La tarde fue de Pep¨ªn
Todo presagiaba el apoteosis de Jos¨¦ Tom¨¢s; eso se daba por descontado. Y result¨® que la tarde fue de Pep¨ªn. Ver para creer.La plaza tomasista en pleno. Ovaci¨®n al titular de la causa cuando acab¨® el pase¨ªllo. Una ilusi¨®n, una impaciencia, una nerviosa espera para ver torear al natural.
El toreo al natural en estado puro habr¨ªa de recrear Jos¨¦ Tom¨¢s, art¨ªfice m¨¢ximo de esta suerte, que es la fundamental y la m¨¢s bella del toreo ?Los otros espadas? Dos comparsas, dos de relleno, en el mejor de los casos sendos t¨¦rminos de comparaci¨®n para mejor resaltar d¨®nde est¨¢ lo bueno, d¨®nde lo malo.
Pero el hombre propone y Dios dispone, dice la sabidur¨ªa popular. "El hombre propone y Lewis Stone", en letra castiza y cantabile de la d¨¦cada de los cincuenta. Por cierto: cuando a¨²n se toreaba, siempre y de verdad, al natural. Y fue Jos¨¦ Tom¨¢s y dio un sainete de enganchones. Y fue Pep¨ªn Liria y se faj¨® con sus toros, y los ret¨® valent¨ªsimo y a¨²n se permiti¨® el lujo de ligar -?qu¨¦ dir¨ªa qu¨¦, mi amigo?- el toreo al natural.
Corte / Tato, Liria, Tom¨¢s
Tres toros, 3?, 5? y 6?, de Conde de la Corte, y tres de Mar¨ªa Olea: bien presentados; 1?, bravo; resto, bravucones y dificultosos en general.El Tato: estocada corta baja y dos descabellos (silencio); estocada corta ladeada y descabello (silencio). Pep¨ªn Liria: estocada (petici¨®n y dos vueltas al ruedo); estocada ca¨ªda -primer aviso-, se amorcilla el toro y no intenta el descabello -segundo aviso-, y dobla el toro (petici¨®n y vuelta). Jos¨¦ Tom¨¢s: pinchazo y estocada ca¨ªda (silencio); dos pinchazos, media ladeada y tres descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas, 1 de junio. 24? corrida de feria. Lleno.
Y esa plaza no era plaza...
Nadie podr¨ªa demostrar que a Pep¨ªn Liria le dio por la exquisitez: eso ser¨ªa un milagro. Mas le dio por el pundonor que, en tauromaquia, es fruto del genio torero. Y a un toraco fe¨ªsimo, bizco y destartalado de Mar¨ªa Olea, que no humillaba, le enganch¨® por redondos. O sea, que se los enjaret¨® y se los lig¨®. Y luego se fue a los naturales, con varia fortuna aunque con irreprochable valent¨ªa y consentimiento. Y lo mat¨® de un estoconazo. Y hubo clamorosa petici¨®n de oreja que el presidente no concedi¨®, con lo cual Pep¨ªn Liria hubo de dar dos vueltas al ruedo en medio de las aclamaciones del p¨²blico de Madrid. Tiene relevancia que esto sucediera pues Madrid nunca fue pepinista. Pepinero a¨²n, si bien s¨®lo en la ¨¦poca de El Cordob¨¦s. Y quiz¨¢ no signifique que lo vaya a ser en el futuro. Pero hacer justicia (en la medida de lo posible) entra en las plurales caracter¨ªsticas de la afici¨®n madrile?a. "?De qui¨¦n es usted?", le preguntan a un aficionado madrile?o. Y responde: "Del que lo hace".
Pues eso: lo hizo. Pep¨ªn Liria lo hizo. Y al quinto toro, un serio ejemplar, manso de la modalidad de los bravucones, para la muleta primero tardo y luego reserv¨®n, sobre recibirlo con la larga cambiada a porta gayola, le lig¨® los naturales. Sin trampa ni cart¨®n se los lig¨®: los tres de una tanda aguantando marea, firme en su terreno hasta abrocharlos con el pase de pecho. Y sigui¨® planteando la faena por la izquierda, al unipase o al pluripase -seg¨²n-, valiente a carta cabal. Un concienzudo an¨¢lisis del estado de la cuesti¨®n revelar¨ªa que err¨® al matar: siendo el manso de los querenciosos a tablas, entr¨® en la suerte natural; de manera que el animal le cerr¨® el paso y de poco lo entrampilla. La espada cay¨® defectuosa, el toro se resist¨ªa a doblar, Pep¨ªn no se decid¨ªa a dar el descabello, llegaron dos avisos -de poco tres- y el triunfo, hasta entonces merecido, qued¨® devaluado.
Su compa?ero El Tato no aport¨® la misma decisi¨®n. M¨¢s bien ser¨ªa la contraria y se alivi¨® primero con un toro bravo, se puso despu¨¦s en plan pegapases con uno manso. Puro tr¨¢mite El Tato. La expectaci¨®n segu¨ªa centrada en Jos¨¦ Tom¨¢s. Sin embargo Jos¨¦ Tom¨¢s no parec¨ªa tener su hora gloriosa. Se empe?¨® en torear en los medios y al natural a un manso de genio vivaz, y cada pase era un tropez¨®n, se vio achuchado y desarmado. Al sexto le plante¨® asimismo la faena por naturales y todos resultaban enganchones y rebu?os, pases de pecho incluidos. En una de esas sufri¨® un volteret¨®n espeluznante, que afortunadamente no tuvo consecuencias. En realidad el percance, por supuesto lamentable, le redimi¨® del fracaso. Una cogida lo perdona todo. Aunque tambi¨¦n es cierto que andar a la ventolera del toro, desbordado y sin ning¨²n recurso lidiador, no es propio de una figura del toreo.
Tom¨¢s tra¨ªa un tono bien distinto al de anteriores tardes. ?nicamente entr¨® a un quite, por ce?idas gaoneras, mas le replic¨® de inmediato con otro Pep¨ªn, que reivindicaba un sitio, una atenci¨®n, un honor. Y se lo gan¨® a pulso. Con todas las de la ley.
Babelia
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