Entre dos urnas
CERRADO en sus l¨ªneas generales el acuerdo sobre los Presupuestos del 2000, las relaciones entre el Gobierno del PP y Converg¨¨ncia i Uni¨® entran en una nueva fase marcada por las elecciones catalanas de oto?o. Durante tres a?os se han repartido razonablemente los papeles en un gui¨®n sin mayores complicaciones. El territorio de discrepancias peri¨®dicas estaba claramente definido: la disputa nacionalista. Pero eran discrepancias verbales, cada vez m¨¢s a beneficio de inventario, que no imped¨ªan un apoyo parlamentario casi sin fisuras, incluso para defender a Piqu¨¦ o dar carpetazo a la comisi¨®n sobre el lino. Los resultados de las elecciones municipales han provocado nerviosismo. Pujol se ha dado cuenta de que falla la sinton¨ªa con su electorado, y de que, en el mejor de los casos, tras las elecciones de oto?o, CiU necesitar¨¢ al PP en Catalu?a y despu¨¦s de las generales el PP necesitar¨¢ a CiU en Madrid. Es un horizonte m¨¢s bien desagradable para el votante nacionalista. Tanto como para conducirle hacia opciones m¨¢s claras: si es conservador, el PP, y si es nacionalista, Esquerra Republicana. El pujolismo est¨¢ varado en este escollo. A medida que el PP se ha ido consolidando, Aznar ha tenido menos dependencia de Pujol, y Pujol, m¨¢s de Aznar. Pujol no puede escenificar una ruptura, porque no hay motivos que la hagan cre¨ªble, y sigue necesitando los votos del PP en Catalu?a en situaciones de urgencia. Por eso, lo que antes era comedia, ahora puede convertirse en drama. Converg¨¨ncia i Uni¨® se juega el gobierno de Catalu?a. Y el PP, salir de su posici¨®n marginal catalana e incluso una nueva legislatura en La Moncloa. Si ambas formaciones aparecen demasiado juntas, el beneficiado puede ser Maragall. Y si se muestran excesivamente enfrentadas producir¨¢n desconfianza sin frutos electorales.
Despu¨¦s de 19 a?os, el problema de Pujol es que resulta relativamente irrelevante la campa?a que haga. El resultado de las auton¨®micas depende, ante todo, de su capacidad para camuflar ante los electores que su activismo ha agotado ya el repertorio y que la gesti¨®n es el punto d¨¦bil de su balance. En tiempos de mudanza, lo m¨¢s probable es que Aznar y Pujol sigan igual, aunque enfr¨ªen su relaci¨®n sin aspavientos. Al fin y al cabo, durante los pr¨®ximos meses, los dos luchar¨¢n por lo ¨²nico que les une: el poder.
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