La ruina del peque?o ganadero

La econom¨ªa de Lleida se sustenta en la actividad agr¨ªcola y ganadera. De cada 100 pesetas que produce el campo, 40 provienen del sector porcino, un negocio que en los ¨²ltimos dos a?os est¨¢ atravesando momentos delicados a causa de la peste porcina cl¨¢sica, que se declar¨® en 1997, y por la posterior crisis de precios, la m¨¢s grave de las que se recuerdan en el sector. Los productores de las seis comarcas afectadas a¨²n no se han recuperado de los efectos devastadores de una epidemia que diezm¨® una de las caba?as de porcino m¨¢s grandes de Catalu?a, con m¨¢s de 2,5 millones de cabezas, y arruin¨® a centenares de ganaderos. Tras una ¨¦poca de euforia econ¨®mica en porcino, manifestada en un aumento de la producci¨®n y de las explotaciones, lleg¨® la pesadilla cuando a mediados de febrero de 1977 fueron sacrificados 1.800 lechones en Bellv¨ªs (Pla d"Urgell) ante la sospecha de que estuvieran enfermos. Una vez realizados los an¨¢lisis de sangre, la versi¨®n oficial fue que no ten¨ªan la peste, sino otra enfermedad llamada aborto azul, de s¨ªntomas parecidos. El Departamento de Agricultura sab¨ªa que aquellos cerdos proced¨ªan de Holanda, donde ya se hab¨ªan detectado una cuarentena de focos de peste, pero se empe?¨® en pregonar a los cuatro vientos que en Catalu?a no hab¨ªa un solo caso. En aquellas fechas, Mercolleida, la lonja de referencia para el porcino, marcaba las cotizaciones m¨¢s altas para los lechones (m¨¢s de 10.000 pesetas por animal) y algunos intermediarios sin escr¨²pulos hicieron el negocio del siglo importando de Holanda, a precios muy bajos, miles de animales susceptibles de estar infectados. Nadie pudo evitar que la epidemia se extendiera, con lo que se demostr¨® una vez m¨¢s la vulnerabilidad del sistema sanitario animal. La declaraci¨®n oficial de la peste signific¨® el cierre de las exportaciones de cerdos en el Pla d"Urgell, Noguera, Segri¨¤, Garrigues, Segarra y Urgell, en las que se concentraba m¨¢s del 80% de la caba?a porcina. La alarma se dispar¨® cuando los an¨¢lisis demostraron que el virus hab¨ªa incubado en muchas granjas. Los veterinarios de Agricultura tuvieron que trabajar a destajo para sacrificar con m¨¦todos poco civilizados los cerdos, enfermos y sanos, de las granjas situadas cerca de los focos enfermos. Durante un a?o fueron eliminados casi un mill¨®n de animales y 1.800 explotaciones permanecieron vac¨ªas varios meses. Los ganaderos y el sindicato Uni¨® de Pagesos criticaron duramente los mecanismos para erradicar la peste. Los sacrificios masivos tuvieron para la Generalitat, el Ministerio de Agricultura y la Uni¨®n Europea un coste superior a 20.000 millones de pesetas. La Fiscal¨ªa Anticorrupci¨®n investig¨® a la Generalitat por presuntas irregularidades en el reparto de las indemnizaciones. La repercusi¨®n de la epidemia fue notoria entre los productores, principalmente para los criadores por cuenta propia. En cambio, las principales empresas integradoras, al tener buena parte de sus explotaciones en provincias libres de peste, pudieron compensar en los primeros nueve meses de peste las p¨¦rdidas con los beneficios generados por la elevada cotizaci¨®n del cerdo. El sector no extrajo ninguna ense?anza de la tragedia ni tom¨® conciencia de que deb¨ªa corregir los problemas estructurales y sanitarios (tres de cada cuatro granjas no re¨²nen las condiciones m¨ªnimas de bioseguridad) para no reincidir en los mismos errores del pasado.