Los opinantes
La intervenci¨®n de la OTAN en Yugoslavia ha tra¨ªdo multiplicidad de opiniones publicadas; ha concurrido a la ilustraci¨®n general mucha gente, desde "la crema de la intelectualidad", hasta los m¨¢s oscuros comentaristas de ocasi¨®n o de oficio. La luz arrojada entre todos ha sido tal que la confusi¨®n m¨¢s enrevesada se ha podido abrir camino entre los lectores ingenuos, si es que tal especie existe. Desde que Zola tuvo la afortunada actuaci¨®n del Yo acuso en el caso Dreyfus, todos nos hemos sentido obligados, aunque no seamos Zola, a intervenir con la palabra, cuando hay un asunto importante entre manos. Y este asunto lo es: sucia limpieza ¨¦tnica, matanzas, violaciones, destierros, bombardeos, decisi¨®n de los m¨¢s importantes del mundo, derechos humanos, nacionalismos exacerbados, la agresiva convivencia balc¨¢nica, alta tecnolog¨ªa, y m¨¢s ingredientes de este g¨¦nero. Cuando se est¨¢ en sociedades libres, la gente opina en libertad. Sobre lo que quiero llamar la atenci¨®n es sobre la intensidad, extensi¨®n, y hasta obscenidad con que los opinantes, al opinar, se muestran. No es que se descubran, es que, en muchos casos, se desnudan; los art¨ªculos sobre esta guerra o intervenci¨®n pertenecen, con frecuencia, al g¨¦nero del autorretrato. Algunos hacen alarde de irresponsabilidad, en el sentido de que estamos hablando de hechos y decisiones, pero jam¨¢s se ponen estos opinantes en la piel del que tiene que decidir, y tomar decisiones dif¨ªciles, duras, graves, puesto que afectan a vidas humanas. Es virtud no tan extra?a en el llamado mundo intelectual, o de los predicadores en general; sobre todo, abunda el g¨¦nero de los antitodo; pero el responsable tiene que actuar en un sentido u otro, o quedarse quieto, que es otra forma de actuar. Poca comprensi¨®n, en estos casos, para los pol¨ªticos. Tambi¨¦n los hay del g¨¦nero impermeable a los hechos. Gentes afortunadas que tienen todo resuelto antes de empezar; para ellas, la historia, los acontecimientos, son siempre prueba de lo que ellos ya sab¨ªan, demostraciones del previo juicio. ?stos suelen ser tambi¨¦n terribles en las justicieras condenas. Podemos llamarles apod¨ªcticos. Ejemplares en no aprender de la realidad. Aunque el justiciero pertenece de suyo a otro tipo: no es, en sentido propio, un opinante, sino un elaborador de fallos, casi siempre condenatorios de alguien, al que, por lo dem¨¢s, ten¨ªan impl¨ªcitamente condenado de antemano. Por ejemplo, los calificadores del se?or Solana como criminal de guerra, o genocida, con la encantadora incongruencia de dejar al margen a los 18 jefes de Estado o de Gobierno que, por unanimidad, tomaron la decisi¨®n y luego la remacharon. Los hay tambi¨¦n que son monopolistas de la bondad, de la compasi¨®n, de la humanidad, de una manera impl¨ªcita o expl¨ªcita. Como si los dem¨¢s opinantes no coincidentes fueran monstruos sedientos de sangre, o algo as¨ª. Hay, m¨¢s noble, el g¨¦nero del que duda, del que sopesa pros y contras y se resiste a dar un apoyo sin reservas, sin matices, aunque en esta clase de asuntos, cuando hay violencia por medio, la aprobaci¨®n, o la preferencia, ha de compaginarse, con frecuencia, con la repugnancia que producen algunos procedimientos que utiliza el que tiene la mejor raz¨®n. Otro caso es el del equidistante, esp¨ªritu puro, que en modo alguno tolerar¨¢ ni la m¨¢s m¨ªnima mancha, ni siquiera de opini¨®n; ¨¦ste no es el justiciero, sino el justo, el impecable, el buen ejemplo, que conforma la realidad a su gusto, y permanece extra?o a toda suciedad. Y tambi¨¦n existe el que aprovecha la ocasi¨®n para dar salida a su odio, resentimiento, frustraci¨®n, o inter¨¦s. ?stos y otros tipos no se presentan, a trav¨¦s de las opiniones, en estado puro, sino en mezclas variadas. En fin, que al margen de las ventajas o inconvenientes que traer¨¢ esta guerra, el florilegio de opinantes es ya un descubrimiento atractivo. F¨ªjense s¨®lo en los que han escrito y escriben en este peri¨®dico; formar¨ªan un curioso volumen.
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