Tranquila vida provinciana
En mis libros de texto estudiaba la emigraci¨®n del campo a las ciudades. Desde peque?o, me parec¨ªa una tragedia el abandono del hogar, de unas costumbres, de una cultura, para fundirse en las sombras grises de las f¨¢bricas; quiz¨¢ no hubiera otra soluci¨®n. Mis hijos estudiar¨¢n c¨®mo la gente de las ciudades emigr¨® a la ciudad ¨²nica, cuya voracidad es capaz de continuar engullendo e hincharse a pesar de los continuos atragantamientos, las ¨²lceras cr¨®nicas y perspectivas de r¨¦gimen de miel para todos. La resignaci¨®n de los madrile?os es asombrosa, admirable. Yo all¨ª opinaba igual: hay teatros, infraestructuras que te transportan, movimiento, movida... No quiero hacer comparaciones, todo es cuesti¨®n de gustos; ir¨¦ a los hechos. Los madrile?os se estorban unos a otros, en sus coches, en el metro, en las aceras, en los espect¨¢culos; los fines de semana, la lucha por el espacio es dram¨¢tica. ?Por qu¨¦ no se hace nada para impedir el continuo tributo en cuerpos all¨ª encerrados? El s¨ªmbolo del progreso consiste en ser capaz de reunir todo lo posible en una capital de la que estar orgullosos, o al menos tener una ciudad-monstruo con la que competir a nivel internacional, ?no?
Yo creo en la pluralidad, porque las diferencias mueven el mundo; la variedad es vida o muerte, nunca estancamiento. Sin embargo, tengo la impresi¨®n de que las autonom¨ªas de hoy consisten en acaparar poder, en acentuar las diferencias que a¨ªslan y, por supuesto, independizan, como una mano espasmosa arrancada de un cuerpo. Mientras, la M-120 amenaza con cruzar el Ebro, y all¨ª metidos, circunvalando Zaragoza, muchos madrile?os; eso s¨ª, con acento ma?ico.
En definitiva, se llevan mi centro de trabajo de Bilbao a Madrid. Tengo cada vez m¨¢s hermanos y amigos convertidos en madrile?os fieles y felices. Pero ?esta vez tampoco puede impedirse el ¨¦xodo? La era de las telecomunicaciones ofrece la soluci¨®n t¨¦cnica. ?Nadie quiere abrir los ojos? Las oportunidades estar¨¢n siempre all¨ª, pero est¨¢ prohibido desear una vida tranquila y provinciana. Se preocupan los de aqu¨ª por hacernos distintos a los de all¨¢, cuando ya nos sentimos ¨²nicos y afortunados, en vez de luchar por la verdadera fuerza, la humana. Entonces, m¨¢s vale uno muy, muy de la tierra, que les garantice su permanencia, que unos cuantos con esp¨ªritu, pero sin sangre ni nivel de calidad.-
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.