos de soldados, pilotos y aviadores. Por lo dem¨¢s, casi todo se lo traen de EE UU en grandes aviones.
Desde el Ayuntamiento nadie se ruboriza a la hora de admitir que las m¨¢s de 2.400 hect¨¢reas de las instalaciones militares (el 30% del municipio) albergan la primera industria del pueblo, aunque a toda velocidad regalan folletos tur¨ªsticos con el proyecto inmobiliario de la Playa de la Ballena. El futuro que se quiere.
Pero, pr¨¢cticamente el 70% de la econom¨ªa local depende directa o indirectamente de la base en general y de los estadounidenses en particular. Por supuesto, tambi¨¦n hay recuerdos de las peleas de los a?os 50 con "los americanos" o el inevitable fanfarroneo sobre los escarceos sexuales entre los rote?os y las soldados.
En definitiva, las estrechas relaciones con el norteamericano de la puerta de al lado alejan los pensamientos de la guerra, tan cercana al fin y al cabo. No hay preguntas entre buenos vecinos. A pesar de que ha habido algunos despidos en los ¨²ltimos a?os, nadie est¨¢ por la labor de que desaparezca la base y las tierras se vuelvan a cultivar. Los rote?os prefieren ser camareros que labradores.
Mor¨®n es otra historia. La base a¨¦rea conjunta est¨¢ bastante alejada de un pueblo que vive tranquilamente de su agricultura y de las peque?as empresas de yeso y escayola. No se ven estadounidenses por las calles y su impacto en la econom¨ªa es m¨ªnimo en este pueblo de 30.000 habitantes. En la base de aviones cisterna trabajan apenas cien espa?oles.
A pesar de que el roce es menor, ni en Mor¨®n ni en El Coronil se cuestiona la guerra. A veces parece que no existe ni siquiera como tema de conversaci¨®n. Tan s¨®lo el alcalde de El Coronil, Diego Ca?amero, del Sindicato de Obreros del Campo, se lamenta del uso militar de unas tierras que vendr¨ªan bien a un pueblo plagado de jornaleros en paro. "Pero si no respetan ni a China, van a hacer caso a El Coronil", sentencia con una pegatina contra los bombardeos en la solapa.
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