Cuerpos fr¨ªos
Aznar probablemente se equivoc¨® al relegar el debate sobre el estado de la naci¨®n iniciado ayer hasta una fecha posterior a la triple cita del 13-J. El temor a que las sesiones parlamentarias brindasen a los socialistas un altavoz para caldear la campa?a electoral y la esperanza de poder utilizar en provecho propio la tribuna del Congreso para glosar los eventuales buenos resultados del PP en las urnas llevaron al jefe del Ejecutivo a ese retraso en el calendario. El boomerang se ha vuelto contra el lanzador. En v¨ªsperas electorales el aria de los indiscutibles logros gubernamentales (las magnitudes macroecon¨®micas o la pol¨ªtica antiterrorista) le hubiese dejado a Aznar solo en el escenario; sin embargo, su canto triunfalista ha quedado ahora enturbiado por la interpretaci¨®n de los resultados de los comicios. La primera intervenci¨®n de Aznar fue aseada, correcta y discreta, como suele suceder con los discursos le¨ªdos por los presidentes y escritos por sus gabinetes. Algunos consejeros del PP han atribuido el fracaso cosechado en ciertas circunscripciones auton¨®micas y municipales por las listas populares a la condici¨®n de cuerpos fr¨ªos de sus candidatos, incapaces de arrastrar a los segmentos marginales de los que dependen las mayor¨ªas absolutas. Si esa explicaci¨®n fuese satisfactoria, tampoco Aznar -modelo perfecto de ese helado tipo caracteriol¨®gico- ser¨ªa el l¨ªder adecuado para el PP; su discurso inicial, construido con el vocabulario pol¨ªticamente correcto de los profesionales del poder (retos, desaf¨ªos y problemas, di¨¢logo y consenso, metas y objetivos, estabilidad pol¨ªtica, modernizaci¨®n econ¨®mica y cohesi¨®n social), arranc¨® con forceps los aplausos a su bien dispuesto y fiel grupo parlamentario.
La respuesta de Joaqu¨ªn Almunia -dura, articulada y eficaz- toc¨® algunos puntos sensibles de los populares. Las reglas de los debates parlamentarios atribuyen al presidente del Gobierno -con los bancos de datos de la Administraci¨®n a su disposici¨®n- el decisivo privilegio de cerrar las discusiones; la ¨²nica arma de que dispone el l¨ªder de la oposici¨®n para equilibrar ese desigual juego del rat¨®n y el gato es censurar los errores y las carencias del Gobierno y defender adem¨¢s que las cosas bien hechas pudieron hacerse mejor o son un regalo de la fortuna. Aznar utiliz¨® su turno de r¨¦plica para contestar a los reticentes an¨¢lisis de Almunia sobre pol¨ªticas sectoriales (empleo, seguridad social, educaci¨®n, sanidad); no es seguro que los oyentes sacaran mucho en limpio de esa esgrima de cifras y porcentajes. El jefe del Ejecutivo, en cambio, no respondi¨®, a las justificadas cr¨ªticas dirigidas por el portavoz socialista contra los vaivenes de la estrategia de alianzas del PP, el sectario partidismo de la pol¨ªtica de comunicaci¨®n gubernamental, las opacidades del proceso de privatizaci¨®n y el humillante tratamiento dado a la instituci¨®n parlamentaria. El procedimiento de acallar chulesca e intimidatoriamente a los diputados del PSOE con el recuerdo de los esc¨¢ndalos del pasado es ajeno a los usos democr¨¢ticos. Ciertamente, no son f¨¢ciles de olvidar los casos de corrupci¨®n individual, financiaci¨®n ilegal del partido y guerra sucia contra ETA protagonizados durante la anterior legislatura por militantes o altos cargos socialistas; ocurre, sin embargo, que los tres a?os de gobierno del PP han mostrado que la fuente ¨²ltima de los esc¨¢ndalos es el desempe?o del poder y no las siglas en cuyo nombre se ejercita.
Aznar acus¨® a Almunia de pretender una vuelta atr¨¢s y de ofrecer s¨®lo recetas fracasadas del pasado para afrontar el futuro; nadie m¨¢s que el presidente del Gobierno pudo escuchar esas fantasmag¨®ricas propuestas. Tambi¨¦n se le fue la mano a Aznar con sus toscas alusiones a la derrota de Almunia ante Borrell en las primarias y sus pesados sarcasmos sobre los cambios de liderazgo en el PSOE. Es verdad que la dimisi¨®n oficial de Felipe Gonz¨¢lez hace dos a?os y su omnipresencia oficiosa posterior, la renuncia de Borrell y las incertidumbres sobre el candidato socialista en las pr¨®ximas generales han creado una gran confusi¨®n; pero tambi¨¦n es cierto que los populares tuvieron, durante el trienio 1986-1989, hasta seis l¨ªderes: Fraga, Herrero de Mi?¨®n, Hern¨¢ndez Mancha, otra vez Fraga, Oreja y Aznar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.