Desagregar
El vac¨ªo de liderazgo oficial que dej¨® Borrell ha sido ocupado por el liderazgo natural de Felipe Gonz¨¢lez. Se le vio inquieto desde que empez¨® la guerra de Kosovo. La vergonzante discreci¨®n del presidente Aznar dej¨® a Gonz¨¢lez como principal referencia pol¨ªtica ante el coflicto balc¨¢nico. Al empezar la campa?a ya se hab¨ªa convertido en el l¨ªder de hecho del PSOE. Ni es candidato a nada, ni tiene cargo relevante alguno en el partido. Y, sin embargo, ejerce. Al pol¨ªtico no se le reconoce el prejuicio de inocencia y menos a Gonz¨¢lez. Sus c¨¢lculos habr¨¢ hecho para dar los pasos que est¨¢ dando. Aunque una de las principales fuentes de error del an¨¢lisis pol¨ªtico es descuidar el factor humano, que tiene aqu¨ª muchos vectores: desde los recovecos de la psicolog¨ªa de un hombre demasiado joven para ser "ex" hasta la par¨¢lisis de la actual direcci¨®n socialista que va de perplejidad en perplejidad sin tomar una iniciativa. Si Gonz¨¢lez ha acabado ocupando el liderazgo socialista vacante es tambi¨¦n porque en los m¨ªtines era m¨¢s visible que cualquiera de los que ocupaban el escenario. Y as¨ª el frustrado liderazgo de elecci¨®n democr¨¢tica de Borrell ha sido sustituido por otro de ra¨ªz hist¨®rica y carism¨¢tica. Gonz¨¢lez reasume la funci¨®n de l¨ªder aun sin dejar de repetir que est¨¢ un paso atr¨¢s respecto a la pol¨ªtica de cada d¨ªa. Desde esta equ¨ªvoca posici¨®n, ha tratado de apuntar temas de cierto grosor, aunque s¨®lo haya recibido r¨¦plicas mitineras como respuesta. Pero tambi¨¦n ha conseguido un lamentable ¨¦xito: el primer lugar en la clasificaci¨®n de los desprop¨®sitos, la m¨¢s re?ida de esta campa?a, con un insulto inaceptable a Aznar y Anguita. Uno de sus argumentos recurrentes es el peligro de desagregaci¨®n de Espa?a. En la sociedad de la indiferencia pueden ocurrir las cosas m¨¢s inesperadas (e incluso m¨¢s graves) sin provocar apenas una emoci¨®n. El proceso de fin de la violencia vasca est¨¢ transcurriendo en este clima. Da la sensaci¨®n de que para la mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa que ETA deje de matar es un hecho tan importante que justifica el mirar a otra parte si por el camino pasan cosas que repugnan a las convicciones personales. ?D¨®nde empieza la madurez de la sociedad y d¨®nde la indiferencia? Los ciudadanos de la Espa?a posmoderna est¨¢n resignados a tragar con tal de que acabe la violencia. Esta resignaci¨®n puede ser positiva en tanto que cortocircuita el espiral reactivo, pero negativa en la medida en que suponga aceptar cualquier imposici¨®n de la minor¨ªa. "El objetivo principal de este Gobierno es durar", dijo Aznar en su primer Consejo de Ministros. Probablemente es la maleabilidad que el PP ha demostrado desde que gobierna lo que incita a Gonz¨¢lez a lanzar su serm¨®n. Todo g¨¦nero tiene sus leyes. Y en el serm¨®n cierto catastrofismo sirve para provocar la reacci¨®n de los feligreses. Sin embargo, cuesta ver como peligro real la disgregaci¨®n de Espa?a. Por tres razones. Primera: porque ni el nacionalismo catal¨¢n ni el gallego la piden. El Pacto de Estella debe considerarse, de momento, en clave de proceso de fin de la violencia. De la f¨¢bula ideol¨®gica a la realidad hay todo un debate democr¨¢tico que los partidos no nacionalistas deben afrontar sin catastrofismo. Segunda: revisar el marco de articulaci¨®n pol¨ªtica de Espa?a no significa quemarlo, sino hacer m¨¢s c¨®moda la relaci¨®n entre las partes. Aunque para que as¨ª sea la diferencia no puede entenderse como desigualdad. Tercera: la idea de desagregaci¨®n retrotrae a una clave soberanista que el proceso de construcci¨®n europea est¨¢ haciendo obsoleta. La soberan¨ªa nacional, con moneda ¨²nica europea y (si se aprende la lecci¨®n de Kosovo) con defensa y pol¨ªtica exterior com¨²n, ya no es lo que era. Los Estados-naci¨®n han repartido el poder hacia arriba y hacia abajo. De pronto ven c¨®mo los hijos aprovechan la dote recibida y tratan de andar por su cuenta. Y cuando eso ocurre, el padre siente la tentaci¨®n de recuperar las palabras gruesas, de apelar a lo simb¨®lico. Los franceses se comportan como catalanes, dice Xavier Rubert. La navegaci¨®n al d¨ªa del PP puede ser irresponsable. Pero no justifica un llanto jerem¨ªaco por la desagregaci¨®n de Espa?a.
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