La escalera de las vanidades
Modelos, estrellas, personajes de la prensa rosa, productores y futbolistas se dan cita en los estrenos nocturnos
Antes de que comience la ¨²ltima entrevista de la tarde, la actriz francesa Emmanuelle B¨¦art revisa la agenda de la noche (siempre muy apretada en el Festival de Cannes) con su agente. "No s¨¦ si podr¨¦ ir a la cena, porque hoy me toca subir las escaleras otra vez", dice la int¨¦rprete. No se refiere a una actividad deportiva, ni a ning¨²n rito inici¨¢tico, sino a la principal cita mundana del certamen: el gran estreno de las siete de la tarde en la inmensa sala Lumi¨¨re del Palacio de Congresos, una ceremonia retransmitida en directo por la radio y la televisi¨®n francesas y que se ha convertido en el m¨¢ximo s¨ªmbolo del festival (el anuncio gen¨¦rico realizado por ordenador que se proyecta antes de las pel¨ªculas de la secci¨®n oficial es una estrella que sube pelda?os en el cielo).Su nombre, la Subida de las Escaleras, viene de los 20 pelda?os, cubiertos por una espesa alfombra roja, que hay que superar antes de acceder a la sala donde se celebra cada tarde el estreno de etiqueta: el traje de noche, se?oras, y el esmoquin, caballeros, es absolutamente obligatorio, c¨¢maras, fot¨®grafos y presentadores de televisi¨®n incluidos.
La gran estrella del cine franc¨¦s, Catherine Deneuve, quiz¨¢ una de las personas que mejor conocen los trucos del festival, no acudi¨® a las ruedas de prensa de las dos pel¨ªculas que tiene en la competici¨®n oficial (Pola X, de Leos Carax, y Le temps retrouv¨¦, de Ra¨²l Ruiz), pero, ataviada con sendos trajes de Yves Saint Laurent, subi¨® las escaleras con motivo de los dos estrenos. Su foto ocupaba al d¨ªa siguiente la portada de gran parte de la prensa francesa.
Lo mismo ocurri¨® con Mel Gibson, productor del filme de Atom Egoyan El viaje de Felicia (favorito, por ahora, seg¨²n los paneles de la cr¨ªtica, y seguido muy de cerca por Almod¨®var y Todo sobre mi madre). Al actor australiano no se le vio el pelo durante todo el d¨ªa; pero fue a la gala nocturna.
La principal forma de confirmar que alguna estrella se encuentra en Cannes es la Subida, y muy pocos de los que vienen de tapadillo se resisten, como ocurri¨® con Val Kilmer, Charlize Theron o Liz Taylor, que vino a una subasta ben¨¦fica y ha sido quiz¨¢ la ¨²nica estrella que no ha escalado este a?o.
La Subida no tiene que ver s¨®lo con la pel¨ªcula que se presenta esa noche. A veces, ni siquiera con el cine. Durante varios d¨ªas, las protagonistas de la escalada fueron las modelos en n¨®mina de una marca de cosm¨¦ticos que desfilaban por motivos publicitarios (Adriana Karembeu, con un vestido blanco a lo Marylin Monroe, Laetitia Casta o Claudia Schiffer), que hicieron sombra a los miembros de un jurado en el que hay estrellas como Holly Hunter o Jeff Golblum, y a actrices invitadas por el festival como Kristin Scott Thomas o Faye Dunaway.
Pero no es glamour todo lo que reluce en la ceremonia. "Har¨ªa mucho mejor dedic¨¢ndose al f¨²tbol", asegur¨®, indignado, el realizador de La cena de los idiotas, Francis Veber, despu¨¦s de que el futbolista brasile?o Ronaldo le robase planos a Mel Gibson en la Subida del filme de Egoyan.
Numerosos personajes de la prensa rosa francesa (desde Miss Par¨ªs 1999 hasta la presentadora estrella de la televisi¨®n p¨²blica) se apuntan al bombardeo de flases, en el que este a?o no ha faltado ni siquiera una estrella del porno, Rocco Siffredi, que se acaba de pasar con gran ¨¦xito al cine de gente vestida con el filme Romance, de Catherine Breillatt.
El primer signo de que el momento de los pelda?os se acerca es que los curiosos empiezan a apelotonarse ante la sala Lumi¨¨re, pero el indicio definitivo llega con un curioso desfile: un poco antes de las seis, varios batallones de gendarmes franceses, cuidadosamente uniformados y con sus gorras de plato, marchan en formaci¨®n y con paso marcial por La Croisette (el paseo mar¨ªtimo, en torno al que se produce todo el certamen). Una vez llegados al palacio, unos se quedan vigilando la entrada, pero otros se ponen en formaci¨®n en el ¨²ltimo tramo de las escaleras, con sus sables apoyados en el hombro. Luego, unos inmensos altavoces escupen durante toda la ceremonia, que dura tres cuartos de hora, canciones discotequeras, melod¨ªas brasile?as populares y un poco del chunda chunda t¨ªpico de las fiestas de pueblo.
En esos momentos es cuando las exageradas medidas de seguridad del festival se vuelven especialmente duras. Todos los a?os se cuenta un caso disparatado de exceso de celo y el de esta edici¨®n ha sido hist¨®rico: el d¨ªa del estreno de la peque?a pel¨ªcula iran¨ª presentada a concurso Los cuentos de Kish, sus tres realizadores y su equipo fueron parados por la polic¨ªa. Tuvo que bajar el mism¨ªsmo Gilles Jacob, director del certamen, para arreglar el desaguisado y permitir que continuase la subida de las vanidades.
decadencia.
"Hace 10 a?os me volv¨ªa loco para encontrar barcos. Ahora me vuelvo loco para encontrar clientes", se?al¨® a la prensa local un responsable de la empresa Northorp & Johnson, que se encarga de colocar algunas de estas imponentes embarcaciones con todos los lujos, desde cubiertas de madera amuebladas con exquisitos sillones hasta tripulaci¨®n uniformada, circuitos cerrados de televisi¨®n, tel¨¦fono por sat¨¦lite, comedores en los que se pueden dar cenas para decenas de personas (naturalmente, sentadas).
Seg¨²n la mayor¨ªa de los patrones, los tiempos m¨ªticos de las fiestas hasta el amanecer y a todo trapo en los yates y veleros han pasado a la historia, aunque no aclaran si es porque las grandes productoras estadounidenses se lo gastan todo en efectos especiales o porque, como se?alan otros, no est¨¢n los tiempos cinematogr¨¢ficos como para hacer exhibiciones tan evidentes de derroche.
Babelia
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