Sevilla se inunda de sonidos mediterr¨¢neos en la segunda edici¨®n de M¨²sica de los Pueblos
Diez pa¨ªses del Mare Nostrum mostraron la variedad de sus expresiones creativas
![Diego A. Manrique](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F67ef2981-331f-4734-adf5-28b3ce8ed8cb.png?auth=a2ed4f323016de36aeabfc80ebe7add73020c5048ed7e852d23d2eda15f96a91&width=100&height=100&smart=true)
El pasado a?o fueron las m¨²sicas de los pueblos celtas. En 1999 le ha tocado el turno a Territorios de la Mediterran¨ªa. Un t¨ªtulo tal vez demasiado ambicioso, ya que el cartel de este festival urbano ofrec¨ªa la ¨²nica presencia estelar de Khaled -el tan cacareado boom de las cantantes griegas todav¨ªa no se ha materializado- y cojeaba por la ausencia de representantes de Turqu¨ªa, la gran potencia musical del Mediterr¨¢neo oriental. Aun as¨ª, los pasados viernes y s¨¢bado casi una veintena de artistas y agrupaciones musicales invadieron las plazas de Sevilla con su m¨²sica.
La baza de M¨²sica de los Pueblos, festival organizado por el ?rea de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, es que la mayor¨ªa de los recitales se desarrollan en hermosas plazas del centro de la ciudad. Lo que provoca ins¨®litos solapamientos de culturas: una procesi¨®n coincide en la plaza del Salvador con el efervescente recital de la Franfare Ciocarla y se funden metales y tambores sevillanos y balc¨¢nicos. Nadie se altera, excepto alg¨²n visitante que intenta captar con su grabadora esa cacof¨®nica colisi¨®n de devoci¨®n y fiesta. Al d¨ªa siguiente, en el mismo espacio irrumpe una aparatosa limusina mientras en el escenario se desencadena la irresistible m¨²sica del argelino Tak Farinas: una novia llega a la iglesia y a su paso se desplaza mansamente la tribu de la litrona y el calimocho, observados por los nerviosos invitados en riguroso traje de etiqueta (est¨¢ presente un piquete de guardias de seguridad, pero el p¨²blico de la world music es tolerante incluso con los rituales m¨¢s rancios).Mestizaje sonoro
Sevilla est¨¢ inundada de propaganda electoral y tambi¨¦n cuenta estos d¨ªas con una notable programaci¨®n institucional de conciertos de pop y rock. Ambas circunstancias contribuyen a que pase relativamente inadvertido un evento como Territorios de la Mediterran¨ªa, que tambi¨¦n ofrec¨ªa actividades paralelas como un debate sobre el mestizaje sonoro o la pasmosa exposici¨®n de instrumentos norteafricanos de Eduardo Paniagua. El m¨²sico madrile?o particip¨® igualmente en el homenaje a Abdessadak Chekara, el desaparecido fundador de la Orquesta Andalus¨ª de Tetu¨¢n, agrupaci¨®n conocida en Espa?a por sus colaboraciones con El Lebrijano y Michael Nyman. David Broza, Ekova, los Tenores de Bitti, Dorantes, los Mau Mau y la pareja Silvia Comes-Lidia Pujol tambi¨¦n se presentaron al aire libre.
Los espect¨¢culos del Palacio de los Deportes sufrieron inconvenientes mayores que el barullo callejero o los actos religiosos. El primero, Voces por la Paz, un abrigarrado desfile de seis interpretes, se resinti¨® de los interminables parones entre grupo y grupo: la veterana Rimitti concluy¨® su actuaci¨®n a las cuatro y veinte de la madrugada. El s¨¢bado, los problemas fueron de otro tipo. Khaled viaj¨® por Iberia y lleg¨® minutos antes del comienzo. Eso explica que su sonido desmereciera ante el de la telonera, la egipcia Natacha Atlas. En directo, Khaled es un artista demasiado relajado que compensa su aparente desinter¨¦s con exhibiciones a cargo de su banda internacional. Triunfa, pero parece vivir de las rentas.
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