Manga ancha
?Puerta grande o manga ancha? Es cuesti¨®n que deber¨¢n dirimir los estudiosos de la fiesta de toros en Madrid. Sacaron por la puerta grande al joven novillero Juan Bautista, y ¨¦se era un hecho cierto -no hab¨ªa m¨¢s que verlo- mas se preguntaba la afici¨®n si no ser¨ªa por la manga ancha que se gasta el se?or presidente.El triunfador verdadero, si bien se mira, fue el se?or presidente, que le regal¨® a Juan Bautista las dos orejas -una en cada novillo- sencillamente porque le dio la real gana. Dir¨¢n que el p¨²blico las ped¨ªa. Sin embargo cualquier espectador medianamente atento pudo constatar que el p¨²blico peticionario se reduc¨ªa a una m¨ªnima parte del que llenaba la plaza.
Lo que pasa con las peticiones de orejas es que los peticionarios las piden a gritos. Sacan el pa?uelo y se ponen a gritar. O quiz¨¢ no se ha dicho con la debida precisi¨®n: primero se ponen a gritar, luego sacan el pa?uelo si lo tienen en un decoroso estado de revista. ?Qu¨¦ gritan? ?ste es otro aspecto de tan capital asunto. Lo habitual es que griten la escasa consideraci¨®n que les merece la madre del se?or presidente.
Puerto / Mart¨ªn, L¨®pez y Bautista
Novillos de Puerto de San Lorenzo, de escasa presencia, muy pobres de cabeza -algunos impresentables-, flojitos, manejables; 3? y 6?, aborregados; 2?, dificultoso.Gustavo Mart¨ªn: pinchazo, media muy atravesada y cuatro descabellos (silencio): pinchazo, otro en un costado perdiendo la muleta, pinchazo atravesado, rueda de peones y descabello (silencio). Samuel L¨®pez: pinchazo hondo y rueda de peones (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada (silencio). Juan Bautista, de Arles (Francia), nuevo en esta plaza: estocada corta y descabello barrenando (oreja con escasa petici¨®n y algunas protestas); metisaca y estocada (oreja con protestas); sali¨® a hombros por la puerta grande, con protestas. Plaza de las Ventas, 3 de junio. 26? corrida de feria. Cerca del lleno.
La verdad es que, en las peticiones de oreja, la madre del se?or presidente queda a la altura del bet¨²n. Hasta que va el presidente, accede en la petici¨®n y entonces la perdonan la vida.
La orejas que obtuvo Juan Bautista premiaron dos faenitas a sendos borregos lisiados. Sac¨® a lo largo de ambos trasteos algunas maneras -que dicen los especialistas-. Principalmente en el toreo con la derecha, para ejecutar esa suerte ancestral llamada el derechazo. Pudo apreciarse que al interpretarlo se aponzaba. Nada debe extra?ar pues Enrique Ponce, ep¨ªgono del derechazo, espejo donde se miran las nuevas generaciones de toreros, es hoy quien manda en la fiesta.
Aquellos muletazos que le desgran¨® Juan Bautista al resto ag¨®nico del novillo, bien empalmados y de variado espectro, donde iban incluidos la trinchera, el pase de la firma, el cambio de mano, nueva trincherilla de remate y desplante pinturero, constituyeron un acabado poncear que mereci¨® las complacencias del p¨²blico. Y la porf¨ªa final a un palmo de los pitones consigui¨® encender el j¨²bilo de la facci¨®n orejista, al que se uni¨® despu¨¦s el se?or presidente.
Los otros novilleros no anduvieron tan sueltos. Los otros novilleros se encontraron con mayores dificultades, uno emanadas del ganado que hubo de lidiar, otro de sus propias limitaciones. El primero, llamado Samuel L¨®pez, pech¨® con un novillo de casta que le arroll¨® y volte¨® dos veces -quiz¨¢ fueron tres- y tuvo el m¨¦rito incuestionable de no arredrarse nunca y volver a la cara del animal con el prop¨®sito de hacerle el toreo bueno. Se le apreciaron no ya maneras sino detalles de asolerada torer¨ªa en el manejo del capote y de la muleta. A otro novillo ya boyante lo mulete¨® sin la templanza y la reuni¨®n que prende los corazones, y en cambio lo tumb¨® de una estocada extraordinaria, acaso la mejor de la feria, marcando con lentitud los tiempos del volapi¨¦. Sorprendentemente, esta inusual forma de matar no le vali¨® parabi¨¦n alguno. Y se retir¨® a la barrera sin pena ni gloria. Carece de importancia en un torero que empieza pero Samuel L¨®pez va para treinta?ero y ¨¦sas ya no son edades de merecer.
El segundo, llamado Gustavo Mart¨ªn, ven¨ªa ataviado de Rafael de Paula con su flamante vestido as¨², su capote de g¨¹erta-jasule, su pelo negro rizado a la nuca y ese peculiar aire agitanado propio de Er¨¦. Pero es de Zamora. Y expuso un toreo no muy cabal. Y estas cosas se acaban notando. Con escaso valor y falto de recursos, lo que hizo fue dar el cante y no por sevillanas.
Si estableci¨¦ramos terminos de comparaci¨®n, Juan Bautista, a su lado, ser¨ªa Joselito y Belmonte unidos en matrimonio. Ahora bien, si medimos a Juan Bautista con otros novilleros que pasaron por Madrid y se fueron de vac¨ªo, a lo mejor se encontraba en parecido caso. El se?or presidente deber¨ªa pagar de su bolsillo lo que regala. La puerta grande no es suya. ?Le mandamos una auditor¨ªa?
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