La ¨²ltima victoria del mercenario
Bob Denard, declarado inocente en el juicio por el asesinato del presidente de las Comoras
O¨ªdos los testimonios que se han sucedido estos d¨ªas en el Palacio de Justicia de la capital francesa, parece que habr¨¢ que revisar a fondo la figura de los caballeros de fortuna. Bob Denard, el legendario mercenario franc¨¦s que encarn¨® mejor que nadie la leyenda del oficio, que derroc¨® y entroniz¨® a dictadores por toda ?frica durante 35 a?os, no es un tipo sin escr¨²pulos, un sanguinario que se alquila al mejor postor. Ayer mismo sali¨® indemne de su ¨²ltimo combate, ya que el tribunal le ha declarado inocente, por falta de pruebas, de la acusaci¨®n de asesinar hace 10 a?os al presidente de las islas Comoras (al noroeste de Madagascar) Abderramane Ahdem Abdal¨¢."Cuando dej¨® las Comoras, las mujeres se tumbaban en la pista del aeropuerto para impedir que el avi¨®n despegara", ha dicho, todo serio, al tribunal, sin sucumbir a la risa, Pierre Guillaume, un antiguo compa?ero de armas del mercenario. El testigo de la defensa habla, naturalmente, de las ocho mujeres con las que el virrey de las Camoras espos¨® legalmente tras convertirse oportunamente al islam.
En la cita con la justicia, el patriota desprendido que se negaba a cobrar sus servicios al espionaje franc¨¦s ha estado muy bien cubierto no s¨®lo por sus antiguos compa?eros de correr¨ªas, sino tambi¨¦n por las viejas antenas de los servicios franceses en ?frica. "Era un colaborador exterior fiable y honesto", ha indicado Michel Roussin, antiguo responsable del gabinete del director del SDECE franc¨¦s, sin aludir para nada a lo evidente: que los servicios especiales utilizan a tipos como Denard para llegar all¨ª donde, de otra manera, no podr¨ªan llegar sin comprometer seriamente a sus Gobiernos.
Con 70 a?os a cuestas y las secuelas de viejas lesiones encima, el elegante Robert Denard ha desempe?ado incluso la carta del "caballero de fortuna humanitario" al relatar que para evitarle al derrocado presidente Solilih, predecesor de Abderramane Ahmed, una muerte segura por lapidaci¨®n le ofreci¨® la posibilidad, aceptada por la v¨ªctima, de morir a balazos. El monstruo de Katanga y de Congo, el que luch¨® contra y a favor del general Mobutu, seg¨²n la ¨¦poca, contra Naser y Sadam, el que trabaj¨® para la CIA en Angola, para Marruecos en Benin y goz¨® casi siempre de la condescendencia francesa, ha mantenido sin pesta?ear ante el tribunal la misma tesis que ofreci¨® al mundo hace 10 a?os, cuando el cad¨¢ver del presidente Abderramane Ahmed Abdal¨¢ apareci¨® en pijama acribillado a balazos en su palacio de Moroni. "Todo fue fruto de la fatalidad", ha repetido el antiguo jefe de la Guardia Presidencial de Comoras, cuerpo pretoriano, compuesto por 700 hombres, adiestrado y dirigido por los mercenarios. "El presidente nos hab¨ªa pedido que luch¨¢ramos contra el tr¨¢fico de tabaco, y como ¨¦ste estaba dirigido por el comandante Admed, jefe del Ej¨¦rcito regular, decidimos que, para evitar un enfrentamiento armado directo, hab¨ªa que desarmar al conjunto de la tropa. Se nos ocurri¨® que un simulacro del golpe de Estado nos dar¨ªa la justificaci¨®n necesaria para desarmar al Ej¨¦rcito, pero ocurri¨® que cuando empez¨® el falso ataque al palacio con morteros lleg¨® al despacho del presidente uno de sus guardaespaldas y, crey¨¦ndome responsable del ataque, dispar¨® contra m¨ª, con la mala fortuna", ha venido a decir el acusado, "de que alcanz¨® mortalmente al presidente".
La explicaci¨®n podr¨¢ parecer rocambolesca y peregrina, pero tiene la inmensa ventaja de que no existen testigos que puedan contradecirla, excepci¨®n hecha, claro est¨¢, de Dominique Malacrino, el ex lugarteniente de Bob Denard que ha compartido con ¨¦l el banquillo de los acusados.
De acuerdo con la versi¨®n de ambos, un tercer mercenario, Jean Paul Guerrier, capit¨¢n Siam, ausente del proceso, reaccion¨® inmediatamente en un "gesto reflejo de soldado" y abati¨® a su vez al celoso guardaespaldas presidencial.
Para complicarle m¨¢s las cosas al ministerio fiscal, algo impotente ante las dificultades de probar hechos acaecidos hace 10 a?os a 12.000 kil¨®metros de distancia, el experto en bal¨ªstica que hab¨ªa cuestionado el testimonio de los acusados ha terminado por indicar que todo es posible tras asistir a la reproducci¨®n de los hechos. La baja estatura del presidente asesinado -su lugar en una butaca fue ocupado por un periodista africano de la misma talla, 1,64 metros- no ha sido un obst¨¢culo insalvable, puesto que el hombre que quit¨® y puso presidentes africanos sostiene que en el momento del tiroteo ¨¦l se arroj¨® inmediatamente al suelo en otro "gesto reflejo de soldado".
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