LA CR?NICA La feria de los inventos PEDRO ZARRALUKI
No s¨¦ qui¨¦n dijo que la vida es todo aquello que sucede mientras t¨² haces otros planes, pero fuera quien fuese ten¨ªa raz¨®n. De peque?o yo quer¨ªa ser inventor y mago, dos actividades que por aquella ¨¦poca -y vaya usted a saber por qu¨¦- me parec¨ªan razonablemente complementarias. Entre otros muchos proyectos fracasados, constru¨ª una especie de tabla de windsurf para ir por tierra y un coche de scalextric con dos motores, artilugios ambos que no llegaron a funcionar en la realidad con la misma perfecci¨®n con que lo hac¨ªan en mi mente enfebrecida. De aquellos a?os conservo una abultada biograf¨ªa de Edison. En ella se cuenta que el gran inventor quiso escribir una "novela el¨¦ctrica", pero que acab¨® cans¨¢ndose de la idea. Declar¨®, con despiadada sorna, que prefer¨ªa inventar una docena de cosas ¨²tiles, y aun un novelista mec¨¢nico que produjese novelas al darle cuerda. El caso es que abandon¨¦ mis primeras ambiciones y me hice escritor, por lo que hoy en d¨ªa no puedo dejar de pensar que soy algo as¨ª como un invento bufo de Edison. Se comprender¨¢, dados estos antecedentes, que me trasladara entusiasmado a Vilanova i la Geltr¨² nada m¨¢s enterarme de que se estaba celebrando Gal¨¢ctica 99, la VI Feria Nacional de Inventos. Era s¨¢bado por la tarde y entraban oleadas de visitantes al pabell¨®n deportivo donde se celebraba. En la taquilla me dieron un cat¨¢logo impreso en el que se explicaba que la muestra estaba dedicada a los inventores individuales, con el fin de que ¨¦stos tuvieran un lugar donde exponer los productos de su ingenio. La cosa no pod¨ªa ser m¨¢s prometedora. El cat¨¢logo de innovaciones all¨ª expuestas conten¨ªa propuestas tan espectaculares como una banderilla bidireccional pensada para evitar que los toreros se lesionasen, un coche sin carrocer¨ªa y un modelo de contrato laboral que aspiraba a acabar con el paro. Conten¨ªa tambi¨¦n, repetida por todas partes, una palabra que siempre me ha seducido: dispositivo. Un dispositivo viene a ser para m¨ª un instrumento m¨¢gico, un mecanismo muy dif¨ªcil de idear, algo as¨ª como un ensalmo convertido en objeto. Me fastidiar¨¢ llegar al final de mi vida sin haber inventado ninguno, aunque me consuelo pensando que una novela funciona como un s¨®lido dispositivo narrativo, como una m¨¢quina bien engrasada. Un inventor, como un literato, es una persona orgullosa de haber tenido una idea. Y all¨ª, en Gal¨¢ctica 99, estaban todos los inventores mostrando al p¨²blico sus ideas. Durante mi largo paseo fui observ¨¢ndolos. Un se?or de Esplugues hab¨ªa ideado una isla flotante con piscina, tumbonas, parasoles y hasta una barra de bar. Otro, ¨¦ste de El Masnou, ofrec¨ªa un inodoro contra el estre?imiento. Sin ning¨²n reparo, explicaba su funcionamiento a un c¨ªrculo de curiosos. En un stand minimal una pareja sonriente propon¨ªa un calientacuchillos para mantequilla. En otro stand, un simp¨¢tico coru?¨¦s mostraba un dispositivo -dispositivo, ?qu¨¦ envidia!- para el aparcamiento transversal de autom¨®viles. Hab¨ªa propuestas por completo disparatadas y otras realmente ingeniosas, como una especie de timbre que, instalado en la ventanilla de un coche y con el lema: "?Molesto? ?Pulse!", permit¨ªa avisar por radiofrecuencia al propietario de un veh¨ªculo mal estacionado. Me pregunt¨¦ qu¨¦ tipo de magn¨ªfica locura arrastraba a toda aquella gente a llevar a la pr¨¢ctica sus ideas, a hipotecar lo que hiciera falta y a ofrecerlas en una feria. Contemplando una hidrobicicleta desmontable, pens¨¦ que un escritor deb¨ªa ser el primero en comprender que no es ninguna tonter¨ªa defender a capa y espada las propias ocurrencias. ?Qu¨¦ otra cosa mejor tenemos? Fue en aquel momento cuando llegu¨¦ a un stand en el que no se mostraba ning¨²n invento. Era la de un marchante de ideas. El empresario, un sevillano, me explic¨® que ¨¦l representaba cualquier cosa que pudiera ocurr¨ªrsele a alguien: desde un ingenio mec¨¢nico hasta un juego de mesa... o una novela. Sal¨ª del pabell¨®n con el folleto del marchante entre las manos. Le¨ª: "No hace falta que sepa nada sobre patentes, ni que sepa hacer planos, ni que sepa vender... S¨®lo hace falta que sepa pensar". Al dirigirme hacia el coche me cruc¨¦ con un hombre que segu¨ªa con ostentoso fastidio a una mujer. "?Qu¨¦ co?o hacemos aqu¨ª?", se quejaba, "?si ya est¨¢ todo inventao!" Por suerte para el amplio mundo del pensamiento, el muy insensato entraba en territorio enemigo.
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