El estilo apol¨ªneo de James Levine
Los dos conciertos de la Orquesta del MET neoyorquino, dirigidos por James Levine (Cincinnati, 1943) se han saldado con dos enormes ¨¦xitos y otros tantos llenos, a pesar de coincidir con un final de semana signado por la Fiesta del patr¨®n de Madrid. Cuenta la ?pera Metropolitana con una historia de m¨¢s de un siglo y por su "podium" han desfilado, como titulares, Damrosch, Mottl, Mahler, Toscanini, Monteux, Walter, Szell, Reiner, Mitropoulos, Solti, Kubelik y desde 1975, Levine, director musical primero y, m¨¢s tarde (1986), director art¨ªstico. La formaci¨®n es de unas calidades casi perfectas y el casi alude a algunos elementos del metal de menor altura que la mayor¨ªa del conjunto. La calidad sonora -luminosa, pur¨ªsima-, el espectacular virtuosismo y una afinaci¨®n de una exactitud casi cruel, conforman el admirable veh¨ªculo sinf¨®nico, una de las "insignias" de la filarmon¨ªa estadounidense. James Levine expuso dos obras de Mozart con solistas de la propia orquesta: el puertorrique?o Ricardo Morales, uno de los clarinetistas mejores que recordamos haber escuchado como protagonista del Concierto en La y la fagotista de Kentucky, Patricia Rogers, que asumi¨® el Concierto en si bemol.La contemporaneidad qued¨® bien representada por dos autores casi de la misma edad: el neoyorquino Gunther Schuller (1925) con la obra que fue Premio Pulitzer, 1993, Reminiscences and reflections y Giorgy Ligeti (Hungr¨ªa, 1923) con Atm¨®sferas, de 1961, una transfiguraci¨®n acumulativa y a¨¦rea de los sonidos, distante de los conceptos m¨¢s realistas y fuertemente vitales de Schuller.
"Ciclo Orquestas del Mundo" (Iberm¨²sica)
Orquesta del Metropolitan de Nueva York. Director: J. Levine. Obras de Mozart, Wagner, Dvorak, Brahms, Ligeti y Schuller. Auditorio Nacional. Madrid, 14 y 15 de mayo.
Una magn¨ªfica, brillante y musical soprano de Chicago, Denorah Voigt, fascin¨® a todos con los Cuatro ¨²ltimos lieder, de Strauss. Y ha de anotarse que en todos los casos Levine se identific¨® sobremanera con "sus" solistas en un soberbio ejemplo de concertaci¨®n. La Octava Sinfon¨ªa, en sol mayor, de Dvorak, y la segunda, en re menor, de Brahms, tuvieron realizaciones intachables, expresivismo de alto vuelo art¨ªstico y una t¨®nica m¨¢s tendente a lo apol¨ªneo que a la exaltaci¨®n -tantas veces excesiva- de las pasiones. No hay que detenerse a subrayar la intensidad y duraci¨®n de las ovaciones pues todas, y a¨²n m¨¢s, se merecieron maestro, solistas y orquesta.
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