Retrato de un criminal en gris MONIKA ZGUSTOV?
En la tragedia griega el d¨¦spota es un hombre pose¨ªdo por el mal. As¨ª es Creonte cuando castiga a Ant¨ªgona por dar sepultura a su hermano asesinado, as¨ª es la p¨¦rfida Clitemnestra cuando apu?ala a Agamen¨®n a su regreso victorioso de la guerra de Troya. Demon¨ªacos son tambi¨¦n los tiranos y los malhechores de las tragedias shakespearianas: lady Macbeth y Ricardo III, Yago y las hijas mayores del rey Lear. En cuanto a la tragedia contempor¨¢nea, escrita m¨¢s bien por la historia que por los literatos, el ejecutor del mal no es un demonio al servicio de una conciencia criminal, un hombre pose¨ªdo por el odio patol¨®gico, sino un funcionario gris que, con celo y disciplina, simplemente cumple las ¨®rdenas de sus superiores. ?sta es la visi¨®n que del criminal de nuestro siglo nos ofrece la fil¨®sofa alemana, residente en EE UU, Hannah Arendt en su reportaje Eichmann en Jerusal¨¦n. Un informe sobre la banalidad del mal, publicado en 1963 por la revista The New Yorker; en Espa?a ha aparecido recientemente, reeditado por Lumen. Eichmann fue uno de los principales criminalesde guerra, procesado por su participaci¨®n en la "soluci¨®n final" de la cuesti¨®n jud¨ªa, o sea el exterminio, que Hitler orden¨® en 1941. Eichmann, un bur¨®crata y funcionario aplicado, era una especie de caricatura de su ¨¦poca, el producto deleznable de un perverso r¨¦gimen pol¨ªtico. Era alguien habituado a no pensar. No difer¨ªa de muchos de sus contempor¨¢neos. Era, digamos, alguien bastante normal y, no obstante, envi¨® a la muerte a millones de mujeres y hombres jud¨ªos. El hecho de que las intenciones de ese criminal carecieran de la profundidad demon¨ªaca de los villanos shakespearianos o de la tr¨¢gica grandeza de S¨®focles o Esquilo -eran banales: ¨¦l no pensaba, s¨®lo cumpl¨ªa ¨®rdenes- fue lo que m¨¢s horroriz¨® a los lectores del libro, tanto en EE UU como en Europa. Sobrecogido, el p¨²blico rechaz¨® el libro en masa. Al retrato de Eichmann -el malvado como funcionario-, que tan poco correspond¨ªa a la imagen de un criminal, se uni¨® otro motivo de protesta contra el libro, esta vez por parte de los representantes de las comunidades jud¨ªas: Hannah Arendt, ella misma jud¨ªa, describe el colaboracionismo de muchos consejos jud¨ªos con los nazis. Tras la publicaci¨®n del libro, la encolerizada comunidad jud¨ªa, apoyada por la cat¨®lica, desencaden¨® contra Arendt una campa?a de hostilidad e ira, calificando a la fil¨®sofa de renegada de su propia identidad. Las cartas que en la ¨¦poca de lo sucedido intercambiaron Hannah Arendt y el fil¨®sofo alem¨¢n Karl Jaspers testimonian la profundidad de la condena de ese libro lleno de descubrimientos que, para muchos, resultaron ser demasiado inc¨®modos. A?o 1963, 20 de julio: "Mi piso en Nueva York estaba literalmente inundado de correo", escribe Arendt. "Casi todo concern¨ªa el asunto Eichmann. Muchas cartas me han hecho entender las causas de esa agitaci¨®n de las comunidades jud¨ªas, realmente incomprensible. Sin embargo, la explicaci¨®n es tan sencilla que deb¨ªa haberla previsto. Sin darme cuenta, toqu¨¦ una parte del pasado jud¨ªo a¨²n no superado: en todos lados, sobre todo en Israel, se encuentran a¨²n antiguos miembros de los consejos jud¨ªos en los puestos m¨¢s elevados. La campa?a contra m¨ª sigue llev¨¢ndose a cabo con violencia y a un nivel mediocre, bas¨¢ndose en puras calumnias. Es muy instructivo ver lo que se puede conseguir manipulando la opini¨®n p¨²blica y hasta qu¨¦ punto la gente, con frecuencia de un alto nivel intelectual, es manipulable. Las cosas han tomado tales proporciones que una amiga m¨ªa ha estimado que esto se parece al affaire Dreyfus". A?o 1963, 25 de julio: "Puesto que has tocado a tantas personas en el punto m¨¢s sensible de su existencia, porque ¨¦sta se apoya en una mentira", contesta Jaspers, "esas personas te odian. Un d¨ªa vi la mirada que me dirigi¨® un ladr¨®n al que hab¨ªa sorprendido en plena acci¨®n: nunca he visto un odio tan encarnizado". En definitiva, la criminalidad banal y funcionarial de Eichmann, que Kafka ya anticip¨®, me ha revelado algo nuevo, sin precedentes. La aparici¨®n de ese mal trivial, ese mal como resultado de la obediencia y el trabajo bien hecho, ese mal hasta entonces desconocido, se debe al triunfo de una deformaci¨®n totalitaria de la pol¨ªtica, que representa la experiencia pol¨ªtica central de la Europa del siglo XX: el sometimiento de la conciencia individual a la conciencia colectiva, el tr¨¢gico extrav¨ªo del individuo y su dignidad en los tenebrosos corredores del Estado.
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