Acusaci¨®n particular
En la calle Embajadores, n¨²mero 62, del madrile?o barrio de Lavapi¨¦s, hay una comunidad de vecinos c¨®mplices de asesinato. Una noche de hace pocos d¨ªas, un ni?o de cinco a?os muri¨® apaleado en su domicilio, la direcci¨®n que les digo. La madre y su "compa?ero sentimental" (dos palabras como dos bofetadas: crueles iron¨ªas del lenguaje) fueron detenidos bajo la acusaci¨®n de matar al ni?o a golpes. Ten¨ªa rotas las costillas, los ojos amoratados, ten¨ªa heridas las manos y quemaduras por todo el cuerpo, estaba desnutrido. Un fuerte golpe en la cabeza y otro en la frente provocaron el peque?o final de su larga agon¨ªa. Cinco a?os. Muri¨® de soledad. Yo acuso a los vecinos de la calle Embajadores, n¨²mero 62. El m¨¦dico que acudi¨® a la llamada recibida en el 061 llor¨®, sentado en la escalera de esa casa culpable, una vez que encontr¨® el raqu¨ªtico cad¨¢ver de la inocencia tirado en un pasillo salpicado de sangre. Lo contaron los vecinos. Los vecinos contaron a los periodistas cuanto sab¨ªan, con todo lujo de detalles. Los vecinos, culpables y morbosos. Porque los vecinos de la calle Embajadores, n¨²mero 62, seg¨²n contaron ellos mismos a los periodistas, nunca hab¨ªan visto al ni?o asesinado, ya que jam¨¢s le sacaban de casa (aunque s¨ª a un hermano menor, hijo de la pareja acusada), pero sab¨ªan de su existencia por sus gritos "aterradores, tristes y vac¨ªos", que o¨ªan por el patio. Son palabras de una tal Emilia. Y tambi¨¦n: "El peque?o gritaba: "?Mam¨¢, no me pegues!". Muy elocuente con los periodistas la vecina Emilia. Nadie avis¨® jam¨¢s a la polic¨ªa para denunciar aquel aberrante abuso, aquel atroz sufrimiento, aquella horripilante soledad. Un ni?o de cinco a?os, rodeado de vecinos madrile?os, se encontraba absolutamente solo y encerrado en su min¨²sculo e inconmensurable infierno. Seguro, Emilia, que sus gritos aterradores y tristes te llamaban, a ti, personalmente. "Si la madre no lo denunciaba, ?por qu¨¦ ¨ªbamos a hacerlo nosotros?", se preguntaba, ante los periodistas, otro vecino, un tal Jos¨¦ Alberto. Yo no s¨¦ si el ret¨®rico Jos¨¦ Alberto vio el cad¨¢ver del ni?o. Supongo que s¨ª... La respuesta a tu pregunta, Jos¨¦ Alberto, es tan simple como un peque?o cuerpo apaleado unos tabiques m¨¢s all¨¢ de tu televisor. As¨ª que yo acuso a una tal Emilia, a un tal Jos¨¦ Alberto y a todos los vecinos de la calle Embajadores, n¨²mero 62. Les acuso de impiedad, de insensibilidad, de crueldad, de irresponsabilidad, de omisi¨®n de socorro, de ego¨ªsmo, de cobard¨ªa y de hipocres¨ªa. Les acuso de complicidad en uno de los cr¨ªmenes m¨¢s horribles que se pueden cometer: el de asesinar, a golpes y a soledad, a un ni?o. Qu¨¦ f¨¢cil hubiera sido, Emilia, qu¨¦ r¨¢pido hubiera sido, Jos¨¦ Alberto, marcar a tiempo, y a¨²n de manera an¨®nima, tres n¨²meros en un tel¨¦fono. Desde luego, si yo hubiera vivido en la calle Embajadores, n¨²mero 62, y no hubiera marcado esos tres n¨²meros, jam¨¢s podr¨ªa volver a mirarme en un espejo. Un espejo de lo que es la hipocres¨ªa social (que contin¨²a en las comunidades de vecinos, en los colegios, en los centros de trabajo, en cualquier c¨ªrculo de relaci¨®n, pero que comienza dentro de las propias familias) es la nueva pel¨ªcula producida por el l¨²cido Dogma 95, dirigida por el brillante dan¨¦s Thomas Vinterberg, titulada Festen (Celebraci¨®n) y que se proyecta actualmente en el viejo cine Alphaville. Si a alguien le parecen exageradas mis acusaciones, que vaya a verla. Es una obra de maestr¨ªa cinematogr¨¢fica y una obra maestra contra el silencio culpable. A la familia, a la comunidad, a la sociedad, a la tribu, no le gusta ser "intimidada" por sus v¨ªctimas, no le gusta verse implicada en asuntos desagradables (innombrables) que distorsionen el armonioso discurrir de su fest¨ªn, no le gusta ver ni o¨ªr lo peor, presente aunque escondido. La v¨ªctima es repudiada, marginada, acusada de fantas¨ªa, de locura y hasta de falta de consideraci¨®n con sus semejantes. Contra lo inc¨®modo de la v¨ªctima, el silencio, la traici¨®n, los buenos modales, las intachables apariencias. Debajo de los manteles impolutos, la mierda familiar. Hasta que llegan las c¨¢maras y graban la verdad. Hasta que llegaron las c¨¢maras, los vecinos de la calle Embajadores, n¨²mero 62, no dijeron la verdad. C¨®mplices y morbosos. Y, entretanto, un ni?o de cinco a?os muri¨® de golpes y de soledad.
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