Abortos
MIGUEL ?NGEL VILLENA Cuentan que el conde de Romanones sol¨ªa despreciar el trabajo de los parlamentarios con aquella famosa sentencia de "hagan ustedes las leyes que yo har¨¦ los reglamentos". Probablemente la mayor¨ªa de m¨¦dicos valencianos de la sanidad p¨²blica, que alega objeci¨®n de conciencia para no practicar abortos, desconozca la existencia de esta frase hist¨®rica. Pero lo que no cabe duda es de que, amparados en esa posibilidad reglamentaria, han convertido en inviable una ley de interrupci¨®n del embarazo, ya de por s¨ª mojigata y limitada. S¨®lo uno de los 5.198 abortos practicados en 1998 en la Comunidad Valenciana tuvo lugar en un hospital p¨²blico. La estremecedora cifra, de cara a los derechos de las mujeres, devuelve la pol¨¦mica sobre el aborto al t¨²nel del tiempo de la dictadura con su letan¨ªa de operaciones en Londres, ginec¨®logos progresistas entre rejas e irrupciones policiales en los centros de planificaci¨®n familiar. De los rituales en torno al debate ¨²nicamente se echan de menos las manifestaciones y las protestas en otro signo inequ¨ªvoco de la anestesia social que han aplicado con ¨¦xito los gobernantes. Y ya que hablamos de t¨²neles del tiempo, las reivindicaciones de igualdad de las pescadoras de El Palmar recuerdan aquellos tiempos en que todav¨ªa se discut¨ªa si las mujeres ten¨ªan alma, es decir derechos, o hab¨ªan de conformarse con ser la costilla de Ad¨¢n. Porque m¨¢s all¨¢ de los encendidos debates sobre las cuotas de participaci¨®n de las mujeres en cargos p¨²blicos, de las continuas denuncias por discriminaciones salariales y del espect¨¢culo sangriento de las violencias dom¨¦sticas, lo bien cierto es que la igualdad legal no equivale en modo alguno a igualdad de oportunidades. Nuevas generaciones de mujeres, ya nacidas en democracia, comprueban cada d¨ªa que las leyes devienen papel mojado a la hora de abortar en un centro p¨²blico, de recibir el mismo sueldo que los hombres por id¨¦ntico trabajo o de aspirar a un puesto de responsabilidad. Por eso, el movimiento feminista siempre ha sabido que los reglamentos eran m¨¢s importantes que las propias leyes.
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