Una cosa tonta, tabernaria y mustia
Si no fuera por el bocadillico que trae Elu, por el gusto de saludar a los amigos y verlos tan serranos, por La chica ye-ye que cantan a pleno pulm¨®n los mozos de las pe?as, uno no sabr¨ªa decir qu¨¦ pintaba en la plaza de Pamplona contemplando toros mustios, lidias tontas, faenas mediocres, cuchilladas tabernarias. Y eso que hubo detalles. Los tres diestros exhibieron detalles de toreo cabal, suertes bien resueltas, fugaces efluvios de arte. ?La ver¨®nica? Dieron algunas buenas Miguel Abell¨¢n y Morante de la Puebla, y ¨¦ste a¨²n mejor¨® la calidad en medias ver¨®nicas ora cargando la suerte, ora juntas las zapatillas. ?El natural? Varios cuaj¨® Emilio Mu?oz imprimiendo suavidad al recorrido, s¨®lo que se los daba fuera cacho a un b¨®vido santo que parec¨ªa sacado del Portal de Bel¨¦n. ?El kikirik¨ª seg¨²n lo cantaba El Gallo? Tambi¨¦n Emilio Mu?oz, y surgi¨® despu¨¦s, mejorado, en los pulsos toreros de Morante de la Puebla. ?Quites? Los instrument¨® surtidos, con t¨¦cnica y naturalidad, Miguel Abell¨¢n, en tanto Morante no desmerec¨ªa en la modalidad del delantal.
Toros del Marqu¨¦s de Domecq, bien presentados en general, flojos -varios inv¨¢lidos-, manejables y algunos pastue?os
Emilio Mu?oz: pinchazo en la paletilla, media estocada baja y metisaca cerca del costillar (silencio); bajonazo infamante (aplausos y salida al tercio). Morante de la Puebla: pinchazo bajo, media estocada ca¨ªda y se echa el toro; se le perdon¨® un aviso (silencio); pinchazo y estocada ca¨ªda (silencio). Miguel Abell¨¢n: tres pinchazos y bajonazo; se le perdon¨® un aviso (silencio); estocada corta muy atravesada, pinchazo, estocada corta tendida atravesada y descabello; se le perdon¨® un aviso (silencio). Presidi¨® por primera vez la alcaldesa, Yolanda Barcina, mal.Plaza de Pamplona, 7 de julio. 3? corrida de feria. Lleno.
Fueron detalles, sueltos, y no muy acusados pues, para entresacarlos, hab¨ªa que mirar con lupa y, adem¨¢s, intentar olvidarse del restante faenar, que transcurr¨ªa sumido en una apabullante mediocridad. Y hacer abstracci¨®n asimismo de los toros. Si bien esto ya resultaba m¨¢s dif¨ªcil siendo ¨¦sta feria de San Ferm¨ªn la que pomposamente llaman Feria del Toro.
De qu¨¦ toro se trata, es preciso preguntar. Pues salieron todos flojos, los lidiaron fatal, ni uno colocaron seg¨²n es debido en la suerte de varas, ni los picaron por derecho -antes al contrario les met¨ªan carioca- con lo cual resultaba imposible calibrar su bravura o su mansedumbre. Y luego, se ca¨ªan. Algunos se desplomaban, atacados de alferec¨ªa.
Feria del Toro sin toros: la fiesta en general y los sanfermines en particular convertidos en un circo surrealista.
Llegaban a la muleta pastue?os los toros y los toreros se aprestaban a torearlos, pero menos. Es decir, que sal¨ªan muy ufanos, pon¨ªan unas posturas que ni el C¨²chares, y en cuanto los tronados toros se pon¨ªan a embestir pon¨ªan sus condiciones: dar el pase s¨ª, ligarlo no; consentir la primera embestida a¨²n, pero la segunda que la aguantara su padre.
Emilio Mu?oz se encontr¨® con el ¨²nico toro inc¨®modo, pues derrotaba con genio, y desisti¨® pronto de torearlo, pero al que hac¨ªa cuarto (el santo del Portal de Bel¨¦n) le instrument¨® una faena largu¨ªsima, abundante en naturales. De ellos, muchos cargada la suerte, varios de frente, aunque siempre fuera de cacho, con alivio del pico. El dilatado trasteo careci¨®, por tanto, de inter¨¦s, y ni siquiera emocionaron el molinete, el afarolado y el pase de pecho que el diestro encaden¨® en un arrebato.
Mont¨® la espada Emilio Mu?oz y sobrevino el desastre. Acuchillado su primer toro, al cuarto le arre¨® un sartenazo barriobajero, y como si el p¨²blico fuera tonto (o el torero padeciera estrabismo), se puso flamenco delante del ag¨®nico toro, se?alando el infamante bajonazo.
La gran ocasi¨®n de triunfar ten¨ªa Morante de la Puebla con sendos toros de contrastada nobleza (y los detalles expuestos, y la torer¨ªa que atesora), pero aunque en su primero consigui¨® algunos naturales de excelente factura tampoco fue capaz de ligarlos ni de construir con unidad sus faenas, demor¨® la tarea y le perdonaron un aviso. Unos derechazos de los que escapaba corriendo tras cada remate acabaron con el celo del quinto toro, que pas¨® a reserv¨®n y ya no quiso seguir embistiendo.
Miguel Abell¨¢n estaba en parecida l¨ªnea. Se colocaba impecable y al terminar el pase perd¨ªa un paso de manera que mont¨® sendas faenas incoloras e ins¨ªpidas y se supone que inodoras tambi¨¦n. Con la espada estuvo a punto de dar un sainete. Mereci¨® dos avisos pero la presidenta no le envi¨® ninguno. La alcaldesa electa, que debutaba en el palco, parec¨ªa que estaba all¨ª de florero. Lleg¨®, el p¨²blico le dedic¨® una ovaci¨®n -seguramente merecida por su significaci¨®n pol¨ªtica- y se sent¨® a practicar la elegancia social del regalo. A lo mejor se crey¨® que la plaza y la fiesta son su cortijo, y que a la afici¨®n se la puede dar con queso.
Menos mal que despu¨¦s de La chica ye ye los mozos de las pe?as cantaron el Vals de Astr¨¢in. Y que el bocadillo de Elu estaba riqu¨ªsimo. Y que a los compa?eros de fila se les ve¨ªa saludables y contentos. Y que los matrimonios de alrededor segu¨ªan unidos hasta que la muerte los separe. Y que nadie dir¨ªa que hab¨ªa transcurrido un a?o. Y que viva San Ferm¨ªn. Pues si no, de qu¨¦.
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