"Me he quedado sin la foto de la puerta grande"
La plaza vivi¨® una discusi¨®n de altura. De un lado, los l¨ªricos (seguidores de Pep¨ªn Liria); del otro, los presidencialistas (bastiones irreductibles de las teor¨ªas sinorejistas del presidente Juan Lamarca). Los primeros ganaban en cantidad o, cuando menos, en presencia sonora. Los segundos eran de los que en momentos de turbaci¨®n echan el pie palante y que sea lo que Dios quiera. "Esto es una injusticia. El torero lo ha hecho todo. Se ha jugado la vida, y ese chulo... pues eso es lo que es, un chulo...". En alejandrinos arrebatados, los l¨ªricos se hac¨ªan notar. "Muy bien; s¨ª, se?or. Esta plaza est¨¢ perdiendo categor¨ªa. Si no fuera por presidentes as¨ª, s¨®lo har¨ªa falta un pil¨®n en medio para que se convirtiera en la plaza de un pueblo". Huelga decir que la prosa con requiebro corresponde a un presidencialista montaraz.Recapitulaci¨®n: a Pep¨ªn Liria se le pidieron las orejas de sus dos toros. La rigidez del presidente hizo que terminara por completar dos vueltas al ruedo y otra m¨¢s.
"Se te queda una sensaci¨®n rara. Una mezcla. Estoy dichoso. Muy dichoso de ver al p¨²blico de Madrid entregado de esta manera. Pero... uno siempre tiene la ilusi¨®n de tener la foto saliendo por la puerta grande de Madrid. Y me he quedado sin ella". Aqu¨ª, el diestro de Murcia se concede un segundo de reflexi¨®n, y vuelta al ataque: "El invierno es muy largo y son muchas las noches que te pasas sin dormir pensando en Madrid... Pero, en fin, estoy contento. Todo el mundo ha podido ver mi actitud, mi profesionalidad y mi disposici¨®n".
En las tablas
Puestos a expurgar sus dos faenas, el torero se queda con la realizada al segundo. "Ha sido de m¨¢s calidad", dice, y agrega: "Hay que tener en cuenta que por culpa del vendaval hab¨ªa que torear pegado a las tablas. En el terreno del toro. Ah¨ª, los dos pegaban unos arreones tremendos. Al primero, a base de empuje y con mucha quietud y disposici¨®n... Luego he entrado con fuerza a la espada y...". El presidente que nones, y la plaza, en l¨ªrica actitud, rimando improperio con vituperio."El segundo", insiste, "me ha permitido torear m¨¢s despacio. Lo dicho, con m¨¢s calidad". Dicho lo cual, el diestro vuelve a la actitud, la responsabilidad y otros asuntos mayores: "He recibido en chiqueros, he entrado a los quites y el p¨²blico ha podido ver con qu¨¦ ¨¢nimo he venido". Para entonces, la plaza ya no admit¨ªa ni un pareado. Todo prosa contra el palco.
Mientras, los tomistas, todos, apenas tuvieron oportunidad para desmpolvar su particular Summa teol¨®gica. "El ¨¦xito ha estado en que ha sobrevivido", dice el mozo de espadas de Jos¨¦ Tom¨¢s, Joaqu¨ªn Ramos. En vilo le mantuvo su segundo toro entre las astas durante segundos que parecieron siglos. "Tiene una herida en el ment¨®n, el labio partido, el codo maltrecho y todo el cuerpo magullado", describe puntual Ramos, ajeno al alto debate que se vivi¨® en los tendidos. De nuevo fueron malos tiempos para la l¨ªrica.
Babelia
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