Manifestaci¨®n en Cibeles

Nada excepcional: el viernes 11 de junio, a las siete de la tarde, un grupo de cien personas, incluidos ni?os, que representaban a un sindicato de trabajadores del metro, colaps¨® el tr¨¢fico en el centro de Madrid, desde la Puerta de Alcal¨¢ hasta Cibeles y, luego, hacia Sol. El enorme atasco tard¨® hora y media en resolverse. La Polic¨ªa Nacional y la Municipal iban abriendo paso a los manifestantes y protegi¨¦ndolos. En las cercan¨ªas de Cibeles se producen con frecuencia manifestaciones min¨²sculas, en las que, con las debidas autorizaciones, se ocupa la calzada central y se paraliza el tr¨¢fico. Algunos creen, al parecer, que su derecho constitucional a la libre manifestaci¨®n incorpora autom¨¢ticamente el derecho a colapsar el tr¨¢fico, incluso en los casos en los que el exiguo n¨²mero de los manifestantes permitir¨ªa ejercer tal derecho por la acera, o por un lado de la calzada, sin fastidiar al resto de los ciudadanos.

?D¨®nde queda la protecci¨®n de los derechos del enfermo que se ve atrapado en un largu¨ªsimo atasco, o del ciudadano que quiere coger un tren o un avi¨®n y lo pierde, o del que necesita el auxilio de la polic¨ªa que no puede llegar, o, meramente, el de quien un viernes por la tarde quiere llegar a su casa cuanto antes?

El pasado d¨ªa 11, en Cibeles, la situaci¨®n era tan incre¨ªble que alg¨²n conductor amenaz¨® con retirar por la fuerza las barreras, no hacer caso de la polic¨ªa y acabar con aquel disparate. Felizmente, al final no ocurri¨® nada y los pacient¨ªsimos conductores aguantaron con resignaci¨®n.

Cuando alcancemos nuestra mayor¨ªa de edad democr¨¢tica -al parecer, estamos a¨²n en la adolescencia-, quiz¨¢ lleguemos a distinguir lo que son derechos fundamentales y lo que son perversiones grotescas de esos derechos.-