El Califa de X¨¤tiva
Para ser califa no hace falta haber nacido en C¨®rdoba; se puede ser de X¨¤tiva. Ni hace falta llamarse Abderram¨¢n; con Pepe basta. Demostraci¨®n: en X¨¤tiva tienen un califa de nombre Jos¨¦ Pacheco, para los ¨ªntimos Pepe. Y es torero. No hay m¨¢s que verlo: se pone delante de los cuadri, y ya le pueden venir rabiosos o reservones, francos o inciertos, que les aguanta las intemperancia, los templa y los manda.El Califa consigui¨® un ¨¦xito en la primera corrida de la famosa Fira de Juliol valenciana. No porque ofreciese una exhibici¨®n pegapasista como es habitual; no porque se pusiera tremendista, que es el suced¨¢neo del valor en quienes van de suicidas. Sino porque aquello de parar, templar y mandar lo hizo con cabal cumplimiento de los c¨¢nones y a toda costa.
Cuadri / Espl¨¢, Mu?oz, Califa
Toros de Celestino Cuadri, bien presentados, en el tipo del encaste; flojos -algunos, inv¨¢lidos-, nobles en general.Luis Francisco Espl¨¢: tres pinchazos y cuatro descabellos (silencio); pinchazo -aviso-, dos pinchazos y descabello (ovaci¨®n y saludos). Emilio Mu?oz: dos pinchazos, otro muy bajo y se echa el toro (bronca); pinchazo, bajonazo escandaloso -aviso- y dobla el toro (silencio). El Califa: estocada trasera a un tiempo, rueda insistente de peones y descabello (oreja); media atravesada escandalosamente baja -aviso- y dobla el toro (aplausos). Plaza de Valencia, 18 de julio. 1? corrida de feria. Dos tercios de entrada.
Lo hizo incluso a costa de la cornada, que no se llev¨® sin que se sepa con exactitud el motivo. Pues aguantando parones y acosones de su primer toro, en una de esas iba a engendrar el pase de pecho cuando el toro meti¨® un derrote bestial por salva sea la parte, que lanz¨® al Califa y su califato por los aires. Cay¨® de pie el egregio -literalmente cay¨® de pie- y en vez de quejarse o salir corriendo tal cual habr¨ªamos hecho todos al grito de "s¨¢lvese quien pueda", tal cual qued¨® al caer resolvi¨® el nuevo derrote que ya tiraba el toro girando entre sus mismas astas un bizarro molinete.
La verdad es que El Califa nos pon¨ªa el coraz¨®n en un pu?o. Empez¨® al recibir a sus toros. A los dos. Embest¨ªan ambos veloces, violentos, rebrincados, empujando a tablas, y all¨ª, pegado a las mismas, aguantaba marea, bajaba la mano, se embraguetaba el que no necesita llamarse Abderram¨¢n para ser proclamado califa. Cort¨® una merecida oreja de su primer toro y habr¨ªa a?adido un par m¨¢s si no llega ser porque al cuadri que cerr¨® plazo le fundi¨® las entra?as mediante un infamante bajonazo que habr¨ªa requerido levantar atestado.
No se crea que El Califa fue el ¨²nico acuchillador. Sus compa?eros de terna tambi¨¦n se las tra¨ªan. No tanto Luis Francisco Espl¨¢, que andaba de pinchauvas; con todos los agravantes Emilio Mu?oz que apuntaba a los blandos presa de indisimulada mala idea.
A Mu?oz le abroncaron mucho. Su trasteo desmedrado, su avinagrado ali?o, su desconfianza total con el segundo toro provoc¨® las l¨®gicas y muy airadas protestas del p¨²blico. Repet¨ªa la acci¨®n con el quinto toro y en su transcurso debi¨® darse cuenta de que aquel cuadri era un bendito de Dios. Del dios Tauro, se quiere decir. Y tras estar largo rato dando la nota con el trapaceo, de repente se ech¨® la muleta a la izquierda y corri¨® la mano estupendamente por naturales. Bastante encorvado, por cierto -que debe ser postura propia de la madurez-, pero ah¨ª qued¨® eso. Y vinieron despu¨¦s derechazos de buen corte.
Descubierta la bondad del toro Emilio Mu?oz no quer¨ªa perd¨¦rselo, y segu¨ªa, y se puso pesado, y al p¨²blico -que recordaba el episodio anterior- no le acababa de convencer, y acab¨® de estroperalo todo con el sartenazo final que endilg¨®. Dentro del ramillete de estoqueadores malos, la estratagema pinchauvas que emple¨® Luis Francisco Espl¨¢ constitu¨ªa s¨®lo pecado venial. Y adem¨¢s lo condon¨® la torer¨ªa que estuvo desplegando en los sucesivos tercios.
Capotero eficaz, tambi¨¦n adornado por faroles y serpentinas a su debido tiempo, banderillero de recursos, las dos faenas de muleta de Espl¨¢ tuvieron pasajes de calidad. Al cuarto cuadri -que desarroll¨® gran nobleza- le sac¨® naturales de magn¨ªfico trazo, y ambos muleteos poseyeron fundamento lidiador, enriquecido por ese aroma que dimana de los toreros verdaderos.
Est¨¢ Espl¨¢ de pocos contratos, sufre vetos, y lo cierto es que se le echa en falta. Pegapases no ser¨¢ -ni falta que hace- pero la torer¨ªa es su marca y de este valor esencial apenas queda rastro en el actual concierto taurino.
Torer¨ªa, que se lleva en el alma; torer¨ªa, que es sin¨®nimo de dignidad. Torer¨ªa que es ir con la verdad por delante. El califa setabense parece que la atesora, o se la est¨¢ labrando, y pide paso para poder demostrarlo; y no p¨ªa sino que se arrima y torea. Se arrima y aguanta, bien asentadas las zapatillas en la arena; torea con las de parar, templar y mandar que es la regla de oro de este arte exclusivo. O al menos as¨ª lo hizo en Valencia. Luego peg¨® un mandoble infame por el que debi¨® ser conducido al cuartelillo para tomarle declaraci¨®n y que le sirviera de escarmiento.
Babelia
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