Mirando a Segovia

Algo pasaba. Faltaban minutos para el toque de clar¨ªn y la afici¨®n se entreten¨ªa en contar unas nubes inexistentes. ?Llover¨ªa? No, cuando amenaza tormenta, el tendido en pleno se queda mirando para Toledo (con perd¨®n). Ahora, los ¨ªndices apuntaban en sentido contrario: a Segovia. "Torea Anto?ete", dec¨ªa un se?or con la afici¨®n prendida en la yema del dedo. Huelga decir que el ap¨¦ndice acusador se dirig¨ªa all¨ª donde su ¨ªdolo (pues el tono le delataba) reaparec¨ªa. La voz, a buen seguro, tuvo que llegar hasta la arena. Todos, toros, toreros, picadores y banderilleros se quedaron con la copla. La noticia estaba en otros lares. Apenas sali¨® el primer astado, Manolo S¨¢nchez hizo lo que pudo por olvidar el acontecimiento y lo recibi¨®, rodilla en tierra, con una larga cambiada. Un espejismo. Nadie estaba por la labor. El noble burel apenas tard¨® un segundo en mostrar un cansancio secular y se exhibi¨® falto de fuerzas (como todos) con un riguroso desinter¨¦s por lo que all¨ª pudiera suceder.

El vallisoletano, en justa correspondencia, se empe?¨® en atropellar derechazos. Todos a la defensiva. Atr¨¢s, por lo que pudiera suceder, quedaban piena contraria, muleta y tes¨®n. Corri¨® turno. N¨²?ez, que llegaba a Madrid con el mal recuerdo de una cornada grave, empez¨® con el ¨¢nimo bien dispuesto del desquite. Una tanda de redondos con gusto preludiaba algo. La muleta a la izquierda y... de nuevo el recuerdo segoviano. La pa?osa se pasaba tanto tiempo en la mano como enganchada en los pitones. Vuelta a la derecha y ah¨ª quedaron algunos pases de m¨¦rito y temple, pero dejando las d¨ªficiles ma?as de ligar para mejor ocasi¨®n.

Era el turno del sevillano. Unas ce?idas chicuelinas con la mano baja despertaron al respetable de sus sue?os de cochinillo. De nuevo, vana ilusi¨®n. La rebrincada y complicad¨ªsima embestida (un varetazo acab¨® en la cara de Bejarano) ped¨ªan una faena m¨¢s ajustada sin perder la cara del morlaco. Buenas maneras y valent¨ªa a raudales se adivinaban virtudes insuficientes para tan broncos derrotes.

Lleg¨® el meridiano de la corrida y se rindieron las defensas. Ni el manso que hac¨ªa cuarto y que organiz¨® la batalla del Guadalcanal en el tercio de banderillas, ni sus hermanos se dieron por aludidos. S¨¢nchez repiti¨® lo irrepetible. Imposible con semejante material. N¨²?ez ense?¨® de nuevo voluntad enganchada. Y Bejarano, vuelta al valor en una faena entregada al dudoso arte de ahogar embestidas. Ni una estocada en su sitio. Ni una banderilla con donosura. "?D¨®nde est¨¢ Segovia? ?D¨®nde, Anto?ete?". "Aqu¨ª, no". Fin de coloquio.