Millones de ciudadanos se suman incr¨¦dulos al dolor de una familia
"Nada m¨¢s enterarme, dije: "Oh no, otra vez no". La familia Kennedy... es como para hablar de mala estrella. Han hecho un mont¨®n de cosas buenas, pero, Dios m¨ªo, en esa familia ha habido demasiadas tragedias". El senador dem¨®crata Tom Harkin refleja con sus palabras el comentario m¨¢s extendido en EEUU. Los millones de norteamericanos que estuvieron atrapados ante las pantallas de televisi¨®n durante todo el s¨¢bado cambiaron ayer la ansiedad por el desaliento al comprobar que se desvanec¨ªan las posibilidades de que John Kennedy y sus acompa?antes estuvieran con vida.
En las iglesias -desde la catedral de Nueva York hasta el peque?o templo de San Esteban, en Washington, donde los Kennedy acud¨ªan a misa los domingos- los ciudadanos de todas las confesiones religiosas rezaron ayer, pensando en un milagro y en el sino de la familia m¨¢s conocida del pa¨ªs.No hay drama en las calles, porque se trata de un accidente -"menos mal que Jacqueline muri¨® antes, no podr¨ªamos haber soportado verla enterrando tambi¨¦n a su hijo", escribe Nancy Gibbs en Time-, pero s¨ª hay un sentimiento generalizado de fatalismo ante las muecas que la historia hace cuando se repite y de sincera compasi¨®n por las tragedias que salpican el ¨¢rbol geneal¨®gico del clan Kennedy: una nostalgia triste al recordar las muertes violentas de la familia.
Por ello, el lugar m¨¢s simb¨®lico ayer para rendir homenaje a John Kennedy fue la tumba del cementerio de Arlington en la que, al lado de una llama eterna, descansan los restos de su padre, el presidente, a pocos metros de otra tumba, m¨¢s sencilla, en la que reposa Bob Kennedy. Grandes grupos de turistas y habitantes de Washington desafiaron el calor y la humedad para acercarse a las dos tumbas y rezar con la cabeza inclinada. Pocas palabras, murmullos s¨®lo: "No puede ser, no puede ser". "Pobrecillo", dice una mujer de la edad de John Kennedy.
Tambi¨¦n el apartamento de John Kennedy y Carolyn Bessette, en el barrio neoyorquino de Tribeca, fue ayer punto de encuentro para vecinos y admiradores que llevaban ramos de flores y prend¨ªan velas, los miles de personas -especialmente mujeres- que quer¨ªan a John a pesar de no ser ni un actor ni un cantante, que esperaban que alg¨²n d¨ªa recogiera la antorcha de la dinast¨ªa y se dirigiera hacia la pol¨ªtica.
En Dallas, la ciudad en la que Kennedy fue asesinado el 23 de noviembre de 1963, el recorrido de los lugares que fueron escenario de lo ocurrido y el Museo Kennedy recibieron m¨¢s visitas de lo normal. En las im¨¢genes de televisi¨®n, caras largas y una sensaci¨®n de incredulidad y tristeza. "Esto sale del coraz¨®n", confi¨® a la agencia The Associated Press el director del museo, Jeff West.
Todos los peri¨®dicos de EEUU dedican sus portadas al nuevo drama de los Kennedy, con sobriedad en los grandes medios, que ayer a¨²n daban por desaparecidos a los tres, y con pasi¨®n en el caso de la prensa popular, como The New York Post: "M¨¢s l¨¢grimas", es el titular, sobre una foto de John Kennedy sonriente que ocupa toda la p¨¢gina. En la portada de la revista U.S. News & World Report, "La maldici¨®n de los Kennedy". Time sac¨® a la calle una edici¨®n que bautiz¨® como "conmemorativa", con las fotos fundamentales de John en la portada. The Was-hington Post, The Baltimore Sun y muchos otros diarios eligieron para su primera p¨¢gina la foto de John-John, con tres a?os, saludando al paso de los restos de su padre, en Washington, en noviembre de 1963.
El accidente ha oscurecido en parte la celebraci¨®n de los 30 a?os de la llegada a la Luna, impulsada, precisamente, por el presidente Kennedy. El astronauta Buzz Aldrin, el segundo hombre que pis¨® la superficie lunar, se?al¨® ayer: "En este d¨ªa tan especial, nuestros corazones est¨¢n con la familia que tantas cosas puso en marcha, que tanto ha conseguido y que tanto se ha sacrificado y ha sufrido".
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