LA CASA POR LA VENTANA Me alquilo para asesorar JULIO A. M??EZ
Una alegre certidumbre se impone sobre no importa qu¨¦ otras consideraciones a la hora de valorar los resultados de las elecciones del domingo pasado en nuestra comunidad. Ahora que la mitad m¨¢s o menos de nosotros ha decidido comprarse un Zaplana usado, hora es de reconocer los m¨¦ritos acumulados por aquellos visionarios que renegaron tempranamente de su adhesi¨®n a la m¨¢s estrafalaria colecci¨®n de siglas de ultraizquierda que haya dado este pa¨ªs en su historia moderna para entregarse a la reorganizaci¨®n de una derecha que ha pasado de las toscas maneras de Fraga Iribarne a la observancia del aut¨¦ntico centralismo democr¨¢tico de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en cosa de pocos a?os. El esfuerzo ha sido inmenso, rodeado adem¨¢s de incomprensiones sin cuento, de amargos sinsabores, de la natural desaz¨®n respecto de si Mao Zedong o Che Guevara, incluso R¨¦gis Debray si me apuran, obrar¨ªan de manera id¨¦ntica en similares circunstancias. La recompensa est¨¢ ah¨ª, a la vista de todo aquel que no se empecine en seguir utilizando la caduca ideolog¨ªa a manera de anteojeras, como dir¨ªa el estupendo Antonio Lis. La concepci¨®n zaplanista de la revoluci¨®n alcanza sus primeros objetivos, y qui¨¦n sabe si tambi¨¦n los ¨²ltimos. Por fin se gana limpiamente en las urnas una revoluci¨®n que, adem¨¢s, deja en la cuneta a lo que queda de los revisionistas y en evidencia a ese l¨ªder pecero de pacotilla que es Julio Anguita, liquidando de paso cualquier tentaci¨®n socialchovinista. El sue?o de todo estudiante organizado de los a?os setenta. En el haber de aquellos animosos muchachos que llenaron de las m¨¢s diversas siglas las mesas de los bares de facultad de nuestros distritos universitarios cuenta tambi¨¦n un sobrevenido alarde de modestia. Al contrario que en sus a?os buenos, cuando cualquier despabilado era l¨ªder de al menos una organizaci¨®n revolucionaria formada por su novia, su cu?ado y dos amigos m¨¢s (aunque para ello fuera preciso pasar de la cuarta a la quinta internacional, y as¨ª sucesivamente, en menos de lo que dura un curso), al servicio de un af¨¢n de protagonismo felizmente reconvertido en ruptura epistemol¨®gica a cuenta del uso de la ca¨ªda de la consonante intervoc¨¢lica en las obras completas de Trotsky, en esta ocasi¨®n se han situado en un muy conveniente segundo plano en su papel de asesores pero marcando sin desmayo, y con la inteligente sentiente que les fue esquiva en un pasado remoto, el territorio de cuanto hab¨ªa que conquistar. Adem¨¢s de no estorbar, han dado por fin la aut¨¦ntica medida de sus posibilidades, obteniendo a cambio de sus desvelos el arrasador resultado que todos nos veremos obligados a disfrutar en los pr¨®ximos a?os. Se puede arg¨¹ir que han tardado demasiado en proporcionarse cumplida satisfacci¨®n a sus apetencias de siempre, pero una observaci¨®n de esa clase olvidar¨ªa que tambi¨¦n la paciencia es una virtud revolucionaria (ya que la verg¨¹enza est¨¢ en desuso), que son precisos muchos pasos atr¨¢s para ensayar sin desmayo el golpe definitivo hacia adelante, que, en fin, las viejas disquisiciones sobre las condiciones objetivas y subjetivas deben madurar lentamente en el coraz¨®n antes de dise?ar con fortuna las artima?as propias de la estrategia. Otros, m¨¢s resabiados -porque siempre habr¨¢ disconformes con los grandes logros de la humanidad-, recurrir¨¢n a la insidia de cuestionar a Eduardo Zaplana -en lo estrat¨¦gico- y a Rita Barber¨¢ -en lo t¨¢ctico- como l¨ªderes m¨¢s calificados para una transformaci¨®n social de tan tremendas consecuencias. A esos agoreros bien se les puede responder que cada revoluci¨®n se dota de los l¨ªderes que tiene m¨¢s a mano, y si el mala sombra insiste o desciende a los detalles, arguyendo, por ejemplo, que le cuesta imaginarse a Joaqu¨ªn Hinojosa tomando caf¨¦ con Arturo Virosque, se le responde al instante si ha olvidado los elogios que Shakespeare dedic¨® a Stalin, y se acab¨® la discusi¨®n. Situada m¨¢s all¨¢ de toda duda razonable la evidencia del decisivo papel que la asesor¨ªa de buena parte de la izquierda ha jugado en esta absoluta epifan¨ªa, queda por dilucidar el papel que cabe asignar a los socialistas si aspiran a encabezar la revoluci¨®n que se les viene encima. No s¨®lo las argucias en clave interna, tambi¨¦n la apelaci¨®n a la sensatez de los ciudadanos carece de operatividad frente a la magnitud de la renovaci¨®n social en marcha. Antes de que Cipri¨¤ Ciscar perciba quinquenios acumulados por sus devastadoras victorias, el mensaje prioritario debe ser de recuperaci¨®n. De recuperaci¨®n de los astutos asesores que han conducido a Zaplana desde la nada hasta la m¨¢s absoluta de las mayor¨ªas.
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