El l¨ªder serbio tendr¨¢ que responder ahora ante un pa¨ªs derrotado y destruido
Salvo que haga una excepci¨®n y decida finalmente hablar a su pueblo -incluso con las restricciones y el formalismo que ofrece la televisi¨®n de un pa¨ªs aut¨®crata-, el presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, no parece inclinado a explicar a sus compatriotas por qu¨¦ ha elegido otra vez el camino de la derrota disfrazada. Porque as¨ª es como entienden todos los analistas pol¨ªticos su aceptaci¨®n del acuerdo de paz.
Perdi¨® la guerra en Croacia, perdi¨® la guerra en Bosnia y ahora abandona la ret¨®rica de ¨¦pica resistencia para obedecer a Bill Clinton, a Javier Solana y, bastantes escalones m¨¢s abajo, pero con id¨¦ntica idea, al m¨¢s odiado personaje televisivo entre los serbios, el portavoz de la OTAN, Jamie Shea, que hace comentarios sobre los bombardeos aliados que han puesto de rodillas al Gobierno de un pa¨ªs orgulloso de su historia.Si hubiera encuestas electr¨®nicas de opini¨®n como las que se hacen en Occidente, Milosevic habr¨ªa perdido m¨¢s puntos que Clinton en los peores d¨ªas del ya casi olvidado esc¨¢ndalo Lewinsky. Pero esto es Yugoslavia, esto es Serbia. Esto es muy diferente.
Dos veteranos y respetados analistas pol¨ªticos serbios que conversaron separadamente con EL PA?S horas despu¨¦s de la capitulaci¨®n de Belgrado ante la OTAN, llegaron a la misma conclusi¨®n: en el teatro de los Balcanes todo ha ca¨ªdo menos el tel¨®n. Milosevic sigue siendo capaz de manejar el drama de esta regi¨®n.
El malestar militar
La aceptaci¨®n del acuerdo de paz no es una idea popular entre los militares (desde el m¨¢s alto general hasta el m¨¢s humilde soldado), que han soportado en 72 d¨ªas de bombardeos la m¨¢s intensa ofensiva a¨¦rea de la historia. Algunos oficiales son obedientes al diktat propagand¨ªstico, como el general Nebojsa Pavkovic, el comandante supremo del Tercer Cuerpo del Ej¨¦rcito Yugoslavo -el encargado de Kosovo- que hace dos d¨ªas, en la primera revelaci¨®n de las bajas militares, dijo que los bombardeos aliados hab¨ªan producido 1.800 bajas. La cifra, por supuesto, tiene que ser mucho mayor en un pa¨ªs donde, seg¨²n la propaganda militar, la artiller¨ªa antia¨¦rea ha derribado a 48 aviones de la OTAN. Los militares no est¨¢n del todo contentos con el cese de una guerra que quiz¨¢s pod¨ªa haberles ofrecido mejores posibilidades de desenlace. La pregunta que muchos de los familiares de los soldados muertos se har¨¢n es inevitable: ?Todo esto, para qu¨¦?El pa¨ªs est¨¢ destruido. C¨¢lculos conservadores dicen que la reparaci¨®n de la infraestructura b¨¢sica -carreteras, puentes, sistemas el¨¦ctricos, agua potable, escuelas, hospitales- costar¨¢ alrededor de 100.000 millones de d¨®lares (casi 16 billones de pesetas). Una cifra que est¨¢ m¨¢s all¨¢ de la imaginaci¨®n del agricultor yugoslavo, del mec¨¢nico, del banquero que, como al menos medio mill¨®n de trabajadores de f¨¢bricas arruinadas, ha quedado sin sueldo.
A Milosevic le toca ahora desempe?ar el improbable papel de salvador de una situaci¨®n que ¨¦l mismo cre¨®. Y lo tiene dif¨ªcil.
Sentimiento perdedor
Horas despu¨¦s de que el Parlamento serbio diera su bendici¨®n a una capitulaci¨®n que el propio Milosevic hab¨ªa jurado que jam¨¢s ocurrir¨ªa, en el centro de Belgrado un joven estudiante de Ciencias Pol¨ªticas llamado Iv¨¢n, fumaba furiosamente en una esquina. Su hermano, Petar, soldado, fue enterrado la semana pasada. "En esta guerra no hay h¨¦roes", dijo, "y los que se disfrazan de pacifistas no son otra cosa que hip¨®critas. Hemos perdido y esperemos que Milosevic admita que es el presidente de un pa¨ªs de perdedores"."Estoy harto de tanta mentira", agreg¨®. Arroj¨® la colilla de su cigarrillo y se fue maldiciendo el presente.
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