?No me toques los empresarios! F?LIX DE AZ?A
La escena pol¨ªtica, como la escena dram¨¢tica, es una imitaci¨®n de la realidad en la que unos cuantos actores encarnan los misterios de nuestra existencia. Son profesionales pasajeros y mercenarios, pero mientras est¨¢n sobre el tablado parecen eternos e imprescindibles. Sin embargo, son tan s¨®lo las m¨¢scaras ef¨ªmeras de nuestra propia existencia. En el tablado de marionetas local se ha estrenado un esperpento de gran calidad. El protagonista es un candidato a presidente que invita a cenar a los poderosos de la aldea a cambio de una suma que para ellos es despreciable. Con ello trata de sortear un h¨¢bito del viejo Presidente, su contrincante, que consiste en pagar las cenas a escondidas y regateando, o incluso pagarlas con el dinero de los camareros y cocineros. El Candidato quiere que las cifras sean p¨²blicas, "transparentes", dice. Como es l¨®gico seg¨²n las leyes del drama, el actor que encarna al viejo Presidente hace todo lo posible por cargarse la cena. Los poderosos son suyos, les ha estado criando a sus pechos durante 20 a?os y ahora considera un delito de alta traici¨®n que se pasen al Candidato. Evidentemente, los poderosos creen que el Presidente les ha estado chupando el tu¨¦tano de los huesos y han acudido a la cena para analizar si el Candidato les puede salir m¨¢s barato. En los buenos retablos de maravillas siempre son los secundarios quienes se llevan la ovaci¨®n. Particularmente brillante ha sido la escena de Artur Mas cuando afirma que los empresarios estaban siendo presionados. "?C¨®mo lo sabes?", le espeta una criada descarada. "Me lo han dicho ellos mismos", afirma el consejero. Viene entonces, en off, la conversaci¨®n de los empresarios con el consejero. "?Artur, perd¨®name, tengo que asistir a la cena, ten compasi¨®n!". "?Como te vea yo cenando te vas a enterar, botifler, desagradecido, judas!". "?Artur, piensa en mis hijos!". Al final de la obra los espectadores asisten con j¨²bilo a un coro masculino que canta "los empresarios cautivos chim pon j¨®dete patr¨®n saca pan y vino chorizo jam¨®n y un porr¨®¨®¨®¨®¨®n!". Otro secundario que levanta carcajadas es el c¨¦lebre caracter¨ªstico Pere Macias, cuyo mon¨®logo "Esto es un atraco!" tiene lugar cara al p¨²blico mientras a sus espaldas corretean numerosos enanos, pistola en mano, con carteles donde se lee "Javier de la Rosa", "El Observador", "Prenafeta", "Avui", "Casinos", "La Familia (Sagrada)", y as¨ª hasta 200. Pero ¨¦l no se entera y sigue carg¨¢ndose de raz¨®n y gesticulando como un diputado leridano de la ¨¦poca de Maura con todo el Parlamento dormido. Menos gracioso, pero convincente, el Republicano de Izquierdas a¨²lla contra lo que ¨¦l llama "poderes f¨¢cticos", lo que provoca una espant¨¢ de empresarios que se refugian en Andorra. "?Vuelven los rojos, vuelve la FAI, vuelven los rabassaires!", claman aterrados bajo el manto inmenso de Montserrat Caball¨¦, a la que nombran Presidenta de Andorra. Para que regresen, el jefe de los Republicanos forma pareja de hecho con Artur Mas (t¨ªpica escena, un poco gastada, bendecida por un abad de Montserrat en plan drag queen etc¨¦tera), cosa que se ve¨ªa venir desde hac¨ªa un par de elecciones. Finalmente, no podemos olvidar la estupenda escena de los Periodistas. Son ¨¦stos unos personajes muy bien maquillados, de mucho apersonamiento, y se advierte que el director de la obra se ha gastado la intemerata en vestuario. Su aspecto es amenazador, evanescente, intangible, gaseoso. No tienen el rostro delante, sino en el cogote y tambi¨¦n flotando por encima de la cabeza en forma de halo. Reclaman "libertad informativa", pero cada vez que alzan la voz para decirlo, y mediante un h¨¢bil truco electroac¨²stico, la frase se distorsiona y acaba sonando de un modo distinto: a veces suena "Tevetr¨¦s libreeeee", o "Mordaza a la Copeeee", o "La voz de su amoooo" y cosas semejantes. La excelencia de la obra permite que los espectadores salgan del teatro habiendo aprendido una lecci¨®n moral, a saber, que aunque todos somos iguales, los empresarios son m¨¢s iguales, y que si en lugar de cenar con ellos, el Candidato hubiera cenado con un grupo de catedr¨¢ticos de instituto, un grupo de alumnos de formaci¨®n profesional o sencillamente un grupo de ciudadanos con declaraci¨®n de impuestos sin asistencia t¨¦cnica, la obra no habr¨ªa existido. En resumidas cuentas, y por emplear ese acervo popular que tanto les gusta a los pol¨ªticos: "Qui paga mana". ?Y de qu¨¦ manera!
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