"Yo trafiqu¨¦ con hombres"
El patr¨®n de una patera y su ayudante cuentan los entresijos de la inmigraci¨®n ilegal en el Estrecho
Ya las pateras no nacen junto al mar. Se construyen en el interior de Marruecos, en la regi¨®n de Ksar Lekber, donde no falta madera, ni dinero, ni tampoco tranquilidad. No patrullan por all¨ª los gendarmes de Hassan II, ni a nadie se le ocurrir¨ªa pensar que en aquel lugar tan apartado, donde jam¨¢s subi¨® una marea, un viejo carpintero de ribera se dedica a pulir, dar brea y pintar de azul unas cuantas barcas... Es el ¨²ltimo secreto de los traficantes de hombres, de las mafias que se dedican al contrabando de inmigrantes a trav¨¦s del Estrecho. Lo cont¨® ayer, medio escondido en la habitaci¨®n de un hotel de Almer¨ªa, un hombre que dijo llamarse Omar. Avergonzado por su pasado reciente -dispuesto a no repetirlo- admiti¨®: "S¨ª, yo fui el patr¨®n de una patera; trafiqu¨¦ con hombres. Vivo de la mar en un pueblo muy cerca de T¨¢nger. Ya ten¨ªa cuatro hijos cuando me qued¨¦ sin trabajo. El pescado escaseaba. Los espa?oles, con barcos m¨¢s grandes y m¨¢s modernos, fueron dej¨¢ndonos sin pesca. Un d¨ªa, un hombre del que yo s¨®lo sab¨ªa que ten¨ªa mucho dinero me ofreci¨® un buen negocio: ten¨ªa que transportar inmigrantes de una orilla a otra; dije que s¨ª. Nunca me arrepentir¨¦ lo suficiente".
A pesar de ser marinero -o quiz¨¢ por eso-, Omar le sigue hablando de usted al mar. "Pero aquellos hombres -22 creo recordar que eran- estaban euf¨®ricos al subirse a la patera. Hab¨ªa hecho un d¨ªa muy claro, y cuando no hay nubes, parece que Espa?a est¨¢ ah¨ª al lado. No tardaron en darse cuenta de que el mar es muy peligroso; y el Estrecho, mucho m¨¢s. S¨®lo dos hombres consiguieron mantenerse enteros; el resto se puso a vomitar. Yo tambi¨¦n lo pas¨¦ muy mal. Me sent¨ª responsable de lo que les pudiese pasar. Jur¨¦ que no aceptar¨ªa m¨¢s el dinero por un negocio tan sucio como ¨¦se. Hubiera devuelto all¨ª mismo, en medio del Estrecho, los 15.000 dirhams -unas 200.000 pesetas- que me dieron".
No todos piensan como el hombre que dice llamarse Omar. ?l, arrepentido cierto, fue invitado ayer por Atime, la asociaci¨®n de trabajadores e inmigrantes marroqu¨ªes en Espa?a, a su primera jornada sobre pateras. Por turnos, y desde la ma?ana hasta la noche, fueron sent¨¢ndose en las mismas sillas alcaldes de una y otra orilla, dos altos representantes del Gobierno -la secretaria de Asuntos Sociales, Amalia G¨®mez, y el director general de Pol¨ªtica Interior, Jos¨¦ Ram¨®n ?nega-, un mando de la Guardia Civil y el responsable de una ONG. Tambi¨¦n Omar se sent¨® en la silla. Y, aunque presentado como ex pasador de inmigrantes, sinti¨® verg¨¹enza. Lo neg¨®. O hizo otra cosa mejor.
Omar dijo que es marinero. Y que por eso conoce muy bien a los vecinos de su pueblo que se dedican a pasar inmigrantes. Habl¨® de ¨¦l. Aunque s¨®lo de pasada y en tercera persona. Dijo, en una mezcla de ¨¢rabe y espa?ol, que la culpa s¨®lo la tienen los traficantes de hombres. "Los inmigrantes y tambi¨¦n el pasador son sus v¨ªctimas. Unos, porque son enga?ados, despojados de todo su dinero; el otro, porque s¨®lo es utilizado como una parte m¨¢s del barco; un hombre atosigado por las deudas o el infortunio; un infeliz que acaba de salir de la c¨¢rcel y acepta el trabajo porque no tiene escapatoria".
M¨¢s tarde, sentado en la habitaci¨®n del hotel, se decide a contar m¨¢s cosas. Y en primera persona. A su lado, Mustaf¨¢, un joven marroqu¨ª que consigui¨® pasar en patera, asiente a las palabras de Omar. A veces hablan a d¨²o. Como si tuvieran la lecci¨®n aprendida. O m¨¢s bien, como si nunca la pudieran olvidar: "Siempre se embarca de noche. Pero nunca en el mismo sitio...".
"Los jefes de la mafia", contin¨²an el relato, "se est¨¢n haciendo cada vez m¨¢s listos. La polic¨ªa y el Ej¨¦rcito marroqu¨ª -aunque por rachas- vigilan las costas de T¨¢nger y Tetu¨¢n. Han prohibido las pateras azules; m¨¢s f¨¢ciles de camuflar de noche. Ahora s¨®lo puede haber barcas blancas, y los pescadores s¨®lo est¨¢n autorizados a faenar de d¨ªa".
"El d¨ªa que yo embarqu¨¦", relata Mustaf¨¢, "no hab¨ªa ninguna patera en la orilla. De pronto apareci¨® un cami¨®n. S¨®lo iba el conductor y otro hombre a su lado -luego supimos que era el patr¨®n de la patera-. Nos dijeron que les ayud¨¢ramos a sacar la patera. Quitamos las lonas del cami¨®n y as¨ª lo hicimos. La traves¨ªa fue horrible. S¨®lo unos cuantos sab¨ªamos nadar. Al llegar a la orilla, el patr¨®n nos empuj¨®. Si ¨¦l embarrancaba, no podr¨ªa volver. Vi c¨®mo se ahogaban cinco compa?eros m¨ªos".
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