Al alim¨®n
Luis Miguel Encabo y ?ngel G¨®mez Escorial hicieron un quite al alim¨®n y les sali¨® muy bien. Lo hicieron en el sexto toro por navarras. Citaban los dos, met¨ªan el capote a un tiempo para embarcarlo y pues lo retiraban a la vez, el toro tiraba por la calle de en medio. La sincron¨ªa era perfecta en los lances y lo fue tambi¨¦n en los saludos con que correspondieron a la ovaci¨®n del p¨²blico, de manera que parec¨ªan hermanos gemelos.La verdad es que nos alegraron la tarde. A Pep¨ªn Jim¨¦nez, en cambio, no se la debieron alegrar porque lo dejaron de mir¨®n. A lo mejor podr¨ªa haber intervenido, de haberlo concertado antes. Estas cosas se hablan. En los quites al alim¨®n el tercero suele recibir al toro de salida y lo coloca en suerte para los siguientes lances. Al acabar, los tres se ponen rodilla en tierra haciendo tri¨¢ngulo -si incluimos al toro ser¨¢ cuadril¨¢tero- y luego los pinta Saavedra. No ocurri¨® as¨ª pero nadie dice que no pueda ser en la pr¨®xima.
Mart¨ªn / Jim¨¦nez, Encabo, G¨®mez
Dos primeros toros de Mar¨ªa Lourdes Mart¨ªn de P¨¦rez-Tabernero (dos rechazados en el reconocimiento, dos devueltos por inv¨¢lidos), sin trap¨ªo, inv¨¢lidos. 3? y 4? de Campos Pe?a, terciados, pero con trap¨ªo y casta; dificultosos. Sobreros de Cortijoliva, grandes: 5?, dificultoso; 6?, noble.Pep¨ªn Jim¨¦nez: pinchazo, media estocada ca¨ªda y rueda de peones (ovaci¨®n y saludos); estocada (silencio). Luis Miguel Encabo: estocada tendida trasera baja, rueda de peones y tres descabellos (silencio); siete pinchazos y descabello (silencio), ?ngel G¨®mez Escorial, que tom¨® la alternativa: pinchazo perdiendo la muleta, pinchazo y estocada (palmas y saludos); estocada corta y rueda de peones (ovaci¨®n y salida a los medios). Plaza de Las Ventas, 14 de mayo. 6? corrida de feria (5? de abono). Lleno.
La lidia del sexto toro iba de acontecimientos. G¨®mez Escorial lo recibi¨® con sendas largas cambiadas, la primera a porta gayola. Y se embraguet¨® en las ver¨®nicas hasta cerrarlas mediante media belmontina. El hijo del periodista (su padre es periodista; las cosas de la vida) quiere ser torero y lo demostr¨®. Distinto es que las suertes le salieran seg¨²n ten¨ªa so?ado. Le sobraron desplantes, le falt¨® temple. Ese sexto toro, sobrero de Cortijoliva, result¨® el ¨²nico noble de la corrida y sus remiendos, y reclamaba unos derechazos y unos naturales m¨¢s hondos, suaves y ligados que cuantos ensay¨® G¨®mez Escorial, con evidente pundonor. Al toro de la alternativa, algo quedado y prob¨®n aunque sin excesivas dif¨ªcultades, tampoco le dio mejor fiesta. Los lances a la ver¨®nica s¨ª, que de nuevo ci?¨® con valent¨ªa. En fin, ya madurar¨¢, si es que el problema consiste en cuestiones de madurez. El entusiasmo y la torer¨ªa los lleva, y ¨¦se ya es un dato positivo.
Peor g¨¦nero les correspondi¨® a sus compa?eros de terna. Al padrino, Pep¨ªn Jim¨¦nez, le sali¨® un toro absolutamente inv¨¢lido e intolerable. All¨ª era intolerable todo: la ruina bochornosa del animal, el empe?o del humano en hacerle faena. Pep¨ªn Jim¨¦nez se pon¨ªa solemne y profesoral para embarcar las suertes y resultaba rid¨ªculo pues el toro sal¨ªa de ellas hocicando o peg¨¢ndose la gran costalada. Apareci¨® el cuarto, un sustituto de Campos Pe?a, y al padrino Pep¨ªn Jim¨¦nez ya no le quedaban ganas de ponerse ni profesoral ni solemne; s¨®lo de quitarse presto cada vez que le llegaba aquella bronca embestida.
Lo de Campos Pe?a tuvo su aqu¨¦l. Hubo dos toros, ambos de poco peso, pero con un trap¨ªo irreprochable revalorizado adem¨¢s por una casta ind¨®mita. La afici¨®n madrile?a, de suyo tan exigente con el toro, a estos ejemplares de Campos Pe?a les dio sus bendiciones. ?se es el toro, parec¨ªa pensar. Y alguien, por si acaso, lo dijo a pleno pulm¨®n. Ocurre, sin embargo, que as¨ª ser¨¢ el toro; pero a ver qui¨¦n es el guapo que lo torea. Luis Miguel Encabo era ese guapo convocado a torear a uno de los Campos Pe?a. E hizo lo que pudo. Estuvo lidiador, le busc¨® las vueltas, evit¨® m¨¢s de un sinsabor de los que se cern¨ªan en cada acometida. El toro no es que fuera malo pero ten¨ªa el peligro inherente a la casta. Era de esos toros a los que es preciso embarcar desde el primer muletazo, ligar de inmediato el siguiente, cuajar una tanda de la que salga dominado o, por lo menos, enter¨¢ndose de qui¨¦n manda all¨ª. Encabo no lo hizo de esta manera exactamente y faena adelante el toro, recrecido, tom¨® un sentido imposible de someter.
El otro de su lote, un sobrero grand¨®n de Cortijoliva, sac¨® distinta casta, peor fijeza; iba corto, frecuentemente se quedaba en la suerte, alguna colada meti¨®. Y Luis Miguel Encabo s¨®lo pudo estar voluntarioso. Quiz¨¢ presa del des¨¢mimo, lo mat¨® fatal: a la ¨²ltima. Mas no deber¨ªa desanimarse. Es torero, lo demostr¨® en su entrada a la brega en la lidia del siguiente toro y en el quite al alim¨®n que nos alegr¨® las pajaritas. Y la afici¨®n tom¨® buena nota.
Babelia
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