David Lynch presenta una obra maestra
"The straight story" es un relato itinerante, una profunda y conmovedora "road movie"
ENVIADO ESPECIALThe straight story es lo que cualquier cronista de cine sue?a ver en un festival, una pel¨ªcula profunda, conmovedora y de factura perfecta. Posee los atributos de lo insuperable y en ella el estadounidense David Lynch toca el techo de los maestros. Deducida de un gui¨®n de hermosa sencillez, es un relato itinerante, una ins¨®lita road movie, un cuento de camino que llega al fondo de la riqueza de este viejo y jugoso modelo gen¨¦rico. La alegr¨ªa de su presencia la complet¨® Ic¨ªar Bolla¨ªn al ganar el Premio de la Semana de la Cr¨ªtica con Mujeres de otro mundo.
Si se muerde el anzuelo que suele echar David Lynch en la pantalla, uno pica en el oportunismo m¨¢s listo, o menos tonto, de una modernez que va de exquisita pero se queda en adocenada. Lynch cultiva un cine de muy buena factura pero lastrado por el juego al gui?o c¨®mplice, que s¨®lo concierne a los devotos de la originalidad por la originalidad y el prurito de la innovaci¨®n a cualquier precio, degradaci¨®n de la idea de vanguardia en caverna reaccionaria que conduce a esas audacias de sacrist¨ªa de que se alimenta el llamado cine de culto, religi¨®n de pub pijo adoptada por cerebritos elitistas que se sienten distintos porque ignoran que todo verdadero acto art¨ªstico comienza y termina en el territorio de los hombres comunes.Lo que distingue a Lynch dentro de las sectas de la modernez es que es due?o de un infalible olfato profesional, lo que le hace m¨¢s peligroso que los dem¨¢s, porque enga?a mejor. Pero en The straight story a Lynch se le ha olvidado meter la pata en la escritura de la pel¨ªcula y ha puesto su virtuosismo para dar musicalidad visual y para hacer c¨¢lculos de mec¨¢nica de rodaje al servicio de un gui¨®n ajeno, escrito por su montadora habitual, Mary Sweeney, que obviamente ha cerrado y pulido la pel¨ªcula mont¨¢ndola ella misma con manos de seda. Y, por fin, este fr¨ªo y superdotado filmador se ha dejado el pellejo en la construcci¨®n de un relato que no s¨®lo no miente, sino que arroja verdad a raudales por los poros de su poes¨ªa. Cuenta la pel¨ªcula un relato ver¨ªdico ocurrido en 1994. A un campesino pobre de 73 a?os llamado Alvin Straight, al que, por viejo y por medio tullido, no le dejan tener carn¨¦ de conducir, le llega un d¨ªa la noticia de que su hermano mayor, Lyle, de 76 a?os, padece una grave enfermedad y se muere. Alvin no ve a Lyle, con el que est¨¢ enemistado desde que eran j¨®venes, pero es su hermano y quiere despedirse de ¨¦l. Como no le permiten conducir un coche y lo que le mueve es algo tan ¨ªntimo que quiere hacerlo a solas, decide hacer el viaje desde Laurens (Iowa), a Mount Zion (Wisconsin), montado en su tractorcito cortador de c¨¦sped, que alcanza unos 10 kil¨®metros por hora. El problema es que entre ambos pueblecitos se extiende, a un lado y otro del r¨ªo Misisip¨ª, una inmensa llanura ondulada de maizales que abarca cerca de mil kil¨®metros. Pero la llamada de la fraternidad es inesquivable para ¨¦l y el hombre emprende una odisea ¨ªntima de proporciones enormes, heroicas, un gesto de incalculable energ¨ªa humana.
La pel¨ªcula es el viaje, el gesto, sostenido por la tenacidad de un viejo animal humano que mantiene viva la lealtad a las leyes, remotas y sagradas, de su especie. Interpreta al terco, recto y apacible anciano un portentoso actor llamado Richard Farnsworth, al que hemos visto llenar muchos peque?os personajes en incontables pel¨ªculas. Se despide de su casa y de su hija, la maravillosa Sissy Spacek, y le recibe en la suya su hermano, Harry Dean Stanton. Entre el punto de arranque y el de llegada, el itinerario del hombre roza las vidas de otras 30 personas, que componen un viv¨ªsimo fresco hecho de rostros de la Am¨¦rica imperecedera, que agoniza lejos y calladamente, como Lyle, el hermano distante. La met¨¢fora une su belleza a una perturbadora sensaci¨®n de verdad que emana de ella. No hay artificio alguno de ingenier¨ªa visual. Hay un laborioso y gradual desvelamiento de la lenta muerte sin queja de la Am¨¦rica inmortal y de la perseverancia en ella del orgullo del hombre humilde. Trata de hombres, no de peleles; de la elocuencia de la fraternidad, no del silencio del crimen.
La pel¨ªcula fue rodada en continuidad entre los dos puntos del mapa de Iowa y Wisconsin por donde traz¨® el viejo Alvin el cauce de su largo esfuerzo. Se recorrieron las mismas aldeas y las mismas colinas de maizales. Se atraves¨® el viejo Misisip¨ª por el mismo puente de hierro. El documento se apodera poco a poco de la ficci¨®n y la eleva a poema. Fue un rodaje mucho m¨¢s corto que el viaje de Alvin sobre su peque?a segadora de hierba. No lleg¨® a vivir el viejo para ver c¨®mo se le recordaba en todas las paradas de su camino. Muri¨® poco despu¨¦s que su hermano, pero su sombra recorrer¨¢ el mundo.
Lynch se dej¨® en el camino su sofisticada habilidad para hacer ret¨®rica de fabricante de oscuridades, recuper¨® el don de la claridad e hizo con magn¨¢nima y delicada energ¨ªa una aventura de cine primordial, mucho m¨¢s evolucionado que el que ha hecho hasta ahora y que todo el que hemos visto aqu¨ª estos d¨ªas. Ayer, cuando la gente lo aclam¨® entusiasmada, aclamaba a Mary Sweeney, que escribi¨® la historia para que Lynch destilara su arte y lo separara de la hojarasca de su negocio.
Babelia
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