LA CR?NICA Ir a por tabaco (y no volver jam¨¢s) MAR?A JA?N
Irse de casa. "El meu marit va desapar¨¨ixer. Va tornar de la feina, va posar la cartera contra la paret, em va preguntar si havia comprat pa. Devia ser cap a dos quarts de vuit". As¨ª empieza la segunda novela de Marie Darrieussecq (Naixement dels fantasmes, Emp¨²ries / Anagrama), en la que una mujer describe el terrible golpe emocional que supone la desaparici¨®n de su marido y c¨®mo consigue acostumbrarse a esa ausencia. Leo este inicio de novela, contundente y sencillo como debe ser siempre el primer p¨¢rrafo de una historia, y pienso inmediatamente en otras historias que he le¨ªdo. Historias de desapariciones conyugales: Wakefield, el cuento de Nathaniel Hawthorne ("l"home, fent veure que se n"anava de viatge, es va allotjar al carrer contigu a casa seva i, sense que en sabessin res la dona ni els amics i sense cap motiu que expliqu¨¦s aquest desterrament voluntari, hi va viure m¨¦s de 20 anys"), y Sentimental, la novela de Sergi P¨¤mies ("l"home que fa un moment ha dit: "Vaig a comprar tabac", no tornar¨¤ mai m¨¦s a casa seva"). Puede que estas historias no tengan nada que ver entre ellas, pero cuando quieres (los cr¨ªticos suelen hacerlo a menudo), siempre encuentras parecidos: dicen que Hawthorne precede a Kafka y de Kafka precisamente hablaron la mayor¨ªa de cr¨ªticos tras leer Marranades, la primera novela de Darrieussecq (Gregor Samsa convertido en insecto frente a la metamorfosis de la mujer-cerda). Tanto el esposo de Hawthorne como el de Darrieussecq acaban regresando a casa. El primero, tras una ausencia absurda de 20 a?os, tranquilo como si no hubiera estado fuera m¨¢s de un d¨ªa, convertido en marido afectuoso y fiel hasta la muerte. El segundo, casi de inmediato; de hecho, no ha llegado a desaparecer, sigue estando all¨ª, aunque la mirada de la esposa lo vea ahora convertido en otro. Metonimia, sin¨¦cdoque y met¨¢fora. La novela de Darrieussecq se present¨® el pasado jueves en el Instituto Franc¨¦s. Primero habl¨® Dolors Oller, de la dificultad y la sinceridad del texto, del aire inquietante que se respira en la lectura, de la angustia de la narradora, de los fantasmas que se personan en la mente de la esposa abandonada: el sentimiento de culpa, los remordimientos por el trato negligente hacia el marido. Despu¨¦s habl¨® la autora. "No estoy de acuerdo en casi nada". La respuesta de Darrieussecq provoc¨® la sonrisa de algunos de los asistentes al acto; a otros -probablemente hab¨ªan le¨ªdo ya la novela- les pareci¨® previsible y l¨®gica. Las palabras de la escritora no hac¨ªan sino corroborar la afirmaci¨®n de Oller. El texto de Darrieussecq es un texto dif¨ªcil, que admite distintas interpretaciones, puede leerse en clave filos¨®fica o simb¨®lica, de absurdo o de misterio, puede incluso ser le¨ªdo sin sentir en absoluto la necesidad de interpretarlo, aunque para la autora est¨¦ claro: la desaparici¨®n del marido significa la transformaci¨®n de la realidad de la mujer. Una met¨¢fora pura. Los fantasmas y el amor. Hay a¨²n otro modo de leer este libro. Como el cuento de Hawthorne -ah¨ª va otro parecido razonable, y eso que me lo saco de la manga,- ¨¦sta es tambi¨¦n una historia de amor. "El primer amor te hace creer que yo soy ¨¨l y ¨¦l es yo, que somos dos y uno al mismo tiempo; con el segundo te das cuenta de que yo soy yo y los otros son los otros. En mi novela, ¨¦l est¨¢ all¨ª, y ella entiende que puede vivir sin ¨¦l, con ¨¦l pero sin ¨¦l". Es otra manera, original, extra?a, de explicar lo que han contado ya tantos autores, que el tiempo, la convivencia, condicionan nuestra manera de mirar / amar el mundo / los hombres; que satisfacer nuestra ansia, llenar ese vac¨ªo que nos regalan con la vida, no depende de los dem¨¢s -amigos, amantes, esposos, madres e hijos-, sino de nosotros mismos. Darrieussecq no cree en los fantasmas. "Los fantasmas son una met¨¢fora de lo que nos falta. La protagonista entiende que lo que le falta nadie podr¨¢ d¨¢rselo: nadie puede consolarme, nadie puede darme lo que necesito, encontrarlo depende tan s¨®lo de m¨ª". Eso es lo que la mujer entiende, lo que no cuenta el cuento es si encuentra por fin el modo de hacerlo.
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