LA CASA POR LA VENTANA Una objeci¨®n a conciencia JULIO MA?EZ
Hay por ah¨ª un sujeto de cuyo nombre no quiero acordarme lo bastante psic¨®tico para dar a la imprenta un panfleto, de nombre Fet¨®polis, ya me dir¨¢n, en el que se le ocurre ni m¨¢s ni menos que novelar -es un decir- la vida de una comunidad compuesta por los fetos que no llegaron a ver la luz que nos alumbra por la maldad de sus madres al interrumpir su embarazo. Como es natural, en el grotesco relato toda esa multitud de fetos vivientes y ya algo creciditos han triunfado en la vida, de manera que el que no es ingeniero o arquitecto es experto en inform¨¢tica, con lo que se trata de instruirnos por la acreditada v¨ªa del chantaje emocional sobre la p¨¦rdida de posibles lumbreras que implica el traum¨¢tico recurso a la renuncia de una maternidad indeseada. El autor, un meapilas vocacional, utiliza nombres ficticios para los personajes de su empanada psicofascista, con lo f¨¢cil que le habr¨ªa resultado autentificar su enfermiza imaginaci¨®n apelando a los hom¨ªnidos de post¨ªn en ejercicio que todos conocemos, y lo cierto es que esa cosa en forma de libro tiene gran predicamento entre los colectivos dados a embroncar al personal en defensa de la vida a cuenta de trucajes de fotos de fetos hermos¨ªsimos que zampan bollycaos a media tarde mientras sonr¨ªen a sus madres asesinas suplic¨¢ndoles clemencia. Antes de que el lector se pregunte -que no creo que lo haga- a qu¨¦ santo viene esta monserga (cuando deber¨ªa perpetuarse a cada instante sin necesidad de pretextos de calendario), dir¨¦ que viene exactamente a cuento de una informaci¨®n publicada en este peri¨®dico por el compa?ero Jaime Prats, seg¨²n la cual s¨®lo una -una- de las m¨¢s de 5.000 interrupciones de embarazo practicadas en nuestra comunidad durante el a?o pasado tuvo lugar en un hospital p¨²blico. Quienes consideren que la cifra de intervenciones expresa una permisividad intolerable no tienen raz¨®n para alarmarse, ya que en el a?o anterior no se practic¨® ninguna, por lo que la ¨²nica que se realiz¨® en el 98 puede deberse a un error que tal vez ya est¨¢n purgando sus responsables. Los m¨¦dicos objetan, como es natural (y hasta cierto punto es comprensible que lo hagan cuando han visto en la pantalla del ec¨®grafo a un ser vivo en v¨ªas de formaci¨®n), pero curiosamente lo hacen mucho m¨¢s en la p¨²blica que en la privada, y tambi¨¦n curiosamente en mayor proporci¨®n desde que Eduardo Zaplana gan¨® sus primeras auton¨®micas. No es exagerado suponer que se trata de una objeci¨®n selectiva del personal sanitario, estimulada tal vez en los ¨²ltimos a?os por el deseo de mantener la sinton¨ªa con los actuales responsables pol¨ªticos de la sanidad p¨²blica. L¨¢stima que la figura del objetor deba su fama mayormente a quienes se negaban a hacer la mili y a esos equipos m¨¦dicos que escogen la sanidad p¨²blica para mostrarse m¨¢s escrupulosos con su conciencia que dispuestos a colaborar en el remedio de un grave y urgente problema de salud a cuenta de la seguridad social, que para eso est¨¢, y que no se haya extendido a profesionales de tanta incidencia p¨²blica como inspectores de Hacienda, promotores de obras, pol¨ªticos adictos al funambulismo y columnistas venales, maleducados, hist¨¦ricos o simplemente bobos. Pocos escr¨²pulos de conciencia adornan la voluminosa figura de ese Martin Bangemann, comisario europeo de Industria y Telecomunicaciones, que se ha dejado querer por el inquietante y emprendedor Juan Villalonga para fichar por Telef¨®nica sin objetar gran cosa y que, tacita a tacita, ha conseguido acumular nada menos que tres millonarias pensiones con vistas a su jubilaci¨®n en pago de unos servicios que, como es l¨®gico, el buen se?or se resiste a abandonar. Pero tampoco hay que cebarse en este Ronaldo de la construcci¨®n europea, a la que se puede pedir lo que se quiera con tal de no reclamar nada. Aqu¨ª mismo, parece que tendr¨¢n derecho a una sustanciosa pensi¨®n de por vida aquellos parlamentarios que hayan demostrado la habilidad de mantenerse en el cargo durante un par de legislaturas, es decir, de seis a ocho a?os como m¨¢ximo. Astuta medida guisada y comida sin objeci¨®n alguna por sus se?or¨ªas, destinada a recompensar como merece el esfuerzo de tantos representantes del pueblo al darle al bot¨®n electr¨®nico una o dos veces por pleno al a?o, y que garantiza la incorporaci¨®n masiva a las nobles tareas pol¨ªticas de quienes no tienen nada que perder excepto el esca?o. Y Cipri¨¤ Ciscar la mar de entretenido dando pasos hacia atr¨¢s en pos del gran salto hacia adelante, un tanto a la manera del chico de Nino Bravo que camina sin cesar detr¨¢s de la verdad. Siempre detr¨¢s.
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